THE OBJECTIVE
EL BLOG DE LUCÍA ETXEBERRIA

Guerra a la prosperidad

«La prosperidad consiste en nuestra capacidad de prosperar como seres humanos y eso es materialmente imposible cuando estamos gobernados por personas que solo ansían el poder»

Guerra a la prosperidad

Cartel de venta en una fachada de un edificio en Barcelona. | David Zorrakino (Europa Press)

Llevo viviendo en mi barrio 25 años. Cuando llegué aquí se suponía que era un barrio de clase obrera, pero poco a poco fue gentrificándose y ahora sería un barrio, no te digo que pijo, pero sí bastante pudiente. Sin embargo, cuando llegué no se veía pobreza en la calle. Se veía droga, mucha droga, y todavía se sigue viendo. Pero no veías a gente durmiendo en la calle. Hoy, a las siete de la mañana, paseando a las perras, caminando desde el paseo del Prado hasta la plaza de Antón Martín, un kilómetro y medio, 11 minutos, he contado a seis personas durmiendo al raso.

Este año, cuatro amigas y vecinas han cerrado sus negocios. Una clínica veterinaria, un restaurante, una academia de idiomas y una peluquería. No podían con la carga de impuestos y con la subida de la luz.

Mi hija y yo hacemos bromas sobre la cantidad de negocios que se abren y se cierran en el barrio. Donde ayer había una peluquería, hoy hay un bar. Donde ayer había una frutería, hoy hay un bar. Donde ayer había una mercería, hoy hay un bar. Donde ayer había una clínica veterinaria, hoy hay un bar. Donde ayer había una academia, hoy  hay un bar. Donde ayer había un bar, hoy hay otro bar diferente. Las únicas que resisten son las farmacias. Todos los pequeños negocios han ido cayendo y se han ido sustituyendo por bares.

12 millones y medio de españoles están al borde de la exclusión social y en situación de pobreza. En el 2022 quebraron 26.000 empresas. Y en sólo siete meses se dieron de baja 200.000 autónomos.

Se dieron de baja 200.000 autónomos, 200.000 personas que no podían sobrevivir. Porque si facturaban 670 euros, tenían que pagar 230. Si facturaban 1.300 euros, tenían que pagar una cuota de 300. Eso sigue así y mientras tanto la zorra (perdónenme la expresión, pero no puedo evitarlo) de Yolanda Díaz ( y conste que le llamo zorra en su acepción quinta del diccionario de la RAE, la de «persona astuta y solapada») tiene el descaro de decir que en España nadie puede vivir con 1.700 euros. Mis amigas la veterinaria, la peluquera, la dueña del bar y la profesora de inglés llevaban años viviendo con menos de mil euros… Hasta que se dieron cuenta de que les resultaba imposible subsistir. Porque en España se ha emprendido un exterminio concienzudo de los trabajadores autónomos.

Es absolutamente imposible que un autónomo pueda sobrevivir cuando le suben las cuotas, cuando suben los tipos de interés y cuando sube ese impuesto silencioso que es la inflación. Ahora anuncian que van a subir las pensiones y que van a subir las cotizaciones del paro.

Si tenemos en cuenta que actualmente el 50% de los mayores de 18 años viven del Estado (porque cada uno depende ya de una ayuda o subsidio, ya de una pensión, ya de un sueldo pagado por administraciones o empresas públicas), y si tenemos en cuenta que el 92% del producto interior bruto de nuestro país cae sobre las espaldas de autónomos y pequeñas empresas, no hace falta ser un genio ni un economista de prestigio para aventurar que es absolutamente imposible que esto se mantenga. Si vas destruyendo a las empresas y autónomos que en teoría tienen que pagar las ayudas, los subsidios, las pensiones o los sueldos públicos pagados por administraciones o empresas públicas… ¿Cómo diablos vas a pagar esas ayudas, esos subsidios, esos sueldos públicos?

Sí, sí, tú puedes prometer un incremento de lo que sea. Pero como decíamos antaño, «mucho prometer hasta meter, pero una vez metido, olvidar lo prometido». Puedes prometer que vas a pagar todos esos subsidios y vas a subir todas esas pensiones, pero es posible que no consigas hacerlo . Sobre todo si los trabajadores autónomos o los trabajadores a los que ayer pagaba una pyme han pasado a engrosar las filas de los subsidiados.

Esto fue exactamente lo que pasó en Argentina. En 2002 había un 21% de pobres.  En 2012, un 31%. En, 2023 un 40% según unos, que podría llegar a ser un 50% según otros. Los kirchneristas seguían pagando planes sociales, planes sociales y planes sociales… pero llegó un momento en que ya los planes sociales no llegaban. Porque habían conseguido pagar los planes sociales a base de esquilmar a la población que trabajaba. Y esa población que trabajaba dejó de trabajar. La receta no ha funcionado ni en Bolivia, ni en Venezuela, ni en Argentina. Como no funcionó antaño ni en El Salvador ni en Ecuador.

