Ana Obregón me hace la vida imposible
«No soy derrotista, pero mi actitud vital consiste en hacer cosas mientras espero la llegada del Euromillón o la muerte, lo que suceda primero»
La pobre Ana Obregón me está haciendo la vida imposible. Sé que no lo hace a propósito, que bastante tiene ella con lo suyo. Pero yo escribo los martes de noche para publicar los miércoles y me acuesto feliz pensando que he tratado el tema más interesante de la semana. Y a la mañana siguiente me levanto con sus portadas en ¡Hola! sobre su hija-nieta y me doy cuenta de que he fallado porque el asunto insuperable es el suyo. Esta semana me he rendido. Voy a hablar de lo que a mí me apetece asumiendo que Ana nos eclipsará a todos. No soy derrotista, pero si mi actitud vital consiste en hacer cosas mientras espero la llegada del Euromillón o la muerte, lo que sea que suceda primero, a la vuelta de Semana Santa, es fácil pasar por unos días de desánimo. Yo después de vacaciones me encuentro como imagino que debió de sentirse Tamara Falcó al ver que Íñigo Onieva había subido a Instagram las fotos de su viaje a Bali de estos últimos días sin retocar, después de que ella se tomara el trabajo de hacerse un photoshop para parecer como diez kilos más delgada.
Así que me dispongo a hablar de realeza, que me gusta más que un vientre de alquiler. De Doña Letizia. Tengo un amigo que tiene un amigo que llama a nuestra soberana «Letizienta», y a mi me hace bastante gracia -como mi excompañero de trabajo que llama a Florentino ‘Su Florentineza’-, aunque cada vez la encuentro menos Letizienta. Desde hace un par de años me gustan como la mitad de sus atuendos. Eso es mucho decir. La cosa es que se ha hecho oficial que Felipe VI y su mujer van a asistir a la coronación de Carlos de Inglaterra. A mí me parecía de cajón, pero no debía serlo. Y aprovechando que el Pisuerga pasa por algún sitio, varias revistas del corazón publicaban perfiles de Letizia. Una de ellas, aprovechando que tiene 50 años, nos contaba 50 cosas que no sabemos de ella. Originalísimo. Yo seguro que no sé ni 50 ni probablemente cinco, porque si me preguntaran cómo definir a la Reina de España solo se me ocurriría mencionar una pasión difícilmente explicable por Felipe Varela.
«Yo me alegro de que en Westminster vayan a estar representándonos nuestros Reyes porque son guapos, simpáticos -él más que ella- y con pintón»
Ojo, que no critico a Varela, que es un diseñador maravilloso. Pero para señoras ya en edad de ser madrinas. De bodas, no de bautismo. Y Letizia lo usaba cuando era más joven que yo. Y además, espero que no me haga un Pelayo Díaz, que ha pedido públicamente el despido de la community manager de Stradivarius porque la chica comentó en sus redes sociales privadas un look del estilista con unas mallas blancas de ciclista que no le podían gustar a nadie menos a su abuela. Y ni eso.
Me desvío. Letizia va a ir a la coronación. Fabuloso. Quién querría perderse un fiestorro en Reino Unido. Con sus ginebritas y demás. Soy muy partidaria de las copas. Menos de las vaginales que se empeña en enseñarnos Irene Montero. Me parece muy tránsfobo ir presumiendo por ahí de persona menstruante. Y por encima de todo, muy ordinario. Así que digamos que soy más bien muy partidaria de ir a sitios en los que se puedan tomar copas. Aunque haya que tomarlas en compañía de señoras con pinta de llamarse Mildred o Winifred, que es como me pega que se llamen siempre las señoras inglesas con chaquetitas de colores pastel y pelo gris a lo Reina Isabel. Igual que todas las británicas que van a realities de infidelidades tienen pinta de llamarse Meghan -con perdón de Markle-.
Me vuelvo a desviar. Se van a la fiesta de coronación de Carlos. No se espera de ellos que toquen el cajón flamenco ni similar -aunque yo me hice monárquica ese día-, sino que se hagan fotos aburridas con otras familias reales. Con los eméritos no, que no están invitados. Deben ir cortos de espacio en la Abadía de Westminster. Y yo me alegro de que vayan a estar representándonos nuestros Reyes porque son guapos, simpáticos -él más que ella-, y con pintón. Y eso es mucho más de lo que podemos decir de nuestro Gobierno. Que las repúblicas las carga el diablo. Lo mismo te acaban tocando de presidente y consorte unos horteras como Macron y su mujer que algo peor como los Kichis. Ya está, ya lo he dicho. Ahora a esperar a ver con qué me revienta la columna Ana Obregón.