THE OBJECTIVE
Opinión

El CSD, cajón desastre

Los que navegan por las aguas de la política suelen salir a flote si no se descubren hincando el puñal a compañeros

El CSD, cajón desastre

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Europa Press

José Manuel Rodríguez Uribes, «un filósofo del Derecho», ahora presidente del CSD, fue ministro de Cultura y Deporte entre 2020 y 2021, en los tiempos duros de aquella catalepsia universal cuando, grosso modo, casi toda actividad hibernó por culpa de un murciélago chino o de un virus que los chinorris no supieron controlar. Consecuencia: una pandemia, «enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región». En román paladino, covid-19 o coronavirus, 695.781.740 casos en todo el mundo (13.914.811 en España), 6.919.573 muertes (121.760) y 627.110.498 recuperados (13.762.417). Una putada colosal que detuvo el reloj del planeta, vació sus calles, encerró a la población en sus casas, promovió el teletrabajo, la destrucción de empresas, el paro, los ERES, las corruptelas y el aislamiento; en el mejor de los casos, abrió un paréntesis de un año en la vida de miles de millones de personas y retrasó los Juegos Olímpicos de Tokio a 2021.

Es el resumen más pedestre del penúltimo apocalipsis de la humanidad, que no se veía en otra desde la mal llamada «gripe española» de 1918, que sembró la tierra de cadáveres (21 millones). De una u otra forma, la mano del hombre siempre está detrás de tan severas rebajas de población, por descuido y estulticia, por jugar con minúsculas criaturas muy peligrosas o simplemente por su desmedida avidez. 

Frente a esos males surgen remedios y vacunas; soluciones para combatir al bicho. Y fue el ministro Rodríguez Uribes quien atendió «en persona personalmente», que diría Catarella, la llamada de auxilio que le llegó desde el COE: «Tarde o temprano habrá Juegos Olímpicos y los deportistas no pueden estar sin entrenar». Tomó la iniciativa, para disgusto y sorpresa de Irene Lozano, su secretaria de Estado para el Deporte, y en menos de una hora y tras reunirse con las partes implicadas consiguió que los deportistas volvieran a los gimnasios y a las pistas de entrenamiento. Por actuar sin filtros y con tanta diligencia, aquello le supuso la enemistad de Lozano, quien, pese a ser posteriormente destituida, encontró refugio en Tierra firme, de nuevo a las órdenes del presidente Sánchez. 

«El puesto de presidente del CSD entraña más riesgos que el banquillo de entrenador»

Quienes navegan por las procelosas aguas de la política suelen salir a flote si no se descubren hincando el puñal a compañeros y superiores; aunque siempre hay excepciones. José Manuel Rodríguez Uribes, tras el periplo cultural y deportivo, estuvo en París como embajador delegado permanente de España en la Unesco (2021-2023), puesto que ha cedido a Miquel Iceta a requerimiento de la superioridad para reubicarse en el CSD. Ha aceptado el encargo con la profesionalidad y sumisión que requiere el partido, aunque pasar de ministro a secretario de Estado no deja de ser un paso atrás, un descenso, se mire por donde se mire. Será el quinto huésped del puesto en los cinco años de Pedro Sánchez, nunca convencido del trampolín deportivo, aunque no se pierde una foto, incluso al lado de Rubiales, quien por tocarse lo que no debía pasó de protegido a apestado en menos tiempo del que requiere un «piquito».

María José Rienda, Irene Lozano, José Manuel Franco y Víctor Francos precedieron al exministro, quien tiene por delante una tarea ingente que exige dedicación y mano izquierda, no porque milite en el PSOE. Veamos, Ley del Deporte, elecciones federativas y el hueso de la RFEF con su lucha cainita de poderes, Eurocopa, Juegos Olímpicos y Mundial 2030 con Marruecos detrás de la valla al acecho de la final. 

El puesto de presidente del CSD entraña más riesgos que el banquillo de entrenador, incomparable con la eternidad de Carlo Ancelotti, renovado por el Real Madrid hasta 2026 mientras el fútbol brasileño se tambalea. En distintas épocas, de los años 90 a esta parte, con Javier Gómez Navarro (Felipe González), Jaime Lissavetzky (Rodríguez Zapatero) y Miguel Cardenal (Mariano Rajoy) los responsables de los nombramientos se tomaron en serio la trascendencia del Deporte, que es infinitamente más que la fotografía contemplativa con los campeones –y las campeonas–, y dejaron trabajar a los elegidos.

Con Sánchez la labor de quien debería portar galones de ministro del ramo, sin que ello garantice su estabilidad, es un coitus interruptus. Optó por el empoderamiento femenino, primero con Rienda y luego con Lozano. A María José le costó más hablar que dirigir y cuando estaba plenamente preparada la despidió para colocar a Irene, una molestia para los «indepes» por su labor al frente de la España Global. Luego llegaron Franco, político de profesión, hombre de partido, y Francos, un proyecto trufado de convulsiones que merece capítulo aparte. Ellas y ellos, perfiles muy diferentes, recursos que no terminan de rescatar al CSD del cajón de sastre en que lo han convertido, sin descartar que en su estado último sea cajón desastre, y no por culpa de quienes lo ocupan por nombramiento «digital» y de sus probos funcionarios. 

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D