«Los fondos buitre son precisamente la consecuencia de la ley de vivienda. La consecuencia de la actuación del Gobierno»

El Gobierno prometió la creación de 235.000 viviendas de alquiler. No ha creado ninguna. Básicamente porque no hay dinero para crearlas. Así que delega su función en los ciudadanos. Prohibido echar a un inquilino que no pague de aquí a finales de 2024 y prohibido ejecutar desahucios hipotecarios de aquí a 2028 . El mercado del alquiler se paraliza porque ninguna persona en su sano juicio va a poner un piso en alquiler sabiendo que, en el caso de que en el inquilino no pague, el arrendador no solo no va a cobrar, sino que además le tocará a él pagar el agua la luz y los suministros al inquilino. No es solo que se ha paralizado el alquiler de pisos, sino que se ha disparado a la venta . Y ¿quiénes compran esos pisos? Los fondos buitre, por supuesto. Pero, no, señores, no: los fondos buitre no son los responsables de la caída del alquiler. Son precisamente la consecuencia de la ley de vivienda. La consecuencia de la actuación del Gobierno.

Ah, y como ese arrendador iba a recibir un dinero que ya no va a recibir, de nuevo le pegamos otro golpe a la economía.

La economía se encoge. La oferta de alquiler se ha hundido. Los pocos pisos que se ponen en alquiler en zonas tensionadas lo hacen a precios estratosféricos y con la condición de que la persona que alquila no tenga hijos, sea joven y tenga una buena nómina con un trabajo fijo. Ah, y por si esto fuera poco …¡ya nos advierten de que van a subir los tipos de interés!

El kilo de arroz está a 1,80. Antes de la pandemia, 0,8 euros. La botella de leche a 1,80;  antes de la pandemia, 0,99. El pollo a ocho euros el kilo y la ternera a 15. Nunca me ha alegrado tanto ser vegetariana. Nos dicen que el precio de la cesta de la compra se ha incrementado un 10%. Mentira, se ha duplicado. Las marujas lo sabemos, compramos todos los días. Ah, no olvidemos que encender el horno o poner la lavadora es un lujo que ya no está al alcance de cualquier mortal.

Mis amigas (la veterinaria, la peluquera, la profesora de inglés y la que tuvo un bar) se alegran también mucho de no tener hijos, porque no hubieran podido alimentarlos. Tienen entre 46 y 56 años. No van a volver a encontrar un trabajo y pasarán a engrosar la lista de las subsidiadas. Eso sí, la gente creía que eran ricas porque eran autónomas o pequeñas empresarias. Palabras que suenan a rica. Paradójicamente pensionista no suena a pobre, pese a que haya pensionistas que cobran 4.000 y 5.000 euros al mes y a los que les vamos a subir la pensión. Porque ahora cualquier cosa es progresista, y nos dicen que es progresista subir todas, todas, todas, las pensiones y no solo las de aquellos que reciben 500 euros al mes.

España es el cuarto país de la Unión Europea (junto con Letonia) con el porcentaje más elevado de población en riesgo de pobreza y exclusión. El 26% de los españoles son pobres, uno de cada cuatro. Casi cinco millones de españoles viven en pobreza severa. Somos el cuarto país más pobre, solo por detrás de Rumanía (34,4%), Bulgaria (32,%) y Grecia (26,3%). ¿Os acordáis de cuando íbamos de viaje a Portugal o a Polonia porque pensábamos que eran países pobres? Ay, qué tiempos aquellos.

50 empresas españolas han cerrado en cada día en julio de 2023, la mayoría de ellas eran pymes. Por alguna extraña razón suicida, el Gobierno se ha propuesto exterminar autónomos y pymes. Los españoles son más pobres que el año pasado, pero son más ricos que el año que viene porque la destrucción de empresas tiene siempre este resultado. Y no hace falta ser economista para saberlo. Basta con tener sentido común.

La izquierda brilli brilli no tiene ni idea de esto porque nunca ha trabajado. Voy mirando los currículum de los miembros del Gobierno y ninguno parece haber trabajado nunca.  Mientras, se han ido de regando de dinero público a asociaciones a favor de las personas trans, las no binarias, las de género fluido, las del colectivo abecedario, mientras 3.000 millones de euros desaparecían en las arcas del Ministerio de Igualdad. 3.000 millones, dinero suficiente para construir 25.000 viviendas. 25.000 viviendas. De 90 metros cada una.

Mientras tanto, la tasa de pobreza iba aumentando y las empresas iban cerrando, los autónomos se daban de baja. El aceite llegaba hasta los nueve euros el litro y la gasolina se ponía a dos.

La prosperidad va más allá de los placeres materiales. Trasciende las preocupaciones mundanas. Reside en la calidad de nuestras vidas y en la salud y felicidad de nuestras familias. Está presente en la fortaleza de nuestras relaciones, en nuestra confianza en la comunidad,  nuestra confianza en nuestros vecinos, en el Gobierno y en la vida. En la posibilidad de vivir con serenidad y sin miedo.  La prosperidad se plasma en nuestra satisfacción en el trabajo y en nuestro sentido de significado y propósito compartido.

La prosperidad consiste en nuestra capacidad de prosperar como seres humanos y eso es materialmente imposible cuando estamos gobernados por personas que solo ansían el poder.

¿Recuerdan aquel anuncio de Pilé 43 que hablaba de la «guerra a la vulgaridad»? Bueno, nuestro Gobierno ha emprendido una guerra a la prosperidad.

Ahora, el desafío para España es el de cambiar un sistema en el cual solo medra el oportunista, el populista y el narcisista para buscar un sistema que promueva el bien común a partir del sentido común.  Es la tarea más urgente de nuestros tiempos si no queremos seguir avanzando cuesta trabajo.

En última instancia, esta tarea desafía los modos de gobernanza existentes. Requiere una nueva visión de la gobernanza. No solo un nuevo gobierno: una nueva guberna- mentalidad

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