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Opinión

Guerra y González: este PSOE no lo reconoce ni la pareja que lo parió

«El asunto estelar era la amnistía, el Rubicón por el que debe pasar Pedro Sánchez para aguantar en La Moncloa»

Alfonso Guerra y Felipe González antes de la presentación. | EFE

El Ateneo de Madrid se convirtió la tarde de ayer en la peor pesadilla inimaginable para Adriana Lastra. Reunión de políticos mayores del PSOE y críticos con Sánchez, habráse visto. Alfonso Guerra, rockstar de la política, presentaba libro, y no lo hacía solo, allí estuvo Felipe González para acompañarle. Como en los viejos tiempos, actuando de nuevo el dúo que gobernó España durante más de una década. Más gancho que Rajoy, Soraya y el bolso, tienen los dos, eso hay que reconocerlo. Y por encima de muchas cosas tienen poder de convocatoria, «¿Esta gente sabe que es la presentación de un libro? Qué parecería que hubiera algo más», expresó con sorpresa –e ironía– Guerra, nada más pillar el micro.

Bien sabe Guerra que casi nadie fue allí a por el libro que anunciaba en sociedad, La rosa y las espinas, salvo los groupies guerrista s–y felipistas– que merodeaban el recinto y aplaudían con el fervor del devoto cada titular que se escuchaba allí. Como el que va al Bernabéu y aplaude cada pase con el exterior de Luka Modric. Allí cada crítica de Guerra a Sánchez, marca de la casa, era respondida con algarabía. Primero habló el exvicepresidente, que, como de costumbre, fue quien de manera más teatral, sacó las críticas más duras a pasear. Juega alto e intenta dominar desde el principio. Se quitó rápido los prolegómenos, es decir, saludos, agradecimientos, de qué va el libro, y fue a por lo que el público pedía. 

El asunto estelar era la amnistía, el Rubicón por el que debe pasar Pedro Sánchez y sus jinetes yolandistas, para aguantar en La Moncloa. «La amnistía sería la humillación deliberada de la generación de la transición»; «la amnistía presentaría como demócratas a los felones que atentaron contra la democracia y que repiten cada día que volverán a hacerlo». La pelota ya la dominaba él, y chutó a puerta, o sea, al «desleal» Pedro Sánchez. Sacó la hemeroteca Guerra, repaso las contradicciones de Sánchez –sólo las más recordadas porque el acto tenía un horario que cumplir, entiéndame– y sostuvo que él había mantenido su posición a pesar del tiempo, qué es «el otro», cariñoso apodo para el presidente, el qué es disidente y desleal. 

Sacó Guerra los datos de los partidos minoritarios y nacionalistas que apoyan y pretenden apoyar a Sánchez en la futura investidura, «un porcentaje minoritario dominando el conjunto de la nación», expresó, quejoso, el ingeniero sevillano. «Eso es lo contrario a la democracia». Y se aventuró a decir: «Está situación no durará, no puede durar, porque la libertad y la democracia anida en el corazón de muchos socialistas». Estalló en aplausos el auditorio. Mientras tanto en Nueva York, el presidente del gobierno, estalló en sinceridad inusual con el asunto Puigdemont y se lamentaba porque «una crisis política nunca tuvo que derivar en una acción judicial». Creo que sobre la duración te ha respondido el presidente, Alfonso.

Felipe González, tono más comedido, pero igual de contundente, confirmó que estaba de acuerdo con lo dicho por Alfonso Guerra. Lo que el antisanchismo unió que no lo separe Dios. Y González tomó la palabra. Fue el momento estelar de la tarde en la que los antisanchistas, allí estaban Page, Lambán, Javier Fernández, Nicolás Redondo, se reunieron. González la tomó especialmente con Puigdemont y Yolanda Díaz. Al primero por motivos evidentes, a la segunda por la cantidad de elecciones que le da a Feijóo, «aun sin haber ganado ni unas solas elecciones». Y por su viaje «indigno» a Bruselas en misión especial: salvar el Gobierno y mi puesto de vicepresidenta. «Hay quien cree que no estamos defendiendo al partido, pero eso es lo que estamos haciendo», dijo Felipe por si acaso el comité de expulsiones del PSOE estaba pendiente del acto. Pero ya les digo que el comité, órgano unipersonal, estaba en Nueva York. Quizá para antes de dormir se vea un resumen, expediente y boli al lado. 

Atacó, al igual que Guerra, la amnistía. Recordó que la amnistía borra el delito, es decir, que lo que se hizo ilegalmente pase a estar legítimamente hecho. Elevó la voz antes de cerrar, «no podemos dejarnos chantajear por nadie, y mucho menos por minorías en extinción». Como siempre pasa en este país, para muchos Guerra y González no solo pueden estar equivocados, sino que además están al servicio del rival, o sea, de la derecha, o lo que es lo mismo, «estos viejos se han vuelto fachas». «¿Cómo van a interpretar que estemos de acuerdo?», se preguntaba González, y se respondía: «Qué estamos viejos, que somos de otra época». Esos «fachas» siguen votando al PSOE, pero a la vez ponen tan en duda lo que está haciendo este PSOE de Pedro Sánchez que cabría pensar que, al igual que Alfonso Guerra lo dijo de España, Sánchez ha conseguido que el PSOE no lo reconozcan ni la pareja política que le volvió a dar vida tras 40 años de vacaciones. 

Guerra llama «disidente» a Sánchez por abrirse a una amnistía que sería una «humillación»Guerra llama «disidente» a Sánchez por abrirse a una amnistía que sería una «humillación»
2 comentarios
  1. Zeuss

    Hay cierta incoherencia entre lo que dicen y lo que hacen.. o mejor, lo que no hacen. Aunque sea su partido, dejen de votar al PSOE si no están de acuerdo. Lo que no quiere decir que tengan que votar a otro. Rompan su carnet de socialista hasta que el partido se refunda. Por mucho menos que estos atropellos dejé de votar al partido al que llevaba votando toda mi vida. Durante unos años fue mi manera de castigarlo. Voten como ciudadanos responsables y organicen actos donde expresen su desacuerdo con «su» partido. Hagan algo de una vez por todas. Los ciudadanos nos sentimos huérfanos de acciones. No podemos seguir con esta deriva «sanchista». AYUDENNOS ¡¡¡

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