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Opinión

La herencia lúgubre de Nadia Calviño

«La ministra deja un galimatías indescifrable para las entidades que deben advertir al Gobierno de lo que se hace mal»

La herencia lúgubre de Nadia Calviño

Rueda de prensa de la hasta ahora ministra Nadia Calviño. | Europa Press

Este giro de la historia es un sarcasmo. Resulta que la vicepresidenta primera del Gobierno, Nadia Calviño, se va a administrar un banco público europeo, cuando ha sido incapaz de digerir los fondos que la Unión Europea ha puesto en sus manos para reconducir nada menos que la estructura económica de España. 

No quedan instituciones arbitrales españolas que no hayan hecho críticas acerbas a la gestión de lo que iba ser «la más alta ocasión que vieron los siglos», si se me permite parafrasear a Cervantes. En los últimos días ha sido el Tribunal de Cuentas (TC), que ha unido su voz grave a las de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef) y del Banco de España. 

El TC no ahorra críticas a la falta de transparencia de los procedimientos e incide en la ausencia de datos sobre los fondos que llegan realmente a los destinatarios finales y cuáles pueden quedarse por el camino. A este respecto es muy esclarecedora la información que ha publicado Paloma Cervilla aquí en THE OBJECTIVE sobre la subvención de 2,8 millones de euros a la Fundación Social Desarrollo Responsable. El proceso parte del Ministerio de Trabajo, pasa al Servicio Público de Empleo Estatal, de éste a la citada Fundación y desde ella a un contratista privado que produce las obras escritas o dirigidas por el presidente de la Fundación subvencionada. Se lo recomiendo si todavía no lo han visto.

También hay leña del Tribunal de Cuentas a la falta de información de las comunidades autónomas sobre el destino y justificación de los repartos de fondos y no menores críticas a la tramitación y resultados de los Proyectos Estratégicos para la Recuperación  y Transformación Económica (PERTE) que ha tenido en sus manos el Ministerio de Industria. Y una llamada especial del Tribunal auditor a las posibles duplicidades de subvenciones por parte de los Ministerios de Educación y Cultura.

La señora Calviño deja un galimatías indescifrable para las entidades públicas que tienen por obligación advertir al Gobierno de que las cosas se están haciendo mal. Deja un descontrol tan mastodóntico como el volumen de los fondos a distribuir, en el que ya afloran varios casos cuando menos oscuros. Y deja a los españoles engañados con unas promesas que ha sido incapaz de cumplir a pesar de contar con los mayores recursos de los que ha dispuesto nunca un Gobierno español. 

«Deja a los españoles engañados con unas promesas que ha sido incapaz de cumplir a pesar de contar con los mayores recursos de los que ha dispuesto nunca un Gobierno español»

Por si fuera poco, de la mano de su compañera la señora Montero, han logrado que los llamados gravámenes temporales sectoriales se hayan convertido en impuestos crónicos, falsificando así la justificación que se utilizó en su día  para establecerlos, al socaire de una sentencia del Tribunal Constitucional pillada por lo pelos. Y a pesar de ello, desde que la señora Calviño es ministra de Economía (mediado 2018) la deuda del Estado generada habrá aumentado a finales de este año en muy cerca de 400.000 millones de euros, o lo que es lo mismo, 8.300 euros por cada ciudadano. Eso tenemos que agradecer a tan escrupulosa y prudente administradora.

Un viejo europeísta como el que suscribe siempre abriga la esperanza de que sea la Unión Europea quien dé el mazazo en la mesa y acabe con este despropósito, pero, para entonces, la sombra de la señora Calviño se proyectará desde el sillón del Banco Europeo de Inversiones sobre todas las instancias europeas, advirtiendo que ella tiene la llave de la caja. En fin, del Plan de Recuperación y Resiliencia, los únicos resilientes de verdad somos los ciudadanos.

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