Matar a la madre por un puñado de euros
Nadie esperaba que la versión del hijo de Barbara Rey no encajara con el relato oficial y mostrara una realidad paralela
A la hora de hacer metáforas, Sigmund Freud se ponía melodramático y el peso del patriarcado hacía el resto. Así, cuando recurría a la figura de ‘matar al padre’, en realidad hablaba de enfrentarse al inevitable proceso que nos lleva a vivir nuestra propia vida, libre de la tutela de esa figura opresora. Este mito, uno de los conceptos más arraigados sobre la relación entre padres e hijos, explica el proceso que nos lleva a la madurez.
Pero, ¿qué pasa con ‘matar a la madre’? Nos lo podríamos preguntar al ver el matricidio cometido en prime time por Ángel Cristo jr., cuyas apariciones dosificadas en el De Viernes han ido soltando veneno en pequeñas dosis. Una podía hacer mucho daño, pero la suma de todas era claramente letal. Ya lo dejó bien claro el hijo de Bárbara Rey: «Si yo decido hablar es porque corto el cordón umbilical». Y la decisión no es gratuita, viene con premio. Según Pilar Vidal, 100.000 euros. Según Lydia Lozano, 120.000 euros. Sea como fuere, un pastizal.
Este culebrón es el cerdo ibérico del corazoneo patrio, porque más partido no se le puede sacar: durante décadas, desde Tómbola hasta el Deluxe, pasando por las portadas de todas las revistas e, incluso, dos series, un documental y una ficción, el matrimonio entre Bárbara Rey y Ángel Cristo ha dado mucho de sí. Tanto la parte romántica como la sórdida. Y ambas han sido muy intensas. Hasta ahora, conocíamos la versión del matrimonio, pero tras la muerte del domador, la vedette supo imponer su relato, entre otras cosas porque era el de la víctima.
Y sobre eso no hay duda alguna, el propio Ángel Cristo reconoció que se le iba la mano con su mujer. Aquello debió ser un horror. Y de ese infierno sabemos los detalles que nos han contado Bárbara Rey y su hija, Sofía Cristo. Lo que nadie esperaba es que la versión del hijo no encajara con el relato oficial, que las piezas del puzzle saltaran por los aires mostrándonos una realidad paralela.
«Mi padre no tenía forma de defenderse, cosa que mi madre no. No es comparable la situación de mi madre con la de mi padre. Mi madre podía defenderse, tiene un montón de palmeros. Mi padre estaba indefenso. Y a él lo machacó hasta que no podía más. Ya sabía todo el mundo lo que había hecho mi padre, no había necesidad de machacarlo. Es que prácticamente lo enterró ella (…) Mi padre cometió el error de casarse con ella». Ángel Cristo jr. puso en marcha la apisonadora: la acusó de hacerle firmar unos papeles con los que la ayudó a cometer, supuestamente, el alzamiento de bienes por el que le piden dos años y seis de cárcel, y la definió como «una pesadilla» que le causó maltrato psicológico.
El retrato que hace de su madre es brutal: «No era su hijo, era su sirviente». «Me ponía Orfidal en el biberón». «Nos enseñó a diferenciar la cocaína». «Todas las noches tenía que hacerle un masaje de tres horas». Su hermana Sofía tampoco se salva: «Estaba todo el día drogada». La vida en esa casa era una guerra constante: peleas, gritos, insultos. Para volverse loco.
Bárbara Rey ha puesto el tema en manos de sus abogados y tiene prevista una demanda: «A partir de hoy, mi hijo está muerto para mí». La familia se ha partido en dos. Lo curioso de esta guerra civil familiar es que cada bando ha elegido una cadena de televisión para cavar su trinchera: en Antena 3 se refugian las huestes de la vedette; en Tele 5, las de su hijo. Para Bárbara, amante de las conspiraciones, hay una explicación para que este tema haya salido a la palestra ahora: los intereses de Borja Prado, presidente de Mediaset, hijo de Manuel Prado y Colón de Carvajal, que fuera administrador privado del Rey emérito durante 20 años y, por lo tanto, uno de los afectados por las confesiones de la examante del ex jefe del Estado.
De nuevo, ‘una mano negra’ en el destino de una mujer que es como una matrioska, con secretos que esconden otros secretos, así hasta el infinito y más allá. Bárbara siempre amenaza con tirar de la manta, pero luego calla. Que lo suelte todo de una vez por todas, por favor, aunque luego venga su hijo y la deje como un trapo.