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Opinión

Esto no era 'El hormiguero', señor Sánchez

«Queda mucha campaña, pero Sánchez no tendrá revancha televisiva con Feijóo. Visto lo visto, igual hasta lo agradece»

Esto no era ‘El hormiguero’, señor Sánchez

El presidente del Gobierno y candidato del PSOE a la reelección, Pedro Sánchez. | Europa Press

Feijóo es un perro viejo. Un tipo experimentado en la política. Pero no es el señor de Orense un hombre televisivo. O no era. Se habrán sorprendido hasta los suyos. «¿Pero este es nuestro Alberto?» se ha debido de preguntar hasta el último simpatizante popular de Fuentealbilla. Se esperaba una estrategia de amarre del líder popular, un no salir a perder, un «no hagas el ridículo, Alberto, por Dios». Pero Alberto salió desde el principio a llevar el control del debate. Arrancó fuerte, pero no irritante. Porque en un debate no importa tanto lo que digas, sino cómo lo digas. Un Feijóo presidenciable, sí, frente a un Sánchez que parecía más bien un aspirante a la presidencia. 

Para el manual del candidato derrotado. ¿Quién ha sacado en el debate el asunto del Falcón?, ¿qué persona ha expresado primero el «que te vote, Txapote»?, ¿qué candidato a la presidencia del gobierno ha mencionado el sanchismo? Sánchez, siempre Pedro Sánchez. Comprando todos los mensajes de los que le quieren desalojar de La Moncloa ¿Pero qué asesor monclovita le ha aconsejado al presidente adoptar todos los marcos del rival?, ¿Susana Díaz?, ¿Miguel Ángel Rodríguez disfrazado de Óscar López? O sea, que un Pedro Sánchez que se encierra cuatro días para preparar un debate no es capaz de salirse de los marcos contrarios y adoptar nuevos. Y un detalle irritante, ese lema del «ustedes hablan de sanchismo y yo pienso que PP y Vox son lo mismo», al nivel de “No hay marcha en Nueva York y los jamones son de York”, que cantaba Mecano. 

Fue un debate bronco, aburrido y mal moderado. Un cara a cara atropellado, bailando sobre interrupciones constantes. Unas cuantas veces (bastantes) por parte del líder socialista, y otras tantas ocasiones del aspirante popular. Estuvo rápido Feijóo en ser el primero en llamar, vieja táctica, a la calma al contrario, «le propongo que se tranquilice», y estuvo ingenioso cuando le espetó, «ya sabía yo que no me dejaría hablar, pero no tanto. Esto no es El hormiguero, señor Sánchez». Y de hecho no estuvo el presidente tan cómodo como se le ha visto en la tournée de entrevistas que había dado estas semanas atrás. Un rocoso gallego de Os Peares se había propuesto neutralizar al aguerrido político de Cuatro Caminos. Y lo consiguió. El galleguismo ha sido la kriptonita de Súper Sánchez.

En el bloque económico acertó el gallego al ir a los datos de la microeconomía, o lo que es lo mismo, dirigirse a la señora que va a hacer la compra al mercado todos los días. El apartado de la igualdad debía haber sido el punto a favor para Sánchez, pero el popular se agarró a la ley del solo sí es sí como Rose a la tabla en el final del Titanic. Y fue en ese bloque cuando el aspirante genovés sacó a relucir el contrato por el cual si tan malos eran los extremos, él se comprometía a dejar gobernar si el PSOE ganaba las elecciones, pero claro, debía comprometerse el PSOE a lo contrario. Y allí se quedó el contrato a mitad de mesa, en tierra de nadie. Agua de borrajas. Salió el 11-M y las Azores, y mucho Aznar. Recitó Pedro las barrabasadas de algún que otro miembro de Vox ahora en cargos de responsabilidad, pero Feijóo, el de la aldea, tenía cara de póker. 

En alguna pausa de publicidad, Zapatero en su casa debió estar tentado de pillar un taxi hasta Atresmedia. Sánchez se fue empequeñeciendo a lo largo del debate. Patinó el candidato Alberto con Pegasus y el espionaje al móvil del presidente, que se ha cerrado por culpa de la nula colaboración israelí, no por obstrucción de Sánchez, tal y como dijo. Hubo tiempo para el Falcón, (apasionante debate, entiéndame), para explicar lo que haría Feijóo con Marruecos. Se entendió que volver a lo que había A.P. (antes de Pedro). Y en los minutos de oro, volvió el telegénico de Sánchez, que mira a cámara como pocos, mientras que el señor de Ourense, mostró la patita poco televisiva, y cometió el que fue su mayor lapsus. No mirar a cámara en el minuto final. Parecía que le hablaba al regidor del plató. 

Y varias dudas. Quizá Pedro Sánchez se ha entrenado con demasiadas entrevistas, respondiendo y preguntando (a sus ministros), y no con muchos debates. Quizá habría sido más interesante un cara a cara entre gallegos y viejos conocidos como Yolanda Díaz y Núñez Feijóo. Quizá nos hemos acostumbrado, lamentablemente, a que un debate de este tipo la cultura, el medioambiente, la situación de los jóvenes, los autónomos, pasen sin pena ni gloria. Quizá para tener dos moderadores que lo único que hagan sea dar paso y apenas hacer preguntas, ni cortar interrupciones, sea mejor poner a un único moderador. Y así se ahorran un sueldo. Y quizá, quién sabe, este debate sea menos trascendente de lo que hoy, con la febril excitación de lo que consideramos decisivo, creemos. Queda mucha campaña, pero Sánchez no tendrá revancha televisiva con Feijóo. Visto lo visto, igual hasta lo agradece.  

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