El oponente: Irán, el campismo y la izquierda 'brilli brilli'
«Bajo la lógica errónea de que «el enemigo de mi enemigo debe ser mi amigo», estos revolucionarios de salón denuncian las luchas populares por la democracia»
«Irán ha atacado con misiles balísticos los tentáculos del imperialismo yanqui en Irak… ¡Viva Irán!»
«Está llegando la hora, ellos han hecho de todo en el Medio Oriente, han robado, saqueado, invadido y paren de contar, es justo y necesario que las naciones despierten y digan ya basta, deben hacerlos correr de esos países. Viva Irán, viva Yemen. En buena hora».
«Irán ataca con misiles balísticos los tentáculos del imperialismo yanqui, el grupo takfiri #ISIS de la 5km frontera de Siria y Turquía. ¡Viva #Iran!»
«Los partidarios de Palestina en la capital francesa ondearon las banderas de Irán, Yemen y Sudáfrica junto a las banderas palestinas para agradecer a estos países por su apoyo».
El campismo
Como ustedes quizá saben, ayer Irán atacó con misiles una sede de espionaje del Mossad israelí en el norte de Irak. Para mi mayúscula sorpresa, numerosas cuentas de presunta izquierda, pro-palestina, empezaron a felicitar a Irán. Los mensajes con los que abro el artículo son solo una muestra. No sé por qué digo que me sorprende, si estamos más que acostumbrados a que la neo izquierda se calle como una tumba cada vez que toca condenar las atrocidades del fundamentalismo islámico.
¿Cómo podría alguien, desde una postura de izquierda, apoyar al Estado iraní y a su uso de la represión y la violencia contra los movimientos populares por la democracia y la igualdad? Pues pueden, señores lectores, pueden.
Las raíces de esta traición a la solidaridad y a los derechos humanos se encuentran en la política del «campismo» que se desarrolló en determinadas las organizaciones de izquierda durante y después de la Guerra Fría: las que representaban la política del estalinismo.
Estas organizaciones apoyaron los crímenes de estado en la Rusia de Stalin y la China de Mao, no sólo como oponentes del imperialismo estadounidense, sino como modelos positivos de socialismo. El bloque de estos países fue mal llamado «campo socialista», de ahí el término «campismo».
Esto significó que desde la izquierda europea se apoyó el aplastamiento por parte de Rusia de la Revolución Húngara de 1956, la Primavera de Praga de Checoslovaquia en 1968 y el levantamiento del sindicato Solidaridad en Polonia en 1981. También respaldaron a la China de Mao y sus medidas represivas durante el Gran Salto. Estuvieron a favor de la opresión de los tibetanos en una ocupación de décadas. Y finalmente, se quedaron calladitos ante el asalto a los activistas por la democracia en la plaza de Tiananmen.
Incluso hoy, estos izquierdistas de cartón apoyan, bien cómodos desde el salón de una casa situada en un país que les garantiza sus derechos fundamentales, a cualquier régimen «antiimperialista» siempre que se oponga a Estados Unidos de alguna manera. Lo más obvio para mí es el apoyo a una organización terrorista como Hamas, a la que confunden con Palestina. Hamas no es Palestina. Hamas es un ejército organizado, subvencionado, principalmente, por Irán.
Bajo la lógica errónea de que «el enemigo de mi enemigo debe ser mi amigo», estos revolucionarios de salón denuncian las luchas populares por la democracia. Luchas espontáneas y legitimas, que ellos conciben como luchas títeres. Ellos creen que estas luchas son la obra del imperialismo estadounidense, porque estas luchas están protestando contra «el régimen equivocado».
Esto ha distorsionado la respuesta de la izquierda a los levantamientos populares en Medio Oriente, incluso para algunas organizaciones que rechazan el estalinismo. Los campistas y aquellos a quienes influenciaban apoyaron rebeliones en países que son aliados de Estados Unidos, pero se opusieron a ellas (e incluso apoyaron la represión estatal de ellas) en naciones que estaban fuera de la esfera de influencia de Washington. Así, los «campistas» se pusieron del lado de la dictadura de Bashar al-Assad en Siria contra el levantamiento popular que comenzó durante la Primavera Árabe de 2011.
A los campistas se ha unido ahora la izquierda brilli brilli, esos movimientos de presunta izquierda que en realidad son populismo oportunista, sin más. Como el germen de nuestra izquierda brilli brilli se nutre, precisamente, de aportaciones iraníes y de otros lazos con el fundamentalismo islámico, resulta que ahora no está bien apoyar a las mujeres o a los homosexuales iraníes.
Les recuerdo que en Irán se castiga a las mujeres que aparezcan sin pañuelo en público como multas de hasta 2.000 dólares ( una auténtica fortuna en Irán), penas de cárcel de hasta cinco años, la confiscación de automóviles y la prohibición de conducir, deducciones de salario, prestaciones laborales o la prohibición de acceder a servicios bancarios. Y latigazos, por supuesto. Latigazos.
