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Bombas, protestas, robos, bajas laborales: la fábrica Tesla que trae de cabeza a Elon Musk

La marca quiere vender 10 millones de coches en 2030 y necesita ampliar su número de Gigafactorías

Bombas, protestas, robos, bajas laborales: la fábrica Tesla que trae de cabeza a Elon Musk

La Gigafactoría de Tesla en Berlín. | Thomas Bartilla (Zuma Press)

Ya hay hasta chistes. Hay quien dice que la Gigafactoría de Tesla en Berlín está construida sobre un cementerio indio. La gracia reside en que nunca ha habido indios en Alemania; sin embargo, la primera fábrica de la marca en Europa parece maldita, como si estuviera edificada sobre la madre de todos los tanatorios apaches.

No existe tiovivo, montaña rusa, ni generador de emociones comparable en el que vive atrapado Elon Musk. Su atrevimiento y audacia le ha llevado a una existencia que necesitaría un canal de televisión de 24 horas repleto de paneles de expertos para explicar lo que le ocurre. Por su testa corretean coches eléctricos que cambiaron la automoción, cohetes espaciales, tejas solares para las casas, robots humanoides, lanzallamas, túneles con trenes para coches, ferrocarriles que corren en tubos de vacío… Este hombre vive en una novela de Philip K. Dick, el padre de Blade Runner, Desafío total y Minority Report.

Su problema es que grandes apuestas, traen aparejadas grandes retos. A más grande sea el sueño, mayor el bocado que la realidad le plantea. Lo de Berlín no deja de darle mañanas de gloria a cuenta del cambio horario entre continentes. Cada vez que ve asomar en su teléfono el nombre de André Thierig, el director de su sede germana, pega un respingo.

La última es lo de las bajas laborales. Según informes internos de la fabrikationsstätte de Berlín, de manera habitual tienen a un 15% de su plantilla de manera permanente fuera de combate. Esto es el triple de la media en la industria, aunque esto no es lo peor. Lo peor es que a veces la cifra ha sido superior al 30%. Calculadora en mano sale que de los 12.000 empleados de la factoría, en algunos momentos, al menos 4.000 han estado enfermos.

Para Thierig, denota un abuso de sus trabajadores a la hora de aprovecharse de una legislación muy protectora para con la fuerza laboral. Aporta más datos, como que los viernes, y en especial en los turnos de noche, esa tasa se incrementa. En cifras del gerente, tienen localizados a doscientos empleados que hasta el pasado septiembre no habían hecho ni una sola hora de trabajo en lo que va de año. La respuesta directa ha sido ir a buscarlos a sus domicilios, una práctica habitual —y legal— en Alemania, lo que ha sido rechazado de plano por el sindicato mayoritario IG Metall.

Los seiscientos robots allí instalados, con la ayuda de los trabajadores manuales, sacan por la puerta un Tesla cada 45 segundos. La atmósfera fabril resultaba fría y demasiado mecánica, y la gerencia permitió a su personal que pusieran algo de música, para humanizar la atmósfera. La derivada que sale de esta es que el altavoz más popular es el JBL Boombox 3, un dispositivo inalámbrico con una potencia de bajos exuberante, que hace sonar rap a todo volumen alrededor de los coches a medio hacer, y que compite con los ruidos mecánicos… y la música electrónica que complace a otros integrantes de la plantilla. Es una situación muy poco frecuente.

En sus áreas de descanso hay un invento español: futbolines, para que en la hora del bocadillo se relajen. También para el relax, aunque menos español, es el club nocturno Giga-party, una suerte de discoteca que hay en las instalaciones. Los curritos la denominan jocosamente Hamster. Situada en los sótanos de la zona de producción, es de acceso exclusivo para el personal de la compañía. Parece ser parte de los esfuerzos por crear un ambiente de trabajo más atractivo, mejorar la moral de los empleados, y retenerlos con un escenario favorable. Cuando se supo de su existencia, hubo mucha respuesta irónica en las redes sociales.

La música que suena en ella, a través de altavoces gigantescos —todo parece serlo en el universo Tesla— es música tecno, acorde con la escena musical de Berlín. En la visión de Elon Musk, es una especie de cueva para fiestas rave. Cuando el director la inauguró, dijo por el micrófono «el Hamster está vivo», y comenzaron a sonar a niveles sonoros escandalosos las notas del tema «Da capo/el jefe» de Perplexer. Esta canción, de ritmo tan hipnótico como agotador, se publicó en 1994 a través del sello —cómo no— Motor Music, y recrea las primeras notas del poema sinfónico «Así habló Zaratrusta», de Richard Strauss.

