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El Polestar 2 evoluciona para lograr una de las mejores berlinas eléctricas del mercado

La marca no se hace la sueca con su modelo más exitoso y lo mejora, y no era fácil

El Polestar 2 evoluciona para lograr una de las mejores berlinas eléctricas del mercado

El nuevo Polestar 2.

Mejorar un Polestar es complicado. Por eso, los responsables de hacerlo aplican una receta sencilla: poco a poco y con cambios simples, pero eficientes. En lugar de pegarles un refrescón grande a mitad de vida de los modelos, subliman lo que ya era bueno para hacerlo aún mejor. El hermano rico de Volvo ha añadido mejoras a uno de sus modelos más exitosos: el Polestar 2.

Y si Volvo lo parió, la firma de la estrella polar lo mejoró. Aunque las comparaciones con Tesla seguirán persiguiéndole, el Polestar 2 ha decidido madurar sin hacer ruido, con esa contención escandinava que no necesita excesos para hacerse notar. En su actualización de 2026, este estilizado liftback eléctrico conserva lo esencial y refina lo importante. Porque, a veces, cuando se toca lo justo y donde realmente importa, el resultado no solo se mantiene vigente, sino que mejora. Es una pequeña reinvención que empieza por dentro, donde los cambios son mucho más profundos de lo que su silueta familiar podría sugerir.

Por fuera, quien conozca el modelo lanzado en 2019 apenas notará diferencias a simple vista. La carrocería sigue esa receta de líneas rectas y proporciones equilibradas, tan propias de la escuela de diseño nórdico. Sin embargo, la edición de 2026 introduce un nuevo tono de pintura llamado Dune, que reemplaza al anterior Jupiter. Un cambio menor, dirán algunos, pero que aporta una calidez mate y arenosa que encaja a la perfección con la sobriedad estética del conjunto.

Para quien se decida por el paquete Performance, las llantas forjadas de 20 pulgadas adoptan un nuevo diseño de cinco radios que, sin ser revolucionario, ayuda a mantener ese aire fresco y actual. Como si llevara traje nuevo sin dejar de vestir el mismo patrón.

Donde sí se nota la mano es en el interior. Aquí es donde Polestar ha apostado por dar un salto cualitativo, empezando por su cerebro digital. El sistema de infoentretenimiento está ahora impulsado por un procesador Qualcomm Snapdragon de última generación que transforma la experiencia de uso. Todo es más fluido: los menús se deslizan con más naturalidad, las aplicaciones se cargan sin esperas y los comandos de voz responden con precisión.

Esta actualización sitúa al Polestar 2 al nivel de sus hermanos mayores —el 3 y el 4— y corrige uno de los puntos débiles del modelo original, cuya interfaz, aunque elegante, pecaba de cierta pereza operativa. A partir de ahora, la conectividad ya no será una promesa, sino una certeza.

Y si hablamos de certezas, pocas tan contundentes como el sistema de sonido Bowers & Wilkins, disponible por primera vez como opción. Se trata de un equipo desarrollado específicamente para la acústica del Polestar 2, con 14 altavoces y una potencia de 1.350 vatios que transforma el habitáculo en una sala de conciertos en movimiento. Más allá de cifras, lo importante es cómo suena: agudos limpios, medios llenos y unos graves contundentes. Para quien valore la experiencia sonora tanto como la dinámica de conducción, este extra puede ser motivo suficiente para marcar la casilla correspondiente en el configurador.

La personalización es otro de los puntos reforzados. La oferta de distintos paquetes ha sido reorganizada para facilitar la vida al comprador. El nuevo equipamiento Plus introduce una tapicería microtextil en tono carbón, combinada con inserciones de fresno negro. El resultado es un ambiente sobrio y cálido a la vez, que mantiene el compromiso con la sostenibilidad sin renunciar a un tacto prémium.

Por otro lado, el paquete Prime fusiona en una única propuesta dos opciones previas y separadas, a las que añade elementos como los cristales traseros oscurecidos, asientos traseros calefactados o asistentes de conducción avanzados. Se acabaron las interminables cadenas de opciones y configuraciones infinitas. Menos es más, muy nórdico.

Pequeños cambios, grandes mejoras

En términos de arquitectura y mecánica, el remozado Polestar 2 no introduce grandes cambios, pero sí optimizaciones significativas. La versión de acceso con un solo motor mantiene la batería de 70 kWh suministrada por CATL, que reemplazó a la anterior unidad de LG Chem. Esta nueva batería permite una autonomía homologada de 554 kilómetros bajo ciclo WLTP, frente a los 546 km anteriores. Ocho kilómetros pueden parecer anecdóticos, pero, en el universo de los eléctricos, donde cada kilómetro de rango psicológico cuenta, esa pequeña mejora es oro.