En Irán se les prohíbe a las mujeres el uso de pantalones rotos, mangas cortas o bermudas, entre otros, y establece el despido de trabajadoras que incumplan estas normas. Y se prohíbe también subir una foto a redes sociales sin velo o con cualquiera de estas prendas. La semana pasada ya le dieron 74 latigazos a Roya Heshmati por subir una foto a redes sociales sin velo. Y la abogada Nasrin Sotoudeh ha sido condenada a 38 años de prisión y a 148 latigazos por defender los derechos de las mujeres en Irán.
Como soy una apasionada del nuevo cine iraní, de una generación de directores que hacen un esfuerzo heroíco para luchar desde el arte por la libertad, les voy a recomendar hoy cuatro maravillosas películas.
El circulo de Jahar Panahi ( 2000)
Hoy sería impensable en España la excelente recepción crítica que tuvo la película iraní ‘El Circulo’. Cuando se estrenó en España, allí estaban todas las organizaciones feministas para apoyar a la película. Hoy, solo acudirían esas organizaciones a las que el neofeminismo llama terfas. El neofeminismo transgenerista (que tiene de feminismo lo que yo de jovencita) jamás apoyaría esta película.
‘El círculo’ se llevó el León de Oro en la edición del festival de cine de Venecia del año 2000 , la Concha de Oro en San Sebastián y el León de Oro en Berlín. Hoy no los conseguiría. Dudo que hoy pasara siquiera por el Festival de San Sebastián.
Jafar Panahi, el director de la cinta, explicaba que el origen de esta película se encuentra en una noticia aparecida en la prensa sobre una mujer que se había suicidado después de matar a sus dos hijas. La mujer no había dejado ninguna nota sobre las razones de su acción. Aunque tampoco era necesario hacerlo. Ser mujer en Irán ya es suficiente razón para suicidarse.
Desde el primer momento, Panahi entrecruza las tramas con ese compulsivo hiperrealismo, casi documental, que se ha convertido en signo de identidad del cine iraní. Un hiperrealismo aparentemente espontáneo y descuidado, pero en realidad muy elaborado, en el que adquieren una importancia decisiva recursos complejos e innovadores. Recursos necesarios para rodar una película así en un país como Irán.
La película se rodó en condiciones semi clandestinas (las autoridades iraníes creían que el director estaba rodado otra película) y las cintas se sacaron de Irán como contrabando. La película no se pudo rodar en Irán y tanto su director como sus actrices se jugaron la vida al participar en ella
Panahi fue arrestado a en 2010 por «propaganda contra el sistema», Fue sentenciado a seis años de cárcel, de los cuales cumplió dos meses antes de que se le concediera el arresto domiciliario.
Se le prohibió salir de Irán y hacer películas y ha estado confinado en gran medida en su propia casa durante los últimos 12 años.
Holy Spider, de Ali Abbassi ( 2022)
La cámara sigue a un padre de familia mientras se embarca en su propia búsqueda religiosa: «limpiar» la ciudad sagrada iraní de Mashhad de prostitutas callejeras inmorales y corruptas. Después de asesinar a varias mujeres, se desespera cada vez más por la falta de interés público en su divina misión.
La película deconstruye fríamente la naturaleza brutal del patriarcado religioso de Irán, que es responsable de incubar, producir y generar las circunstancias sociales que facilitan los ciclos generacionales de abuso y violencia emocional y física contra las mujeres iraníes.
‘Holy Spider’ es ciertamente mucho más atrevida en su tratamiento del trabajo sexual en el estado teocrático de Irán que ‘El Circulo’ de Jafar Panahi.
La película se basa en un caso real. El del asesino apodado «La Araña» que violó y asesinó a once mujeres en Irán: Saeed Hanaei, Fue acusado de matar a 16 trabajadoras sexuales. Probablemente no fueron las únicas. Hubo más casos, pero no se pudo probar que fuera el asesino de las demás
Hanaei llevaba a cabo su sistemática labor con la mayor tranquilidad, llevándose a las mujeres a casa, transportándolas después en su moto como si fueran fardos y tirándolas a vertederos. La policía no investigaba, no les importaba. Por eso lo tuvo tan fácil. Si finalmente fue capturado fue porque una de las prostitutas que llevó a casa consiguió escapar, y se atrevió a declarar ante la policía. Otras mujeres habían declarado antes, otras mujeres lo habían señalado, pero la policía no hizo nada. Nada. Cuando capturaron a Hanaei él declaró que las había asesinado «para limpiar a la ciudad del pecado». Tuvo apoyo popular y se organizaron manifestaciones pidiendo su liberación. Si finalmente fue ejecutado no fue porque las hubiera matado, sino porque el forense probó que tenía sexo con ellas. Y el sexo extramatrimonial es delito en Irán, Probablemente si “solo” las hubiera matado, no habría sido ejecutado.
La película se rodó en Jordania, habría sido imposible rodarla en Irán. La actriz protagonista Zar Amir Ebrahimi, había sido condenada a diez años de cárcel y 99 latigazos porque se distribuyo una cinta sexual que había rodado uno de sus amantes sin que ella lo supiera. Huyó a París y reside allí.