Más sonrojante resultó el asunto de las tazas. Para ser sostenibles, se han vetado los vasos de plástico, o cartón en el recinto, y Tesla puso a disposición de la plantilla tazas de porcelana. El problema llegó cuando se dieron cuenta que habían desaparecido las más de 65.000 piezas que se compraron; los empleados se las llevaban a casa en una relación de casi cinco por cada trabajador.

Andre Thierig, el gerente de la planta, cansado de aprobar pedidos para comprar más tazas de café, hizo público su disgusto y les soltó una fenomenal bronca. «No habría más cubiertos en las salas de descanso hasta que cesen los robos», les dijo, lo que provocó el cachondeo y disparó una salva de aplausos por cortesía de los que lo oyeron por la megafonía corporativa.

Guerra medioambiental

Si todo esto ocurre de puertas adentro, justo enfrente, la cosa no es mejor. Desde hace años hay acampado un grupo de manifestantes que se oponen de plano a la presencia de la factoría en lo que otrora fuera un bosque. Para la construcción de la fábrica se talaron 91 hectáreas de árboles, y otras 100 caerán víctima del hacha para duplicar la superficie fabril en los meses venideros.

Los activos ecologistas han organizado ya varias protestas ante las puertas de la fabrik con cargas policiales de por medio. Han cortado carreteras, vías de tren, y han intentado acceder al interior de las instalaciones, con varios detenidos como resultado tras choques con fuerzas del orden.

La entrada al lugar de la acampada ecologista, con un gran cartel que dice «No policías, no nazis, no Elon». | Jonas Gehring (Zuma Press)

Denuncian problemas con las aguas residuales, que contienen niveles de fósforo y nitrógeno muy superiores a los permitidos, en concentraciones hasta seis veces por encima de los límites legales. Existe temor de que las fuentes de agua potable locales puedan contaminarse si los niveles de agua subterránea bajan demasiado. La fábrica consume grandes cantidades de agua, alrededor de 1,8 millones de metros cúbicos anuales, en una región donde este recurso es escaso. A pesar de estos impactos negativos, Tesla argumenta que la fábrica utiliza un 33 % menos de agua por vehículo que el promedio de la industria y que recicla hasta el 100 % de su agua industrial.

Bombardeo aliado

El asunto más explosivo de todo lo que rodea a la Gigafactoria de Berlín es que ya ha sido bombardeada. Sí, le han tirado bombas desde el aire, pero no ahora, sino durante la Segunda Guerra Mundial. La Alemania nazi cayó bajo la presión de Rusia, y los bombardeos británicos y americanos. Lo que no sabían los aviadores estadounidenses es que con el tiempo sus proyectiles iban a generar un problema a una de las empresas más fulgurantes de su país años más tarde.

Los artificieros germanos son de los más activos del mundo. Los equivalentes a los TEDAX españoles no paran, y a cada poco tienen que ir a desactivar un proyectil en un jardín, el patio de un colegio, o en las obras de construcción de un nuevo barrio residencial. En junio de este año se encontró una bomba de 250 kg en el lugar donde Tesla planea ampliar la Gigafactoría de Berlín. Ante la imposibilidad de ser removida del lugar del impacto, tuvo que ser detonada in situ.

Cuando esto ocurre, se delimita una zona de exclusión de acuerdo con el tamaño. En este caso suele ser de un kilómetro alrededor de la zona de detonación. Para ejecutar la operativa, la Oficina de Orden Público y el Ministerio del Interior de Brandeburgo ordenó el cierre de dos carreteras estatales, pero la autopista A10 y la línea ferroviaria RE1 permanecieron abiertas.

La empresa de Elon Musk calcula que en 2030 venderán diez millones de coches eléctricos. Puede que sea una cifra algo optimista, pero pocos dudan de que las ventas de Tesla irán a más. Por eso necesitan de ir regando el mundo de factorías como la fabrikationsstätte. México, España, Italia o Turquía podrían ser las próximas. Antes de poner las primeras piedras, el empresario sudafricano debería estar bien seguro de donde hay más cementerios, ni indios ni de ninguna otra tipología.

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