Mucho más que Alexia
«Lo que empezó siendo una brisa futbolera en Nueva Zelanda culmina en viento huracanado con nombres propios»
En 1992, Penny Marshall dirigió Ellas dan el golpe, con Geena Davis, Madonna, Lori Petty y Tom Hanks en los papeles estelares. La acción discurre en 1943; los hombres están en el frente y varias mujeres deciden ponerse el mundo por montera —cabría aquí la expresión que con «más valor que El Guerra»—, armar un equipo y apuntarse a la liga femenina de béisbol para captar la atención de un público deprimido por las noticias que llegaban de Europa y Asia. A partir de ahí, en clave de comedia, toda una historia de superación para demostrar que podían llenar los estadios y competir como los hombres. Ochenta años después, con fútbol en lugar de béisbol, la mujer lucha por derribar obstáculos, eliminar prejuicios, llenar los campos de gente y acercarse al hombre. No es un largometraje, es el Mundial. Ellas han recorrido parte del camino; pero aún les queda trecho. De Nueva Zelanda a Australia los pasos de aproximación han sido enormes y sólo queda un partido para la conquista.
En el Tour de 1983, el de la resurrección del ciclismo español, Ángel Arroyo terminó segundo, a 4’04 de Laurent Fignon, el vencedor. Arroyo, que es muy suyo y muy racional, sentenció: «Lo que importa es ser primero. Del segundo nadie se acuerda». Cometió un error al situarse a rueda de Sean Kelly en la etapa crucial y pagó cara la elección equivocada. Pero ésa es otra historia. Lo del reconocimiento del subcampeón, en según qué deportes, es el consuelo inmediato, hasta que se olvida. Hay excepciones, claro. En los Juegos Olímpicos, las medallas de plata, también las de bronce, adquieren un valor extraordinario, sobre todo entre países que se asoman a hurtadillas al medallero; pero ¿quién se acuerda de los 14 tenistas que perdieron con Nadal la final de Roland Garros? ¿Y de los tres subcampeonatos europeos del Atlético? Causa más dolor ese recuerdo que orgullo entre sus aficionados. Fueron tres derrotas crueles, tremendamente crueles, la verdad. Porque en fútbol lo que realmente cuenta es ser primero; así entró en el Olimpo el fútbol español, con el triunfo en el Mundial de Sudáfrica: ¡campeones! De haber ganado Países Bajos, entonces Holanda, el 11 de julio de 2010 sería jornada de difuntos, una fecha para olvidar, como el 17 de agosto de 2023 por la tóxica y fantasmagórica presencia del prófugo de Waterloo. Afortunadamente, «Iniesta de mi vida» cambió el signo de los tiempos y el minuto 116 de aquel partido permanece indeleble. En cuanto al Mundial femenino de fútbol, la racionalidad varía porque la panorámica general es diferente. Tiene audiencia y multiplica el índice de seguidoras cada partido. Y el de practicantes. Y el de seguidores. Es una fiebre. ¡He visto grupos de niñas jugar al fútbol con balón de reglamento en la plaza del pueblo! Lo que empezó siendo una brisa futbolera en Nueva Zelanda culmina en viento huracanado con nombres propios -Aitana, Alexia, Alba, Olga, Salma…-, como los temporales. Es fútbol con F de femenino.
«El subcampeonato podría haberse firmado antes de empezar; hoy parece poco botín por todo lo que hay en juego: la consolidación del fútbol femenino en España»
A las 03.30 de la madrugada el equipo informático de THE OBJECTIVE colgó este artículo. Ocho horas y media antes del comienzo de la final del Mundial en Sidney. Significa que a las dos de la tarde la campeona será España, ojalá, o Inglaterra. Y no da lo mismo. Aun que «hay derrotas que tienen más dignidad que la victoria» (Borges), vencer en este mediodía de tórrido domingo de agosto de 2023 resultará mucho más trascendental que la importancia de ese segundo puesto, pérdida, al fin y al cabo, lo cual no será un baldón en el equipo de Jorge Vilda, que tan lejos ha llegado, sino todo lo contrario. Superada la fase de grupos, la selección hacía historia más allá del resultado. El subcampeonato podría haberse firmado antes de empezar; hoy parece poco botín por todo lo que hay en juego: la consolidación del fútbol femenino en España, coronado por un campeonato del Mundo. Con esta Copa viajan los Reyes Magos y Papá Noel, y una corte de patrocinadores dispuestos a invertir para hacer justicia a las futbolistas profesionales. El crecimiento es uniformemente acelerado. Sube la marea, roja como la del venturoso 2010; pero el fenómeno es diferente. Hace trece años ellos ya estaban ahí; hoy son ellas las que todavía están llegando, deseosas de «sacar un país a la calle», el sueño del seleccionador.
Hombres, mujeres… Las comparaciones son odiosas, incluso ridículas, si nos guiamos por esta frase de Voltaire: «El primero que comparó a la mujer con una flor fue un poeta; el segundo, un imbécil». ¿Cabe pues comparar a la futbolista con el futbolista? ¿Son equiparables? Juegan a lo mismo y si algo diferencia el fútbol de unas y de otros es que el de ellas se recrea en el juego limpio y el de ellos se reboza en artimañas. Tretas, picardías, simulaciones, en el de ellos, todo vale. «El fútbol es de listos», resuena la frase en los vestuarios masculinos, habría que cambiarla por esta otra: «El fútbol no es de tramposos». Pero, vamos, que por ensalzarlas a ellas no vamos a demonizarlos a ellos. No obstante, plasmemos las diferencias, nítidamente salariales, entre otras razones porque a lo que juegan los hombres genera muchísimos más réditos. Ejemplos: Alexia Putellas, la mejor jugadora del mundo dos años consecutivos, ingresa anualmente 800.000 euros de ficha y 3,2 millones en publicidad. Hazard cobraba del Madrid 30 millones anuales. Según convenio, el salario mínimo de un futbolista de Primera División esta temporada son 182.000 euros; la mitad en Segunda. Una futbolista de Primera División, 16.000 como las asistentes de las árbitras, que cobran 35.000. En el Mundial de Qatar, la FIFA repartió 444 millones en premios, en este de Nueva Zelanda y Australia, 110. La selección campeona en Sidney recibirá 4,29 millones; Argentina se embolsó 42. La intención de Infantino para los próximos mundiales de 2026 y 2027 es que unos y otras cobren lo mismo. Parece una utopía, por eso es fundamental que España se proclame campeona del Mundo, para que el presidente de la FIFA siga soñando, aunque las diferencias de género en el fútbol español dentro de cuatro años continúen siendo abismales según la cuenta corriente. Incluso ahora que este deporte es mucho más que Alexia, porque ellas han dado el golpe.