THE OBJECTIVE
Opinión

El divorcio del siglo

«La ruptura casi del milenio, me atrevería a asegurar, no es sentimental: es política. La de Ferrovial y el Gobierno»

El divorcio del siglo

Rafael del Pino, presidente de Ferrovial. | Europa Press

No es el de Shakira y Piqué. Aunque sin duda ese sería el soñado por mí. No porque aspire a parecer una resentida nivel Medea, sino porque me parece la pera poder hacer una canción poniendo a parir a tu exsuegra y encima ganar dinero con ello. Ni siquiera es el de Laura Escanes y Risto Mejide, -ya no se hacían felices, dice ella. Pobre, todavía piensa que para eso sirven las parejas-. Incluso me atrevo a asegurar que el divorcio del siglo no es el de Haya de Jordania, hermana del Rey Abdalá, de ese señor con pinta de cabrero de las montañas de Irán que seguramente sea emir de algún lado y muy rico pero que la quiso secuestrar cuando ella lo dejó. 

Podríamos valorar la separación de Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa como una de las más traumáticas de la historia reciente. Sobre todo después de que él haya vuelto con su mujer, Patricia. Esa pobre señora tiene menos dignidad que una ministra de Igualdad. Perdón por el pareado. Yo es que soy muy de Isabel Preysler. No parecer nunca despechada es un arte a la altura de pocas. Le preguntan los medios si ha pasado página del capítulo Mario y responde que «sí, absolutamente». Y consigue ser ella la que nos caiga bien. También es cierto que se me ocurren pocos hombres de los que me resultaría tan fácil pasar página sin esfuerzo. Será muy listo, será muy Nobel y será muy de la Academia Francesa con chaquetilla de cocinero de María Antonieta incluida, pero siempre me resultó un petardo. Y no hay nada que me parezca menos atractivo.

Pero me desvío del tema. La ruptura casi del milenio, me atrevería a asegurar, no es sentimental: es política. La de Ferrovial y el Gobierno. Las ministras han pasado de hacerle loas a ese hombre tan poco interesante como Vargas Llosa que es Rafael del Pino, a decir que la compañía hace dumping fiscal. Yolanda Díaz no sabe lo que es el dumping, pero eso tampoco es trascendente. ¿O acaso no demuestra a diario que tampoco sabe lo que es un ERTE o un fijo discontinuo y ahí sigue? 

Lo importante del caso no es el disgusto de los antipatriotas del Gobierno llamando antipatriotas a los empresarios. Es que se abre una peligrosa puerta a un efecto llamada. O salida. Si sucede le estará bien empleado al Ejecutivo, por estar todo el día inventándose impuestitos de los que ya habíamos advertido todos -todos los que tenemos unas nociones básicas de Economía más allá de las de los hermanos Garzón- que desincentivan la inversión. De hecho la extranjera lleva seis meses estancada, como contaba ayer THE OBJECTIVE. Pero nadie escarmienta en cabeza ajena, que se lo digan a Tamara Falcó; y el Gobierno Sánchez necesitaba que lo dejaran con las vergüenzas al aire ya de una vez. «Mentir es pecado», que diría Yolanda Díaz. Y robar también. Y algunos nos tenemos que quedar a que nos esquilmen para que el PSOE pague prostitutas y cocaína, digo, Sanidad y Educación, pero los que pueden se van. Aquí no hay secuestro de emir que valga.

Así que el Gobierno se ha enterado por las malas de que no estaban casados en gananciales con Ferrovial y no podían disponer de su dinero como se le ocurriera. C’est la vie. Kiko Matamoros y Marta López, volviendo a los divorcios y a las bodas previas, nos dan unos consejos maritales en una revista esta semana, aunque no aclaran si se casan en separación de bienes o no. Se casan, que ya es mucho. Aún quedan valientes. Contraer matrimonio, que dirían los cursis, sí tiene una cosa buena. Y no me refiero a la posibilidad de acabar siendo viuda sino a la declaración conjunta de Hacienda. Y hablando de declaraciones, hoy es otra vez 8-M. No pensaba comentar nada al respecto porque no me gusta aburrir a los lectores, pero las afirmaciones de Macarena Olona diciendo que «pone en valor» a Doña Consuelo, fundadora del Partido Comunista en la República Dominicana, me han quitado las ganas de vivir. Pam aún no se ha recuperado de la impresión de no poder ser la que diga la bobada más gorda en el Día de la Mujer. Menos mal que es miércoles y nos quedan las revistas del corazón. 

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