Ahora admite una potencia de carga rápida en corriente continua de hasta 180 kW, lo que reduce los tiempos de espera en estaciones rápidas: del 10 al 80 % en solo 26 minutos. Las versiones Long Range, con batería de 82 kWh, alcanzan hasta 205 kW de potencia de carga y pueden completar ese mismo tramo de carga en 28 minutos.

El nuevo modelo también incorpora de serie la función Plug & Charge, heredada del Polestar 3, que simplifica el proceso de recarga en puntos públicos. Basta con enchufar el cable: el coche se encarga del resto. Autenticación, pago, validación… todo ocurre de forma automática, sin necesidad de tarjetas, apps ni pantallas intermedias. En el mundo de la movilidad eléctrica, donde la experiencia de uso aún presenta fricciones, esta comodidad tiene el valor de lo invisible: todo funciona sin que tengas que pensar en ello.

Opciones mecánicas para todos los gustos

Las versiones mecánicas siguen diferenciándose por número de motores y potencia. La variante básica, de tracción delantera, entrega 200 kW (268 CV), con una aceleración de 0 a 100 en 6,2 segundos. La versión Long Range Single Motor sube hasta 220 kW (296 CV), lo que reduce ese tiempo a 5,9 segundos. Y, si se opta por el modelo de doble motor, la cifra se dispara a 310 kW (416 CV), con una aceleración de 0 a 100 en 4,5 segundos.

En su variante Performance, la potencia se eleva hasta los 470 caballos (350 kW), lo que rebaja aún más esa cifra hasta los 4,2 segundos. Curiosamente, la velocidad máxima se mantiene en todos los casos en 204 km/h, un guiño a esa filosofía sueca que antepone la sensatez al espectáculo.

Las dimensiones del Polestar 2 se mantienen inalteradas. Con 4,60 metros de longitud, 1,86 de ancho y apenas 1,48 de alto, se posiciona como una berlina elevada o un crossover más que un SUV al uso. La batalla de 2,7 metros garantiza un habitáculo espacioso para cuatro adultos, mientras que el maletero situado en la zaga, de 405 litros —ampliables al abatir los asientos—, y el pequeño frunk delantero de 41 litros aportan funcionalidad suficiente para el día a día. El peso ronda los 1.940 kilos en las versiones más ligeras, lo que permite mantener un cierto equilibrio entre dinamismo, eficiencia y aplomo.

En conducción, el Polestar 2 siempre ha sido un coche que transmite. Su reparto de masas, su centro de gravedad bajo y su respuesta inmediata lo convierten en un aliado silencioso tanto en ciudad como en vías rápidas. La suspensión, orientada al confort, filtra bien las irregularidades sin perder firmeza en curva. No tiene la radicalidad de un Tesla Model 3 Performance ni la suavidad de un Mercedes EQE, pero se posiciona en un punto intermedio que resulta más que adecuado para quien busca equilibrio. Y, si alguien desea algo más, el paquete Performance —con frenos Brembo, amortiguadores Öhlins y llantas específicas— transforma la experiencia en una mucho más dinámica, aunque con un sobreprecio que no todos estarán dispuestos a asumir.

Diseño Polestar, seguridad Volvo

En seguridad, la tradición Volvo sigue pesando. Cinco estrellas Euro NCAP, ocho airbags y una suite de asistentes que incluye control de crucero adaptativo, centrado de carril, frenada automática, lector de señales, detección de fatiga y más. Todo viene de serie, porque en Polestar saben que quien se compra un coche de este tipo espera ciertas cosas sin necesidad de tener que pagar por ellas por separado.

La firma presenta su coche —con oferta— desde los 39.990 euros, aunque, con los paquetes Plus, Prime o Performance, la factura final puede escalar fácilmente por encima de los 60.000. En cualquier caso, sigue siendo una opción menos mediática que un Tesla Model 3, pero también más exclusiva, más cuidada en sus detalles y, sobre todo, con una personalidad diferente. No pretende ser el más barato ni el más rápido, sino el más coherente.

Porque el Polestar 2 no necesita reinventarse para seguir siendo relevante. En lugar de perseguir el último grito de la moda tecnológica, ha preferido pulir sus defectos, consolidar sus virtudes y seguir hablando en voz baja, como hacen los coches que no tienen nada que demostrar. Su actualización de 2026 no cambia lo que es, sino que lo refuerza.

Al final, lo que queda es la sensación de que el Polestar 2 no busca el aplauso del respetable. Busca conductores que entiendan lo que ofrece y lo valoren sin necesidad de artificios. Y, para esos, este eléctrico sueco será algo más que un coche: será un lugar donde todo encaja, una opción premium y un coche que vale lo que cuesta.

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