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Opinión

Todos contra Ana Obregón

«Pocas veces una noticia del corazón había causado tanto impacto en la política; cada vez hay un límite menos claro entre el ‘corazoneo’ y la realidad social del país»

Todos contra Ana Obregón

La actriz y presentadora Ana Obregón. | Europa Press

Ni muerta habría conseguido abrir el Telediario, algo por lo que Ana Obregón, en sus tiempos de Antoñita la fantástica, cuando era novia de Miguel Bosé y le hacía paellas a Steven Spielberg, habría vendido su alma al diablo. Pero ahí estaba ahora, de protagonista absoluta, cuando su alma ya no aspiraba a publicidad alguna sino a encontrar la paz interior que empezó a perder cuando la muerte se cebó con los suyos, no solo en La 1 sino en los informativos de todas las cadenas, en los titulares de todos los medios digitales (ojo, que aparece incluso en un destacado de The Guardian), estrella de todas las tertulias radiofónicas y televisivas, con su hija recién nacida en una portada de ¡Hola! que traspasaba los límites del ‘papel couché’ para sacudir el debate político nacional.

La polémica llevó a intervenir a la ministra de Igualdad, Irene Montero, y a medio gabinete femenino, a darle donde más duele («Lo suyo es violencia contra las mujeres») y con el PP dispuesto a incorporar el delicado asunto en su próximo programa electoral, robándole la idea a un agónico Ciudadanos. Pocas veces una noticia del corazón había causado tamaño impacto en la sección de política, algo que por otra parte viene a demostrar que cada vez hay un límite menos claro entre el ‘corazoneo’ y la realidad social del país.

Ana ha podido comprobar en sus carnes que, en ocasiones, lo de las dos Españas es un mito, porque hablamos de una misma España y su reverso tenebroso: la España que un día te quiere y al otro te odia. Toda a la vez. Y ahora más, con las redes sociales amplificando el ruido. El país que la había acompañado en su duelo por la pérdida de su hijo, primero, y de su padre, después, se ha despachado a gusto con memes (que han provocado una agresiva campaña de la revista recordando que no pueden usarse las fotos de su reportaje interior porque tienen derechos de autor) y comentarios despiadados, acusándola de egoísta y de haberse comprado un hijo, entre otras lindezas. Desde el miércoles, todo el mundo ha cargado sin miramientos contra ella: Ana Obregón ha pasado de ser la más querida presentadora de nuestras Campanadas a nuestra villana favorita. Mujer, sola, mayor, fantasiosa: un blanco perfecto.

Ana ha sido madre de Ana, por gestación subrogada, a los 68 años. La verdad es que la criticada imagen llevada por una enfermera en silla de ruedas saliendo del hospital -que llevó a Telemadrid a creerse que había sido ella quien había dado a luz tras un discretísimo embarazo, ejem, más que discreto, milagroso, y que ¡Hola! intentó borrar de las redes- se debía más a una cuestión de protocolo que a una teatralización de la noticia. Los hospitales norteamericanos tratan a los recién nacidos como pacientes y, como tales, abandonan las instalaciones siguiendo unas pautas de seguridad: por no hablar del tema de los seguros, que tienen cláusulas estrictas sobre esta cuestión para evitar cualquier percance con los bebés.

«La cosa ha ido creciendo como una delirante bola de nieve en la que no ha podido faltar la nota conspiranoica que demuestra lo cabrones que podemos llegar a ser»

Pero daban igual las explicaciones legales, el daño estaba hecho: Ana parecía vendernos la imagen de madre recién salida del parto y no la de una señora que ha firmado un contrato de unos 150.000 euros para que se le entregue una criatura con la que ha conseguido su objetivo: «Ya no voy a estar sola». Le ha salido más caro que comprarse un perro o un gato, eso está claro. Y lo ha hecho sabiendo que el proceso no es legal en España, aunque una disposición del Ministerio del Justicia, por una de esas paradójicas brechas por las que la gente con dinero puede saltarse la ley en nuestro país, le va a permitir incluir a su hija en el registro civil. Un sencillo trámite y, ¡tachán!, problema resuelto. Previo pago de un pastizal, claro. Porque aquí, a su edad, ni siquiera podría adoptar.

A Ana le queda mucha quina por tragar. Y lo va a descubrir a su vuelta de Miami. Desde que saltó la noticia, la cosa ha ido creciendo como una delirante bola de nieve en la que no ha podido faltar la nota conspiranoica que demuestra lo cabrones que podemos llegar a ser: según la teoría de la madre-abuela, Ana se habría inseminado con el material genético de su propio hijo, Alessandro Lequio, fallecido de cáncer hace tres años, por lo que habría sido madre de su propia nieta. Evidentemente, es una fantasía tuitera que se ha hecho viral porque tiene todos los ingredientes para arrasar: es retorcida, cruel, absurda, indemostrable. Y falsa, pero eso qué importa si vende.

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