Volkswagen renueva el T-Roc con más espacio, motores híbridos y diseño más maduro
Es una alternativa de mercado lógica y emocional frente a su hermano el Golf

Volkswagen T-Roc.
Más de dos millones de T-Roc ruedan por el mundo desde que se puso en los concesionarios a finales de 2017. A razón de unos trescientos mil anuales, es el cuarto producto más vendido de Volkswagen tras las salchichas, el Tiguan y el Golf. (Lo de las salchichas forma parte de otra historia). En Wolfsburgo le han metido un calambrazo desfibrilador y lo han reiniciado como cuando despertaron al monstruo de Frankenstein.
El T-Roc (léase tí-roc, y no tróc) necesitaba un cambio de tercio, y no porque el modelo fuese malo o inapropiado, sino porque la última hornada de tecnologías, y sobre todo el avance de sus competidores orientales, le estaban empezando a segar la hierba bajo los pies. Los germanos han hecho algo muy sencillo: aplicar lo que funciona a otros. Han mirado a su alrededor, observado lo que funciona y lo han aplicado con disciplina teutona.
El resultado es un SUV compacto que se presenta con traje nuevo, motorizaciones más eficientes y una intención clara de escalar un peldaño en la percepción de su calidad. Este T-Roc no solo quiere seguir siendo el éxito comercial que ha sido hasta ahora; quiere que lo tomen en serio como coche familiar, como objeto de deseo y como embajador del nuevo rumbo de Volkswagen en diseño y tecnología.
Desde el punto de vista visual, el cambio es claro. El frontal adopta una nueva identidad que rememora las líneas de los ID eléctricos, con faros más estrechos, una línea de luz transversal y un logotipo iluminado, muy chino y, al mismo tiempo, más moderno. A lo lejos, alguno podría confundirlo con un Mercedes o un Smart, pero basta acercarse para notar que es un Volkswagen. En esta generación, el diseño ha ganado en madurez sin perder chispa.
Las proporciones del coche también han cambiado. El nuevo T-Roc mide 4,37 metros de largo, doce centímetros más que antes, y ha ganado tres centímetros en batalla. Ese crecimiento tiene consecuencias positivas en el habitáculo, sobre todo para los ocupantes de las plazas traseras. El espacio para las piernas mejora de forma notable y el maletero alcanza los 475 litros, lo que lo convierte en una opción muy capaz para viajes en familia o escapadas de fin de semana. No necesita ser gigantesco para resultar útil; solo necesita ser coherente.
Hay detalles que evidencian el trabajo detrás de este coche. Las manillas interiores han sido rediseñadas para ser más ergonómicas. Las puertas delanteras cuentan con iluminación para facilitar su uso de noche. El equipo de sonido Harman Kardon suena con mayor claridad y potencia, aunque no es de serie, sino opcional. El techo panorámico se abre de verdad, con cortinilla eléctrica incluida. El diseño exterior ha ganado rotundidad.
En la parte trasera, los cambios también son evidentes. El pilar C es más agresivo y la firma lumínica ha sido rediseñada. Dentro, las plazas traseras mantienen la lógica del conjunto: más espacio, buena visibilidad, climatizador independiente y tomas USB. El respaldo se abate en proporción 60/40 y permite ampliar la capacidad del maletero, que puede incorporar un doble fondo e incluso un gancho para remolque con capacidad de hasta 2.000 kilogramos en las versiones más potentes.
También un paquete deportivo
Las versiones con el paquete Black añaden detalles oscuros en llantas, molduras y techo. Las llantas de 20 pulgadas completan un conjunto atractivo y poderoso, aunque se pueden elegir opciones más discretas. Volkswagen ha optado por esconder los escapes, incluso en las versiones deportivas. Nada de colas falsas: solo líneas limpias y definidas.
