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Motor

El Renault 4 E-Tech tiene un espíritu clásico pero un cuerpo nuevo y está en forma

El hermano mayor del superventas Renault 5 adquiere su esqueleto para ofrecer algo distinto

El Renault 4 E-Tech tiene un espíritu clásico pero un cuerpo nuevo y está en forma

Renault 4 E-Tech.

Lo han conseguido. Ha sido como un exorcismo pero al revés. En Renault, en lugar de sacar los demonios de sus vehículos, les han introducido el alma del que cada día más carecen los coches. Si el Renault 5 ha sido un pelotazo para la marca, quien pida un poco más, pero con una gracia similar, siempre puede llevarse a casa un Renault 4.

En el legado de Luca de Meo, el ejecutivo que agitó el árbol y ya no está, reside audacia. Porque era necesaria mucha para rescatar un nombre como Renault 4, vestirlo de presente y confiar en que el público lo entendiera. Durante décadas, aquel cuatro latas fue la puerta de entrada al automóvil para miles de europeos. Servía para subir escaleras de Telefónica, llevar a los niños al colegio por caminos embarrados o para que la Benemérita patrullara caminos rurales. Era un coche sencillo, resistente y, sobre todo, cercano por su accesibilidad.

Hoy, casi medio siglo después de que aquel original dejara de fabricarse, Renault vuelve a invocarlo con un coche eléctrico que quiere ir un poco más allá. El nuevo Renault 4 E-Tech es una reinterpretación urbana y versátil de una idea que parecía perdida: la de un coche útil, sin pretensiones, pensado desde la lógica y no desde el marketing. No se trata de un capricho vintage disfrazado de coche nuevo, sino de uno que se vende para ser usado, sin más, pero con el lenguaje del siglo XXI.

Este nuevo R4 mide 4,14 metros de largo, se construye en Francia y comparte plataforma con el Renault 5 E-Tech; es casi el mismo coche, pero con otro espíritu. A diferencia de su hermano pequeño, aquí hay una batalla más larga, una carrocería más alta y un enfoque algo más familiar. El diseño recoge algunos rasgos reconocibles, como la parrilla negra, los pilotos verticales y el portón inclinado, pero no se enreda en el pasado. Tampoco juega a ser minimalista ni agresivo.

Ahora bien, toda esta envoltura, por acertada que sea, no tendría sentido si al girar la llave —perdón, al pulsar el botón— el coche no supiera responder. Porque lo interesante ocurre cuando empieza a rodar. Y ahí el Renault 4 E-Tech despliega lo mejor de sí mismo.

Lo primero que se nota al ponerse al volante es que no hay que adaptarse a él: es el coche quien se adapta a ti. Desde el primer metro, se percibe como un vehículo pensado para facilitar la vida, no para demostrar nada a nadie. La posición de conducción, más elevada que en la mayoría de los eléctricos del segmento B, ofrece una visibilidad agradecida sin parecer forzada; tacto de SUV en este sentido, pero sin serlo. Uno se siente sentado, no encajado, y eso en el tráfico diario marca diferencias.

La versión más capaz, con 150 caballos y batería de 52 kWh, entrega una aceleración que se siente natural, sin sobresaltos ni esa brutalidad innecesaria que algunos eléctricos exhiben como reclamo. Aquí el empuje es progresivo, suficiente y siempre disponible. Se puede salir de un semáforo con solvencia, adelantar en carretera sin apuros y mantener ritmos sostenidos sin que el coche parezca estar exigiendo una explicación. No hay nada artificial en su entrega de potencia y es excelente en incorporaciones y adelantamientos, con energía, pero sin excesos.

En ciudad se mueve con soltura, con un radio de giro que permite maniobras estrechas sin recurrir a la marcha atrás. La dirección, ligera pero precisa, ayuda a moverse entre bordillos y pasos de peatones con una agilidad inesperada en un coche de esta altura. La frenada regenerativa se ajusta desde las levas tras el volante y permite, si se desea, conducir con un solo pedal en la práctica. Esto, más que una curiosidad técnica, se convierte en una herramienta útil para ahorrar energía y reducir el desgaste físico en entornos urbanos. Basta un poco de práctica para olvidarse del freno en más del 80 % de las situaciones cotidianas.

