Carlos Pumares, una radio irrepetible
Hay pocas cosas más mágicas que hacer un programa nocturno sobre cine y llamarlo ‘Polvo de Estrellas’
El legendario ayudante de Carlos Pumares en Antena 3, Alberto Rull, tenía una lista de cuatro folios llamada «lista de amigos de Polvo de Estrellas». En realidad, era una lista negra de los oyentes a los que no se podía situar en antena porque ya habían cabreado alguna vez a Carlos. La gente nunca supo de ese listado, pero advirtió que sus cabreos eran divertidos, y empezó a llamar preguntándole solo por las películas que sabía que odiaba, para que estallase. No era difícil cabrearlo. En una ocasión, en Vips, se enfadó con el camarero porque le trajo un café con la cucharilla metida entre el platillo y la taza. Decía que era una conspiración para ponerle menos cantidad de café. Cuando perdía los estribos, podía hacer cualquier cosa: en Radio Voz, cuando yo era el director de la mañana y él uno de mis contertulios, tuvo un accidente de coche y se puso a decir en antena que esa marca «mataba». Se lo reproché (en realidad, él había cometido un error de conducción), se puso muy rojo, me llamó una palabra gruesa y se marchó de la tertulia sin decir palabra. Me insultó y desertó en directo. El lunes siguiente, éramos amigos de nuevo.
Tenía un corazón de oro. Era difícil creerlo de una persona que siempre estaba gruñendo, pero era feliz y capaz de disfrutar casi con cualquier cosa. Salía del ascensor tocando todos los botones para que el siguiente que lo utilizase se eternizase dentro.
Carlos era un ordenador viviente en la época en la que no utilizábamos ordenadores: el único tan seguro de sí mismo como para admitir en directo llamadas sobre cualquier película y ser capaz de contestar siempre. Al acabar ese alarde de erudición, los Gomaespuma lo cabreaban diciendo que precisamente lo consultaba todo en un ordenador.
«Algún día, la radio volverá a ser creativa y no burocrática y entonces sabremos si nace y triunfa algún nuevo Pumares, sea el año que sea»
Pumares había trabajado para José Luis Balbín seleccionando las películas que se emitían en La Clave y a Antena 3 Radio lo había traído el mismísimo Manuel Martín Ferrand. Estos nombres marcan la diferencia entre la mejor radio de los 80 y la radio de ahora, que (con honrosas excepciones) lo que hace siempre es algo parecido a lo que hace el de la emisora de al lado y hablar mucho sobre los políticos. Siempre la política. Aparecías en el programa de Pumares y, al día siguiente, algunos reconocían tu voz en conversaciones de la calle. Todo lo que hacía él era distinto, todo consistía en hacernos soñar sabiendo muchísimo de cine y teniendo en don de la magia en la comunicación. Para comparar entre épocas, sencillamente fíjense en los tres nombres que encabezan este párrafo.
Pumares decía que el mérito de lo de Fibergrán era mío y yo no sabía por qué. La anécdota era que se había puesto como un animal con una señora que, por teléfono, no sabía tomar el nombre del producto cuando él se lo deletreaba. Hasta que él se puso a gritar. Esto de gritarle al teléfono a una clienta (una oyente) muestra que él hacía lo que le salía espontáneamente y que le resultaba difícil controlarse. En realidad, era un espacio grabado que se iba a desechar en Onda Cero, pero yo pasaba por el pasillo y me llevé una copia que luego emití porque me parecía genial. El espacio estalló después en las redes.
Algún día, la radio volverá a ser creativa y no burocrática y entonces sabremos si nace y triunfa algún nuevo Pumares, sea el año que sea. Hoy por hoy, se me ocurren pocas cosas más mágicas que hacer un programa nocturno sobre cine y llamarlo Polvo de Estrellas.
En una ocasión me contó que le había dado a su hijo una lista de las personas que no lo habían tratado bien para que no les dejasen entrar en su propio funeral. Sinceridad abrupta. Un ser irrepetible.
Rafael Cerro es periodista de radio y profesor de oratoria.