El interior ha vivido una transformación igual de profunda. El salpicadero recurre a nuevos materiales, más suaves al tacto y con mejor presencia. La marca ha entendido que el ojo y la mano deben ponerse de acuerdo. El tejido con retroiluminación crea un ambiente nuevo, más acogedor, casi hogareño. En las versiones más completas, el equipamiento incluye asientos ergoActive con ajuste eléctrico y función de masaje. Esos detalles propios de segmentos superiores elevan la experiencia general de forma silenciosa.
El puesto de conducción incorpora una pantalla central de 13 pulgadas, intuitiva y rápida gracias al nuevo hardware. Se complementa con una instrumentación digital de 10 pulgadas y un head-up display que proyecta la información sobre el parabrisas. El control del volumen y los modos de conducción se concentran en un mando giratorio multifunción que también permite ajustar la suspensión adaptativa opcional. Y lo que no lo estaba, como los botones táctiles del volante, ha vuelto a ser físico. Volkswagen ha escuchado a los clientes y vuelve sobre sus pasos.
Nuevos motores, viejos conocidos
La gama de motorizaciones comienza con el conocido 1.5 eTSI de 115 o 150 caballos, ambos con tecnología mild-hybrid de 48 voltios y cambio automático de doble embrague. No hay versiones manuales. Más adelante llegarán los híbridos completos, con el mismo bloque 1.5 pero apoyado por una batería de alto voltaje situada bajo los asientos traseros. Prometen entre 136 y 170 caballos, con posibilidad de conducción 100 % eléctrica en ciertos periodos. Volkswagen asegura una mejora del 15 % en eficiencia frente a los mild-hybrid. No hay por qué dudar, pero serán las pruebas dinámicas las que digan si las promesas son reales.
Para quienes busquen prestaciones y dinamismo, el T-Roc no defraudará. Está confirmada la llegada de versiones con motor 2.0 TSI, con 220 y 265 caballos, y una variante R con algo más de 300. Esta última se convierte en el único SUV compacto de Volkswagen con orientación deportiva pura, ya que el nuevo Tiguan no contará con versión R. El T-Roc R aspira a ser lo que el Golf R representa entre los compactos: una máquina rápida, precisa y divertida, elevada al mundo SUV.
En el apartado tecnológico, el nuevo T-Roc se apoya en la plataforma MQB evo, lo que le permite heredar soluciones del Tiguan o el Tayron. Entre ellas está el Travel Assist, que ahora interpreta mejor las señales de tráfico y anticipa los cambios de velocidad. También incorpora el Park Assist Pro, que memoriza maniobras de aparcamiento de hasta cincuenta metros y permite mover el coche con el móvil, una función propia de segmentos superiores.
Gama más sencilla sin perder opciones
La estructura de la gama ha sido simplificada. Ahora se divide en cuatro niveles: básico, Life, Style y R-Line. Cada uno con su enfoque claro, desde la funcionalidad hasta la deportividad. La lista de paquetes opcionales se ha reducido un 50 % para facilitar la configuración. Hay menos combinaciones, pero más afinadas. Es un movimiento lógico en una marca que busca eficiencia también en el proceso de compra, moneda común en las marcas chinas.
No habrá T-Roc descapotable en esta generación. Volkswagen ha decidido eliminar esa versión, como también lo han hecho otras marcas del grupo con sus modelos cabrio. Una pena para quienes disfrutaban de ese formato, pero una decisión comprensible desde el punto de vista comercial.
Parte desde los 30.845 euros con el motor 1.5 eTSI de 115 caballos y su catálogo sube hasta los 50.000 euros según motorización y acabados. El nuevo T-Roc se posiciona como una alternativa de mercado lógica y emocional frente al Golf: ofrece más presencia, mejor visibilidad, una postura de conducción más elevada y un nivel tecnológico que no tiene nada que envidiar al de modelos más caros. No pretende ser un Tiguan en miniatura, pero se acerca. Y en esa aproximación encuentra su espacio, así que ha hecho justo lo que debía: dar un salto adelante sin olvidar quién es.