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El KIA Sportage 2026 afila sus colmillos para morder a Toyota

El coreano se pone al día en uno de los segmentos más rocosos del mercado

El KIA Sportage 2026 afila sus colmillos para morder a Toyota

El KIA Sportage 2026.

Es el hijo listo de la familia. El Sportage, una de las fuentes de alegrías –y dinero– de KIA, se vuelve más adulto, más pulido y con un argumento contundente bajo el brazo: un sistema híbrido mejorado. El modelo de 2026 quiere pelearle el liderazgo a Toyota a base de unos precios ajustados, musculatura eléctrica y una buena dosis de picardía coreana.

Con la llegada de esta versión híbrida autorrecargable, KIA no solo amplía su gama, sino que da un paso adelante en uno de los segmentos más disputados del mercado europeo. Este renovado Sportage no se presenta como una simple revisión estética de mitad de vida, sino para reafirmar su figura como uno de los SUV compactos más sólidos del momento.

Lo hace con un lavado de cara que, aunque respeta la base de la generación lanzada en 2022, introduce trazos más verticales, formas más audaces y una parrilla que sigue siendo reconocible, pero que ahora se estira. La firma luminosa, con sus faros en forma de estrella, no deja dudas: hay líneas «sustraídas» a los más arriesgados eléctricos como el EV9, aunque siga siendo un vehículo con motor de explosión.

En los laterales, el coche mantiene una cintura alta y una silueta que no busca inventar nada, pero sí dejar claro que sabe lo que funciona. Las llantas, entre 17 y 19 pulgadas según versiones, acompañan un diseño que ha perdido algo del atrevimiento de antaño para ganar cierto empaque. Las versiones GT-Line, como de costumbre, marcan diferencias con sus molduras en negro brillante, pero sin caer en excesos. Por detrás, el conjunto es más de lo mismo: cambios sutiles en el paragolpes, con un nuevo diseño interior en los pilotos traseros y poco más. En resumen, una evolución que refuerza lo que ya gustaba.

El gran salto, sin embargo, se da al abrir la puerta. El interior del nuevo Sportage HEV no quiere ser espectacular, sino eficaz. La doble pantalla curva de 12,3 pulgadas se ha convertido en el nuevo estándar de la marca, pero no se queda en lo estético. Incorpora el sistema WebOS de LG, con funciones descargables bajo demanda, desde videojuegos hasta plataformas de streaming como YouTube o Netflix. La conectividad es total, con compatibilidad inalámbrica para Apple CarPlay y Android Auto, actualizaciones OTA y una interfaz más rápida y clara.

Más allá de las pantallas, lo que realmente destaca es la mejora en los materiales y en la disposición general: menos negro piano, más superficies mates, menos plástico duro y más coherencia. Y, por fin, botones físicos donde debe haber botones físicos. Esas dos ruletas para el climatizador —algo que en ciertas regiones se toca a diario— valen más que cien gestos en una pantalla. El nuevo volante de dos radios, heredado del EV3, ofrece buen tacto, un diámetro adecuado y controles directos. La consola central añade el Head-Up Display de 10 pulgadas, el cargador inalámbrico para el móvil y una llave digital que permite abrir el coche desde el teléfono.

En las plazas traseras, más de un metro de espacio para las piernas permite a los adultos viajar sin encogerse, y el maletero —de 587 litros en la versión híbrida— confirma la vocación familiar del Sportage. Con los asientos abatidos, el volumen se dispara hasta los 1.776 litros, una capacidad de calibre comercial y una característica que muchos pequeños empresarios que usen su coche para una función familiar o comercial agradecerán.

Bajo el capó, el protagonista se llama 1.6 T-GDi. Un bloque de cuatro cilindros turboalimentado que trabaja de forma solidaria con un motor eléctrico que, en conjunto, desarrolla 239 caballos. La transmisión corre a cargo de una caja automática de seis relaciones y convertidor de par, una decisión que prioriza la suavidad por encima del nervio, aunque el modo Sport compensa con cierta agilidad extra.

Se puede elegir entre tracción delantera o total, y la aceleración de 0 a 100 km/h se firma en 7,9 segundos, con una velocidad máxima de 196 km/h. Son cifras más que respetables para un SUV de esta talla, que además luce la etiqueta ECO de la DGT, algo que en España se torna en salvoconducto urbano.

Al volante, eficiencia

En cuanto al comportamiento dinámico, el Sportage HEV no emociona como un GTI, pero sí convence. La dirección se siente demasiado asistida en ciudad, pero eso mismo la hace cómoda. En carretera, el conjunto se muestra sólido, con una pisada que transmite seguridad sin renunciar al confort. El ajuste de las suspensiones es un acierto: filtra sin flotar y no deja que los movimientos de la carrocería se desboquen. En zonas de curvas, el coche responde con más precisión de la esperada y, gracias al selector de modos y a la frenada regenerativa ajustable en tres niveles, es fácil adaptar la respuesta al tipo de conducción.

En cuanto al equipamiento, KIA sigue con su estrategia de ofrecer mucho desde abajo. El acabado Concept incluye faros LED, climatizador bizona, pantalla de 12,3 pulgadas, acceso y arranque sin llave, control de crucero y cámara de visión trasera. Desde ahí se asciende hasta el GT-Line, que incorpora climatizador trizona, asientos calefactables, techo solar, cámara 360º, head-up display y sistema de sonido Harman Kardon.

En medio quedan las versiones Drive y Tech, bien equilibradas para quien no busca todo, sino lo importante. Los precios arrancan en 39.797 euros para la versión HEV de tracción delantera con acabado Concept, y llegan hasta los 53.947 euros si se opta por el GT-Line con tracción total. Eso sin contar descuentos ni promociones.

Dura competencia a la que plantar cara

Frente a sus rivales, el Sportage HEV 2026 juega sus cartas con inteligencia. Frente al Toyota Corolla Cross, ofrece más espacio, más potencia y mejor conectividad. Frente al MG HS Hybrid+, se impone en refinamiento, calidad percibida y sensaciones al volante. Y frente a su primo, el Hyundai Tucson, la batalla se libra en detalles, pero el Sportage puede presumir de un diseño menos recargado y de una mejor integración tecnológica. El Qashqai se queda atrás en potencia, el Peugeot 3008 espera una renovación y el Tiguan llegará, pero con precios que no prometen ser amables.

El nuevo Sportage no busca cambiar el mundo, pero deja claro que lo ha entendido. En un tiempo en que todos los SUV se parecen, en que el diseño audaz se disuelve en normativas y en que la electrificación se impone, este KIA logra algo cada vez más difícil: convencer sin marear. No presume de cifras imposibles ni de promesas inalcanzables. Simplemente lo hace bien y, para la mayoría, con eso basta.

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