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Cómo pertenecer a uno de los clubes más exclusivos: los VIP de los VIP de Ferrari

La marca italiana ha perfeccionado el arte de vender exclusividad envuelta en fibra de carbono

Cómo pertenecer a uno de los clubes más exclusivos: los VIP de los VIP de Ferrari

Un ferrari. | Wikipedia

El Plan B fue un lustroso Dodge Viper rojo. Fue el coche que estampó el torero Jesulín de Ubrique ante las cámaras de TV al excederse con el acelerador en el tentadero de su finca. El Plan A, según cuenta la leyenda, era comprarse un Ferrari. El problema es que la marca italiana le dio con la puerta en las narices.

Ferrari no le vende sus coches a cualquiera. Cada comprador pasa por un filtro «de calidad», y quedan apeados youtubers con sed de exposición mediática, nuevos ricos del pelotazo o tipos con aspecto de quinquis, de los que se sospecha un origen turbio del dinero. Los que están directamente en la lista negra, con expulsión inmediata de los concesionarios, son aquellos que hayan modificado o cambiado el aspecto —sin autorización— de las consideradas «obras de arte rodante».

Y una vez dentro del exclusivo club de propietarios de un cavallino rampante, hay otro escalado: el de los VIP entre los VIP. Y una vez dentro de él, está la élite de los aproximadamente 100 clientes que ocupan el Olimpo rojo. Si Dios tiene a sus favoritos, Enzo Ferrari tiene a estos como los hijos que se sientan a su lado a la hora de cenar filete de equino.

El proceso de convertirse en un cliente top de Ferrari no es una cuestión de pasión por los motores. Tampoco de fidelidad a la ingeniería de Maranello. Es una operación quirúrgicamente diseñada por el fabricante para separar a millonarios de su dinero con la sutileza de un sommelier y la frialdad de un banquero suizo. Detrás del mito se esconde un sistema selectivo, opaco y extremadamente costoso para los candidatos, que premia la insistencia, la ostentación «discreta» y, sobre todo, el gasto desmedido.

La primera lección para aspirar al estatus sagrado de cliente top es simple: el dinero no basta. O, más bien, no basta una sola vez. Puedes entrar a un concesionario con millones de euros en la cuenta bancaria, comprar un modelo y convertirte apenas en un cliente activo. Para subir de nivel, hay que adquirir al menos tres modelos —sirven los de segunda mano— y así se pasa a ser un «cliente activo».

Hoy se podría adquirir un Ferrari SF90 Stradale de segunda mano por unos 370.000 euros, un 296 GTB por unos 325.000, y completar el trío con un Roma por alrededor de un cuarto de millón. Con un gasto de un millón de euros, si redondeamos cifras, Ferrari te da lo que realmente buscas: el privilegio de poder solicitar un Ferrari nuevo. Con un millón se consigue el derecho a gastar aún más.

Una vez dentro de esa carpeta de un anónimo despacho en Maranello, comienza el verdadero juego: para ascender al siguiente nivel debes pedir al menos un ejemplar de cada modelo de producción actual. No cabe un menosprecio por algún modelo que no te agrade demasiado, porque si no los encargas todos, te quedas fuera. Y, por supuesto, ningún Ferrari se compra con configuración básica. Añadir personalizaciones extra, unas llantas específicas de carbono, frenos de carreras o un tapizado con tus iniciales puede incrementar la factura en cantidades de seis cifras.

El catálogo mínimo consiste en los siguientes modelos:

SF90 Spider, a un precio de unos 670.000 euros con una configuración moderada.

296 GTS, que con los inevitables toques de carbono rondará los 500.000 euros.

Amalfi GT, nuevo modelo que parte de los 280.000 €, extras aparte.

Purosangue, el SUV —que Ferrari denomina FUV—, a un coste que ronda los 500.000.

Dodici Cilindri, de alrededor de 680.000 euros.

El total estimado para un aspirante ambicioso se va a una cifra que supera los dos millones y medio de euros, que, sumados al millón inicial de los usados, dejan tu inversión total en no menos de 3,5 millones. El resultado: ya eres oficialmente un VIP de Ferrari. A partir de ese momento se reciben invitaciones a eventos, acceso a los nuevos lanzamientos y se habla de tú a tú con tu Client Advisor personal.

Pero tampoco es el escalón último. Eres VIP, pero no del todo. El acceso a ediciones limitadas se logra si se desbloquea la siguiente pantalla: la de pagar por coches que no puedes llevarte a casa. Aquí es donde empieza el tramo final del camino al cielo rojo. Si de verdad quieres ser parte del Olimpo —ese club de unas 600 personas que pueden encargar los modelos más raros, limitados y revalorizados de la marca—, tienes que elevar tu gasto a niveles casi ofensivos.

Los modelos Élite

En la cúspide del catálogo encarnado conviven varios modelos que, curiosamente, apenas se utilizan. Pasan a ser verdaderas obras de coleccionista, que hacen unos pocos cientos de kilómetros al año —si es que los hacen—. Son los típicos modelos que un tipo sube hasta el salón de su apartamento neoyorquino con una grúa para aparcarlo en mitad del salón, como quien expone una multimillonaria escultura de Damien Hirst.

Uno de ellos es el SF90XX, con precio base de unos 795.000 euros, pero en el mundo Ferrari eso es solo el punto de partida. Con una configuración digna de su estatus, el coche se pone fácilmente en un millón de euros, que para qué ahorrarse dineros.

En el programa Icona, convive el Daytona SP3, que parte de unos 2,2 millones de euros, pero configurado como Dios manda, sitúa su factura en cifras que fluctúan entre los 2,6 y 2,8 millones.

El plato fuerte es el 499P Modificata, el coche de circuito del programa XX, que tiene un precio de 5,4 millones de euros. Lo peculiar es que no te lo puedes llevar a casa: Ferrari lo guarda por ti, lo mantiene y te deja conducirlo durante eventos privados. Técnicamente, es tuyo. Pero lo tiene en depósito permanente su constructor.

Servicios y experiencias

Para que te lo ofrezcan necesitas historial, haber comprado múltiples modelos, participar en programas de conducción y eventos exclusivos. Nada de improvisar. Aquí no compras un coche: compras un currículum.

La cima no se alcanza al gastar más, sino al gastar de manera permanente. Para estar entre los 100 primeros clientes del mundo, el gasto total con Ferrari ronda los 10 a 15 millones de euros, pero la clave es la constancia. Para regar de dinero al semental italiano hay que participar en: Corsa Pilota, programa oficial de formación; el Club Challenge, donde llevas tus coches de circuito a eventos de pista; la llamada Passione Ferrari, con experiencias globales para clientes premium; y rallyes internacionales.

El acceso a los próximos modelos no se compra con dinero, sino con lealtad. Una lealtad diseñada para generar dependencia emocional, social y financiera. Porque no es solo un coche. Es pertenencia. Es el derecho de mirar por encima del hombro al tipo que «solo tiene un Ferrari». Es aparecer en las cenas privadas en Maranello, donde los vendedores te llaman por tu nombre de pila. Es saber que tu coche vale el triple en el mercado secundario, pero preferir no venderlo porque la familia es familia.

Ferrari ha perfeccionado el arte de vender exclusividad envuelta en fibra de carbono. El acceso no se mide en caballos, sino en millones invertidos. No te venden un producto; te venden la oportunidad de ser alguien en su ecosistema cerrado y cuidadosamente controlado por la marca. Una marca en la que el cliente asume que rara vez tiene la razón.

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