Pero sería injusto reducir su comportamiento al ámbito urbano. En carretera, el Renault 4 E-Tech mantiene el tipo sin perder su carácter. La suspensión, algo más blanda que en el Renault 5, está afinada para ofrecer algo más de confort que en su hermano más compacto. Las curvas abiertas se negocian con aplomo, los apoyos son estables y, si se activa el modo Sport, la respuesta al acelerador gana inmediatez sin comprometer el equilibrio general. No hay balanceos exagerados ni inercias torpes. Hay movimiento, pero también una sensación de control que transmite confianza.

Un coche sensato

En recorridos mixtos, la autonomía real se mantiene en cifras razonables. No hay milagros, pero tampoco decepciones. Con una conducción sensata, es posible alcanzar los 320-350 kilómetros sin ansiedad y, si se activa el modo Eco, el consumo baja de forma sensible sin que la experiencia de conducción se resienta. El Renault 4 no obliga a renunciar a nada para ahorrar. Se adapta al ritmo que le pidas.

En este apartado, las cifras también acompañan. La carga rápida a 100 kW permite recuperar el 80 % de la batería en apenas media hora, lo que lo sitúa en línea con modelos de mayor precio. Además, incorpora sistema V2L, una rareza en su categoría, que permite alimentar dispositivos eléctricos desde la batería del coche. Un detalle en apariencia menor, pero que amplía su utilidad más allá del simple desplazamiento. No es solo un coche; también puede ser una herramienta.

La sensación general al volante es de solidez. No hay crujidos, ni rebotes injustificados, ni respuestas erráticas. El chasis, bien trabajado, filtra lo justo sin aislar en exceso. Los frenos cumplen sin necesidad de alardes, y la transición entre la frenada regenerativa y la hidráulica es casi imperceptible. No hay ese salto brusco que en otros eléctricos resulta molesto. Aquí, todo está integrado con más naturalidad de la esperada.

Detalles a mejorar

Donde hay margen de mejora es en algunos detalles ergonómicos. Hay zonas en las que uno puede mancharse la ropa al entrar, sobre todo si el coche ha pisado barro o charcos. La boca de carga trasera está algo baja, lo cual facilita cargar maletas, pero también obliga a agacharse más de la cuenta. A cambio, el espacio interior es generoso, el maletero ofrece 420 litros y el aprovechamiento es inteligente, como lo fue en el original.

Comparado con sus rivales, el Renault 4 E-Tech no busca competir en cifras, sino en sensaciones. Frente al Peugeot e-208 o el Fiat 600e, ofrece más espacio y más modularidad. Frente al MINI eléctrico, sacrifica diseño premium para ganar usabilidad real. Y frente a modelos como el Jeep Avenger o el Hyundai Kona, se posiciona como una opción más contenida, menos aparatosa y en cierto modo, más honesta y menos efectista.

Un aire muy familiar

Porque ahí es donde este coche gana la partida. Su fuerza está en cómo se comporta, en cómo se deja conducir, en cómo te acompaña sin pedir protagonismo. Es un coche que no cansa, que no abruma y que hace su trabajo, y lo hace bien. Hay algo en su forma de acompañarte que resulta familiar, casi doméstico. No te seduce como una novedad, sino que te convence sin más. Y eso, en un mercado tan lleno de coches que prometen emociones instantáneas, es un valor de los que ya casi no quedan.

El Renault 4 E-Tech no es un coche para fardar, sino un coche para vivir sin complicaciones. La gama arranca en los 28.867 euros, ayudas y ofertas aparte, para la versión de 122 caballos. En el de 150, se va a los 31.747, a los que se pueden añadir extras y, entre ellos, un techo de lona retráctil que hará las delicias de muchos en verano. No es un cabrio, pero casi. Cuando los técnicos de Telefónica lo vean pasar, suspirarán.

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