THE OBJECTIVE
Viento nuevo

Las cacas de perros nos harán ricos

«Los perros no censados son prófugos, y serán perseguidos, para que caguen en comisaría y puedan ser fichados»

Las cacas de perros nos harán ricos

Exhibición de la Unidad Canina de apoyo a la Seguridad de Policía Municipal de Madrid. | Jesús Hellín (EP)

El Ayuntamiento de Alcalá de Henares censa a sus perros con nombres, apellidos e igual, no lo sé, foto reciente, tanto del animal como del propietario. Nueve mil perritos y perritas han sido censados, la mitad de la población fija de cuatro patas, aunque habrá que contar también con la flotante y tirar de fotomatón exprés. Nueve mil bichitos, calculan, son la mitad de los que hay, pronto estarán todos con su fichita y sonrisa, el perro riéndose y el dueño serio. A partir de aquí lo siguiente es el banco de ADN, más de mil análisis anuales, y quien no recoja el cagarro del suelo, tres mil pavos de multa y del ala. ¡Las cacas nos harán ricos!

El gran problema de la España actual es que ya hay el doble de perros que de niños pequeños y pronto habrá el triple. Sobra demanda. Aplicar el cotejo de ADN a un animalito (solo reservado por nuestra ley a conducta delictiva o mero acto voluntario) tiene su guasa, su cremita y su flash risible y de ocasión, auténtica mueca carnavalesca. Un buen excremento, tamaño kiwi o pelota de tenis, tamaño manzana o melón, vale ya más que su peso en oro. Los nacionales llegarán a los pisos con un papelito y una bolsita, explicándonos que Popi, Thor, Luna, Kira, Dana, Duna o Mia han hecho lo que no debían. Cagarse en la vía pública.

Las onzas de oro, las pepitas de oro, todas marrones, a veces amarillas, a veces negras como el carbón, enriquecerán a un ayuntamiento que vela por la limpieza de sus calles. Del oro del excremento habló Neruda, Gimferrer, Villaespesa y mil autores, algunos asemejándolos a caramelitos de moka, trufas confitadas y otras pastelerías sucias para golosos de esa especie. La meada será más complicada, pero no descartan poder capturarla con aparatos especiales, porque todo es cuestión de obtener la muestra y los datos del depositario de cuatro patitas, con hospedaje en el de dos, algo cabreado por el timbrazo, cuando llega la receta y la multa a varios colores burocráticos.

Habrá discusiones excrementicias de calado universitario, si son de gato o de perro, si son de conejo o jabalí, si son de hámster o cobaya. El tamaño engaña y alguno llevará una sorpresa al ver que su ratoncito, suelto por el parque unas horas, recogido en el bolso de la camisa, ha parido una sandía. Ferlosio dedicó un libro, me parece, al dinero que no huele, pero eso ya nos demostraron las autoridades y aceitunos de rigor, todos con ametralladora y perros amaestrados, que es ful. Así entraban en consultas de dentistas a las siete de la mañana detectando zulos con billetes muy arrugados, que pasaron por manos de albañiles y ñapas, perfumados a pescado barato y ropa del mercadillo. El dinero siempre olió a primavera.

«Me dicen los farmacéuticos, y estamos seguros, del futuro éxito de pañales para perros, porque sale rentable que lo hagan dentro siempre»

Alcalá de Henares contará con el principal banco del país, que es de mierda y de oro al mismo tiempo, donde el excremento se dignifica y uno puede andar por la calle descalzo, porque algunos hasta lamerán el suelo con la lengua por temor al atraco. La caquita tiene, por fin, su DNI. Los perros no censados son prófugos, y serán perseguidos, para que caguen en comisaría y puedan ser fichados. Los dueños de los prófugos no podrán poner cara de póquer, e intentar salirse con subterfugios del charco, diciendo que este rollo no va conmigo porque me encontré al amigo en la calle y empezó a seguirme, y yo le di un poco de chocolate y nada más. Se estudiarán ladridos, exhortaciones, arrumacos: ¡Usted es el dueño!

Prohibirán, eso sí, los bombones como regalo institucional, porque no conviene hacer analogías. Recogerán las heces con cucharón de plata. La muestra será custodiada a base de cerrojos y cadenas. Lo fundamental será que no se rompa la cadena de calor, contraria a la de frío, práctica habitual en los congelados: que huelen diferente y saben diferente, especialmente el marisco, según sale del mar y según se sirven de un cartón. La mierda caliente, seguro, conservará todas sus propiedades económicas. El cagarro frío estará ya muy devaluado. «Mira, mira el mondongo, dijo riendo la Justa», en palabras de Pío Baroja. Pronto llegará la especie de los abogados excrementicios, adorable casta, encargados de quitarme de encima esta puta mierda, este marrón. Qué maravilla. 

Me dicen los farmacéuticos, y estamos seguros, del futuro éxito de pañales para perros, porque sale rentable que lo hagan dentro siempre, porque tres mil pavos del ala no son moco de pavo, porque así no hay riesgo, y nada de tirar el pañal fuera, proliferan el vengativo y envidioso entre el barullo incógnito, quien pueda desenvolver y quitarle el lacito al regalo, lo más seguro es tirarlo en casa. Tormenta de mierda quiso titular Roberto Bolaño a sus cuatro novelas que componen el ciclo 2666, pero luego Herralde quiso vender el mojón entero, porque trocear era también devaluar, porque aquí lo que más cuenta es que parezca una anaconda. 

Estamos perdidos por nuestro DNI y el ADN de nuestro compañero más fiel. «El día que la mierda tenga valor, los pobres nacerán sin culo», dijo Gabriel García Márquez. Ya he llegado ese día. Temblaremos todos, sentados en el trono y fuera de él, al vislumbrar ese gurruño junto a nuestro portal, en las cercanías del coche, bajo la mesa de la terraza del bar habitual. ¿Y si es nuestro o vuestro o suyo? Las miradas acusatorias generarán sombras persecutorias, algo muy literario. Todo pasará, y los mayores villancicos y zambombas y matasuegras vendrán este año de Alcalá de Henares, porque, ya no somos pobres y… las cacas de perros nos harán todavía más ricos.  

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