Pido la amnistía para mi WhatsApp, Pedro
«Si ustedes nunca, ante la feria de las hormonas en la que viven los adolescentes, han dicho una gilipollez, tiren piedras»
Era un verano más y apareció Florentino Pérez. Surgió la voz del presidente del Real Madrid para entretenernos durante el tedio de la canícula. Experta ella en conseguir el aburrimiento de los españoles, excepto si hay Mundial de Fútbol, elecciones generales o asesinato macabro en Tailandia. El Confidencial publicó en 2021 unos audios del mandatario blanco, de sobra conocidos hoy, donde entre risas, solomillos y alguna copa, se quedaba a gusto el señor Pérez.
El hombre de modales cuidados, fruto de sus años en los escolapios de San Antón, se destapaba ante la opinión pública con una lengua salvaje. Rajó de casi todo el mundo. Hubo risas, muchas. Hubo anécdotas gloriosas. Aquella burrada que, en boca del presidente, Mourinho le dijo al «besugo» Mesut Özil: «Mira, esa tía con la que sales se ha acostado con todos en el Inter y el AC Milán, incluido el cuerpo técnico de ambos equipos».
Los españolitos disfrutaron con lo que más le gusta a un español: ver rajando, y de forma graciosa, el uno del otro. A Florentino Pérez, no hay más que verle, no le afectó para nada aquello. Incluso, siempre defenderé que esos audios, grabados sin el consentimiento de Florentino en momentos de privacidad y confianza, humanizaron al presidente. «Zoquete, animal de bellotas, es muy corto». Sí, para sorpresa de nadie, los jefes critican a los empleados, como los empleados critican a los jefes.
Y nadie en un juicio sensato, concluye que es punible escuchar de esa guisa a Florentino. Es algo privado, y aunque algunos audios pudieran tener valor informativo, la mayor parte era morbo. Razonable interés en conocer cómo se expresa alguien famoso cuando se siente en confianza. Qué es lo mismo que haces tú cuando estás tomándote una cerveza con un compañero al término de una jornada laboral. Lo que hará Sánchez o Feijóo, a su modo, al estar en la intimidad.
«He decidido que me afiliaré a Junts para que, en caso de que se revelen mis mensajes privados, al menos pueda pedir la amnistía para ellos»
La Cadena Ser publicó hace unos días que se enviaron mensajes machistas en un grupo de WhatsApp de los estudiantes de Magisterio de la Universidad de La Rioja. Con el boato de quien quiere hacer pasar a una noticia de provincias por debate nacional, ostentaron algunos opinadores una indignación tal que llegaba a resultar cómica. Sí, para sorpresa de nadie, se dicen burradas por WhatsApp, muchas y de todo tipo. Y nadie en un juicio sensato, concluye que es extraño ver a jóvenes universitarios decir cosas asquerosas.
Tienen motivo las alumnas de expresar su queja, de sentir que alguien que haga esos comentarios no es apto para dar clase a nadie. Y hay razones para que la Universidad pida a los jóvenes un ejercicio de reflexión. Pero ¿qué derecho tiene una Universidad para pretender expulsar a unos alumnos por lo que dicen en un chat privado? ¿A santo de qué Irene Montero intenta sacar rédito político de las cinco burradas de unos jóvenes? ¿Desde cuándo el Estado, con su régimen de delatores oficiales, va también a castigar unos chats privados? Ya no es que lo personal sea político, es que lo privado también es político. ¿Hay algo que no sea político?
Yo, aquí lo confieso, he dicho borricadas por WhatsApp. Con la confianza de que quien recibe esos mensajes son amigos que conozco de toda la vida. Personas que saben quién soy, y asumen que quien dice esa imbecilidad, en realidad no es estúpido. O no del todo. Compañeros que pueden captar una ironía o un gag compartido en un lenguaje íntimo. Hubo, cuando saltó la noticia, muchos lapidadores que afilaron las piedras contra los estudiantes de magisterio. Les pediría que hagan un ejercicio de memoria vital.
Si ustedes nunca, ante la feria de las hormonas en la que viven los adolescentes, han dicho una gilipollez, tiren las piedras. Sí ustedes dejarían sin temor alguno que se publicaran los mensajes que se mandan con sus colegas, tiren las piedras. Sí ustedes están limpios de polvo y paja, tiren las piedras Y si no, cállense porque son iguales que esos estudiantes. Gemma Lienas, diputada del PSC, pidió que se les impida obtener el título a esos jóvenes. Se me encendió la bombilla. He decidido que me afiliaré a Junts para que, en caso de que se revelen mis mensajes privados, al menos pueda pedir la amnistía para ellos. Una amnistía para mi WhatsApp, Pedro. Olvidémonos de lo malo. Por la convivencia.