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Opinión

Falta el piropo fantasma

«Los ahogados por ignorancia, los ahogados por estupidez y desinterés, arden todos en la tarima, como en las inundaciones se suben los monos a la copa de los árboles»

Falta el piropo fantasma

Estudiantes en un aula de universidad. | Gustavo Valiente (Europa Press)

Arden las aulas, arden los profesores con el síndrome «burnout», arden las hojas volanderas de la mañana donde los quedamos vomitan su pregón de llamas, arden los libros que los profesores abatidos publican en completo desconsuelo (Había del verbo haber. Diario del instituto de Antonio Heredia, entre los más vendidos). Arden otros libros con los que sujeto el pie de la cama y de la mesa cojos: No puedo más. Cómo se convirtieron los millennials en la generación quemada de Anne Helen Petersen (el agotamiento juvenil, la falta de expectativas juveniles, los sueldos de mierda juveniles). Falta el piropo fantasma, un antibiótico. 

Dos ingenieros aeronáuticos ociosos, hartos de sus ingenierías, adictos a ese garaje donde en San Francisco o Nueva York sale todo lo bueno, el garaje de las probaturas y las ilusiones, han creado la aplicación Fan! Viene a ser el pegamento que cohesiona todo grupo: laboral, estudiantil, amical o familiar. Mientras cruzan piropos unos y otros, sube la autoestima y fortalece al grupo. En el momento de mayor clímax o interés, ocurre el piropo fantasma, que nadie sabe quién lo suelta y es definitivo para el amor entre iguales, el amor entre desiguales y el beneficio entero de la grey, del conjunto, del personal y del equipo. La intriga por el piropo fantasma es otro interés añadido al juego

Los ahogados por ignorancia, los ahogados por estupidez y desinterés, arden todos en la tarima, como en las inundaciones se suben los monos a la copa de los árboles. Los dos brazos tradicionales del aprendizaje, memoria y atención, aparecen no ya fragilizados, erosionados por el ambiente y terciopelo tecnológico, sino directamente amputados. Son las mentes saltamontes, de estímulo en estímulo, sí, igual necesitadas de un abrazo o piropo fantasma para quedarse quietas, sin mover el dedito del teléfono, sin parpadear, boquiabiertos, rotos por tanto amor inmediato, desinteresado y gratuito. Otro librito de otra catedrática de la cosa (Lector, vuelve a casa de Maryanne Wolf) habla de cómo en los campus americanos ya leen trozos de libros y el alumno coloca las llamadas «alertas de detonante» en todo aquello que pueda desestabilizarle para que el docente cambie de rollo. «Loro viejo no aprende idiomas», decían en mis años zoológicos y helados.

«España va mal porque falta el piropo anónimo. Los trabajadores sufren porque falta el piropo anónimo»

Falta el piropo fantasma que a todos nos diga que alguien nos quiere y no debemos buscar más, no debemos desear más, y quedarnos quietos en ese amor es sobrevivir, sí. Fan! viene de la aplicación americana Gas, pura gasolina entre los más jóvenes que busca justo eso, fomentar los aspectos positivos entre los mismos. El curato viene de los emojis, de los besitos, de los pictogramas, donde descubren al piropo fantasma, que es anónimo, y por ahí comienza toda una aventura donde unos votan a otros pero siempre hay alguien que nos vota a nosotros y no sabemos quién es. La mayor lepra es lo que llaman sus teóricos «los escenarios incómodos», por eso hay que eliminarlos a toda costa. Así la gasolina sin fuego no quema. Así no hay cerilla que valga. Lo que empezó como una probatura en un garaje lleva ya cerca de treinta mil serios y felices militantes.

El aula es un escenario incómodo, el trabajo es un escenario incómodo y la mayor comodidad, según Carlos Slim, el mayor millonario del mundo mundial, es reducir la jornada a tres días semanales y jubilarse a los 75 años. Jonathan Crary fue el mayor profeta en sus textos (24/7, Tierra quemada) de justo lo contrario, desmenuzando los procesos productivos del capitalismo del siglo XXI para estar siempre atento y disponible para, una vez adaptado, remar o volar a favor del viento (por aquí, fuera de España, comenzaron todas las leyes del teletrabajo posibles e imposibles). Incluso ahí, en pleno 24/7, si llega el piropo fantasma, puede ser una bisagra, un objeto volador no identificado en la pantalla, una alegría inesperada, un viento nuevo, una muda de piel por la que comienza otra vida mejor. Lo mejor son tres días de curro apretado y cuatro días muy seguidos de piropos y mensajes/masajes conocidos, donde tampoco resta el anónimo, que a todos, seguro, puede rejuvenecer volante, ruedas y kilometraje. Tres días llevó a los mejores pintar un cuadro, escribir un libro o enamorarse sin vuelta atrás. 

Los quemados –no perdamos el hilo- pueden acabar en chamuscados y por eso hay que poner venda y tirita a la herida abierta. Nada más seguro que un piropo. Nada más firme que un entorno favorable. Nada mejor que una autoestima compartida. El síndrome del trabajador quemado es la cronificación del estrés laboral manifestado a través del agotamiento físico y mental, prolongado en el tiempo, que llega a alterar la personalidad del afectado. Según los que saben, estalla cuando se acumula, y va desapareciendo a medida que le ritmo afloja, que la cuerda hace hueco en el dogal. 

El irritable está muy solo, exponen los sabios más doctos en la materia. Con un buen piropo ya se tiene un hilo del que tirar, una compañía que descubrir, una aventura en la que meterse hasta triunfar. Así el elogio desactiva todo mal. El elogio, se trague o no, siempre se paladea, y ese ratito minúsculo en la boca es otro lifting. España va mal porque falta el piropo anónimo. Los trabajadores sufren porque falta el piropo anónimo. Si la mente ocia y el cuerpo trabaja (gracias al oasis refrescante del piropo anónimo) seremos otros. La tristeza florece porque falta el piropo fantasma.  

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