The Objective
Motor

El Jeep Recon electrifica los caminos de barro con una potencia exuberante

Se le pueden desmontar las puertas y luna delantera para casi parecerse a un ‘buggy’

El Jeep Recon electrifica los caminos de barro con una potencia exuberante

Jeep Recon 2026.

Son la Numancia de los coches. Si los amantes de los deportivos aborrecen de la electrificación, los del todoterreno poco menos que la odian. Así que Jeep, la marca de todoterrenos por antonomasia, para convencer a su clientela de las bondades de los eléctricos puros para salir del asfalto ha de poner poderosos argumentos sobre la mesa. Creen tenerlos con el Recon.

Porque hay coches que se presentan como nuevos modelos, y otros que desembarcan como manifiestos. El Jeep Recon no llega a Europa con la voluntad de completar una gama ni de ofrecer una alternativa: lo hace como quien interrumpe una conversación con una verdad incómoda. No es un coche eléctrico que puede salir del asfalto, sino un todoterreno sin medias tintas que, por circunstancias de los tiempos, ha cambiado el rugido por el silencio. Desde su silueta cuadrada hasta su sistema de tracción, todo en este Recon grita aventura, aunque lo haga sin emitir gases.

Los todoterrenos más populares del planeta suelen serlo gracias a su dureza ante las dificultades y a la facilidad de reparación en condiciones poco favorables. La electrificación finta en sentido contrario y aporta sofisticación. Land Rover lo hizo con el Defender al menos en la segunda asignatura, y le salió bien. Tras su senda, el Recon 100 % eléctrico cruzará el Atlántico a finales de 2026 para pisar tierras europeas tras su debut americano.

En una industria que avanza entre regulaciones y etiquetas, este modelo vuelve a esa idea de que el automóvil puede ser una experiencia física, tangible y sucia, aunque con la electricidad como único carburante. No hay humo, pero sí polvo. No hay tubo de escape, pero sí barro hasta los espejos.

El Recon no disfraza su esencia ni esconde su tamaño. Sabe que no va a gustar a todo el mundo, pero no necesita caer simpático. La parrilla de siete ranuras, ahora iluminada, forma parte de la tradición de la marca. Los voladizos cortos, los pasos de rueda marcados y el portón trasero con la rueda colgando construyen un conjunto que no negocia con las formas. Primero la utilidad y después todo lo demás.

El detalle que descoloca reside en que medio coche puede desmontarse; sí, desmontarse. Puertas, ventanillas laterales y portón trasero se pueden quitar sin herramienta alguna, solo con pasadores y resortes. Puede pasar de un SUV de apariencia urbana a un buggy todoterrenista y salvaje. Con un techo abierto, una luna ausente y un camino de tierra por delante, pocos Jeeps, y menos aún todoterrenos de otras marcas, van a ofrecer una experiencia semejante. La apuesta es fuerte.

Dentro, el tablero es recto, simétrico y recio. En lugar de efectos visuales, hay funcionalidad. Y, sin embargo, no renuncia a la tecnología: pantalla central de catorce pulgadas, panel de instrumentación digital de más de doce, y todo organizado con la lógica de quien sabe que en una pista forestal lo último que uno quiere es distraerse buscando el botón del climatizador.

La palanca del cambio desaparece, pero permanece la empuñadura de sujeción en el lado del pasajero. Es un detalle que dice mucho. En un SUV cualquiera sobra; aquí advierte. El Recon no va de lujo ni de gadgets, sino de estar preparado. Bajo la consola hay espacio para dejar el móvil, pero también un par de guantes manchados de grasa. La guantera es profunda, los acabados están pensados para resistir, y los asientos combinan tejidos técnicos con materiales reciclados sin caer en la estética minimalista y ahorrativa de un Tesla. Aquí no se viene a presumir. Se viene a ser prácticos.

La sensación es de amplitud. Hay cinco plazas reales y un maletero que, con los asientos traseros abatidos, alcanza cotas que permiten montarse casi un dormitorio. Incluso un pequeño hueco frontal, donde otros esconden cables, se convierte aquí en un compartimento útil. La filosofía es sencilla: que quepa todo lo necesario.

Pinta de SUV, estructura de tanque

El Recon no se plantea como eléctrico. Lo es, pero su razón de ser está en otro sitio. Bajo su carrocería descansa una arquitectura preparada para fuertes castigos, no para exhibir cifras de laboratorio. Los dos motores —uno por eje— entregan 650 caballos y unos demoledores 840 newtons metro de par. Con semejante par sería capaz de perseguir a Spiderman trepando tapias. La aceleración de cero a cien se produce en apenas tres segundos y medio, con cifras que en este contexto son casi irrelevantes. Lo que importa es cómo gestiona ese par en una pendiente con barro o qué respuesta es capaz de desarrollar cuando una rueda se queda en el aire.

La batería, de 100 kWh, permite una autonomía que puede rozar los 450 kilómetros si uno no se deja llevar por los caminos. Pero nadie elige este coche para hacerse kilómetros por autovía. El consumo importa, pero más importa saber que cuando el terreno se complica, la energía no será un límite. Las protecciones bajo el suelo son de acero reforzado. La altura libre alcanza los 24 centímetros, y los ángulos de ataque y salida, junto con la articulación de la suspensión, permiten superar obstáculos que a otros coches les parecerían muros.

La gestión del par es muy refinada, algo complejo en vehículos de motorización térmica y con mecanismos caros y pesados. El conductor puede bloquear el diferencial trasero con solo pulsar un botón, y el sistema Selec-Terrain ajusta el comportamiento según el terreno, desde nieve hasta roca pura. Todo funciona con una precisión que no traiciona el espíritu mecánico de los Jeep clásicos. Solo que ahora todo se ejecuta en silencio.

Un precio que impone distancia

El Recon llegará a Europa en los últimos compases de 2026, y lo hará como lo que es: un modelo de nicho. Su precio no será amable. En Estados Unidos parte de unos 56.000 euros al cambio, pero en Europa, con impuestos y homologaciones, la cifra podrá irse con facilidad a los 80.000. Eso lo deja lejos del comprador medio, pero también lo posiciona como un objeto de deseo que no compite con utilitarios eléctricos ni con crossovers de escaparate.

No se trata de vender muchas unidades, sino de mantener viva la idea de que un coche, incluso eléctrico, puede seguir siendo una máquina de explorar. Que la electricidad no significa domesticación, que todavía hay quien busca salir del mapa, aunque tenga que hacerlo con un cable de carga en el maletero.

El Jeep Recon no busca encajar en una categoría. No compite con otros eléctricos porque no hay muchos que se atrevan a estos menesteres con una batería a cuestas. No compite con otros todoterreno porque la mayoría siguen atados al diésel. Es una anomalía, una rareza, una declaración de principios que no pretende agradar y que tiene la tarea por delante de convencer.

No veremos muchos por la calle y es bastante posible que nunca sea un superventas. Dicen que los motores eléctricos no tienen alma porque no vibran, no rugen y no emocionan. Pero hay un momento, cuando se quitan las puertas, se abre el techo y se avanza por unos carriles imposibles para coches normales, en el que las cosas adquieren otro sentido. No hace falta humo para levantar polvo. Ni gasolina para vivir la aventura. Ahora solo falta quien no tema ensuciarlo.

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