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Viento nuevo

La casa del pobre

«La casa del pobre mengua a la misma velocidad que la del rico dobla su tamaño en los barrios de las ciudades»

La casa del pobre

Una silla y un espejo en el domicilio ocupado por una familia en Vallecas. | Europa Press

La ministra Isabel Rodríguez, titular de Vivienda, es una esperanza para muchos jóvenes. El Gobierno acertó con dicha cartera, pero el tiempo pasa, y el ministerio es un caserón donde los fantasmas ocupan los espejos, las teclas quietas escuchan a los bolígrafos quietos, los folios crían polvo y la borrasca ensombrece los mejores rostros. Los jóvenes no quieren promesas, todo menos promesas, algunos prefieren hasta una buena putada a la arenga de altavoces y trolas.

La casa del pobre simula una realidad inasible, por debajo de la superficie, subterránea y secreta, sobre la que ahora conviene tocar a la puerta y pasar al interior con luz y taquígrafos. Toc, toc. ¿Se puede? Pase, pase, es que estaba en la ducha. El dato estremecedor despeja toda duda. Las casas de los barrios pobres pierden treinta metros en diez años. La casa del pobre mengua, se achica, a la misma velocidad que la casa del rico dobla su tamaño en los principales barrios de las ciudades. El hogar español, por parte de constructores viles, recorta dormitorios, ajusta patios y desde el 2013 ahorra treinta metros en el sabroso conjunto.

Madrid, Barcelona o Valencia pagan más por la vivienda que cualquier otra parte del territorio nacional. Algunas viviendas repuntan hasta un cincuenta por ciento más. El barrio pobre mengua, así lo cuenta la Dirección General del Catastro, suben las tasas de interés y los costes hipotecarios, los metros de menos se cargan a los hijos previstos, porque en treinta metros con ilusión antes cabía hasta una parejita. De los 21 distritos de Madrid, en ocho la vivienda es más pequeña, así los de menor renta (Puente de Vallecas, Usera), aquellos que cobran menos de 14.530 euros por unidad de consumo, duermen en una caja de cerillas, según el Instituto Nacional de Estadística. La vivienda media en el barrio pobre, en el 2013, ofrecía 113 metros cuadrados, cifra que cae a los 82 metros en el 2023. Chamartín, zona más rica capitalina, llega a los 117 metros cuadrados, con rentas de 32.550 euros por unidad de consumo. Unos adelgazan, otros engordan. 

Viajemos un poco, subidos a uno de esos espléndidos tractores de temporada, y visitemos Málaga, por poner un ejemplo. La zona del Humilladero, con renta mediana,  unos 13.600 euros, en diez años pasa de 121 a 95 metros. En Valencia, llega a cuarenta metros menos, zona de Lolivereta. Palma de Mallorca y Barcelona se disparan en venta, alquiler, ocupación y okupación. Treinta metros es un salón. El ministerio de la Vivienda debería sacar el medidor a pasear, salir del polvo, vencer la pereza, activarse con mucho actimel, y empezar a torear este miura. Detrás de la vivienda va la natalidad, es un problema mayúsculo, y muchas vacunas están sin usar con la vacuna sobre la mesa, la jeringuilla dispuesta y los primeros brazos dispuestos con la vena hinchada de arrojo y riojas guerreros. Un fantasma pasa y pasea por el ministerio entre telarañas y legañas en los ojos medio abiertos: ¿Qué pasa con el alquiler asequible? La renta baja del barrio bajo que, sí, permite a la casa del pobre alguna alegría pajarera y estupenda. El piso público solo puede concentrarse en el barrio de renta baja, no hay otra. El problema es la lentitud, los plazos enormes, la modorra, la calma, la indolencia y lasitud. Las administraciones deben convertir la política de vivienda en su prioridad. 

Barcelona, cuentan, es ciudad que más vivienda pública fabrica: apenas llega a un dos por ciento del total. De risa, vamos. En una docena de los 73 barrios de la ciudad no consta ni un solo piso en propiedad de las administraciones públicas. Solo cinco barrios cuentan con un 15% más de titularidad pública. Solo uno, Can Peguera, atesora mil viviendas de ese tipo. Los siguientes son, a un treinta por ciento, Torre-Baró y Marina del Prat Vermell-Zona Franca, y a un veinte por ciento, Vallbona y Baró de Viver. En Torre-Baró, publicado por la Generalitat, se puede conseguir un piso por 494,68 euros. Can Peguera tiene hasta treinta mil solicitudes cada nueve meses por cualquiera de sus ofertas. El OHB (Observatori Metropolitá de l´Habitatge de Barcelona) dice que el 97% de los propietarios de pisos en la capital catalana son personas físicas. Y entre todas ellas poseen el 84,7 % del parque de vivienda disponible. El resto, por tanto, son personas jurídicas, que atesoran unas 120.000 viviendas: 14.000 empresas disponen de 95.000 pisos. Tres mil (no llega) son de entidades sin ánimo de lucro. Cuatro mil, para comunidades de bienes y propietarios. Imposible repartir tarta. Imposible. 

Finalmente, comprar es más caro que alquilar solo en nueve grandes ciudades españolas. Los bancos ya solo financian el 80% del inmueble y sin ahorros previos para todos los trámites de dicha compraventa no compras ni un trastero. Sube el arrendamiento y sube la hipoteca: al subir la compraventa de vivienda la hipoteca se encarece, por lo que la cantidad hipotecada es mayor que antes. Los tipos de interés al alza, además, encarecen también la propia financiación (lo que hay que pagar al banco porque conceda el préstamo). Los nueve municipios donde es más caro comprar que alquilar son: San Sebastián, Marbella, Alcobendas, Pamplona, Cádiz, Palma de Mallorca, La Coruña, Bilbao y Madrid. Solo cuando la diferencia entre comprar y alquilar es grande, optamos por la segunda. Los jóvenes, en su mayoría, ni una ni otra. A dos velas. Jodidos.   

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