Persépolis, de Vincent Paronnaud ( 2007). Animación de la novela gráfica de Marjane Satrapi
Marjane Satrapi nació en 1969, en el Irán del Sha Reza Palevi. El Irán que terminó a finales de los años 1970 con la caída y el exilio del sha. Sí, su gobierno fue dictatorial; sí, su policía secreta estaba por todas partes y sus oponentes eran sometidos a torturas. Pero esa era la norma en Oriente Medio y en un arco que se extendía hasta la Unión Soviética. Al menos la mayoría de las iraníes eran más o menos libres para llevar la vida que quisieran. Irónicamente, muchos de ellos creían que la caída del sha traería más democracia, no menos, y apoyaron un cambio de gobierno que se llevó por delante su vida, sus sueños y sus esperanzas. Hoy en día ninguna mujer iraní es libre.
Satrapi recuerda los primeros nueve o diez años de su vida como una época maravillosa. Rodeada de una familia amorosa y de mentalidad independiente, que vivía en una época cómoda, la protagonista de esta historia autobiográfica se parecía a cualquier otro adolescente en su pasión por la música pop, la moda y las Nike. Entonces todo cambió. Le obligaron a llevar un velo. Se le prohibió usar maquillaje. A su edad no bebía ni fumaba, pero su madre y su abuela se vieron obligadas a dejar de hacerlo. La sociedad en la que creía vivir había desaparecido, y con ella su libertad como mujer para definirse a sí misma fuera del matrimonio y de las restricciones de los hombres. Para salvarle la vida, sus padres la envían a vivir con amigos en Viena. Y ella pierde todo lo que amaba: su familia, su tierra, su pasado, sus amigos, su identidad.
Creo que todo el mundo debería ver esta película porque quizá la moraleja del cuento es que confiar en un régimen islámico fundamentalista para que te traiga la libertad frente a un régimen opresor no es precisamente la mejor idea. El segundo régimen ser, tal y como muestra la película, será notablemente más opresor que el primero.
El oponente, de Milad Alami (2023)
El escritor y director Milad Alami alberga buenos recuerdos de su experiencia como niño iraní de seis años que de repente se encontró viviendo con su familia en un centro de refugiados en el norte de Suecia. Tenía amigos, y sus padres estaban vivos,
Esos recuerdos dan autenticidad al segundo largometraje del cineasta iraní-sueco, ‘Opponent’. La película elegida por Suecia para competir en la carrera por los Oscar.
La película cuenta la historia de una familia que ha huido de Irán. Mientras viven en Suecia, el padre se da cuenta de que tienen más posibilidades de quedarse en el país si retoma su carrera de lucha libre, pero eso lo obliga a enfrentar su pasado.
Las razones urgentes del padre para huir de su tierra natal no son del todo las que él cuenta. Supuestamente ha huido de Irán por razones políticas. Poco a poco empezamos a sospechar otras razones… y recordamos que, en virtud del Código Penal Islámico de Irán, la conducta homosexual consentida está criminalizada y se castiga con penas que van desde la flagelación hasta la muerte.
“Opponent” de Milad Alami, utiliza la crisis de refugiados como telón de fondo para contar una historia apasionante sobre la masculinidad y los valores familiares. El protagonista no lucha solo contra un régimen opresor, sino también contra sí mismo. Y se queda, y su genuino amor por su esposa y sus hijas. Atrapado entre sus deberes familiares y su deseo de independencia, Iman supera las limitaciones de la etiqueta de refugiado. Y al permitir que su protagonista escape de la posición de víctima, Alami convierte su historia de refugiado en una historia universal de un hombre que intenta descubrir quién quiere ser mientras está atrapado por las expectativas sociales y atormentado por sus pecados pasados.
Ayuda que Alami haya escrito a Iman tan contradictorio como sólo un humano puede serlo, ya que el patriarca a veces actúa como un tirano para su familia y al mismo tiempo está dispuesto a sacrificarlo todo por la seguridad de su mujer y sus hijas. En ese sentido, el actor Peyman Maadi hace un trabajo espectacular en el papel de Iman, haciendo la mayoría de sus microexpresiones para exponer el universo interior de su personaje incluso cuando las barreras lingüísticas le impiden decir lo que piensa.
La extraordinaria actuación de Maadi describe pacientemente a un hombre que fue desplazado dentro de sí mismo mucho antes de abandonar su país. Imám, el protagonista, antes de ser arrojado a la confusión de la identidad de los refugiados, ya vivía confuso en un mundo que no le permitía ser quien era.
Esta película, sin pretenderlo, porque su director nada sabe de la situación política española, pone el dedo en la llaga sobre la hipocresía de nuestra izquierda brilli brilli, que ondea orgullosa la bandera arcoíris pero a la que nunca le escuchamos condenar las atrocidades del régimen de Irán contra los homosexuales.