THE OBJECTIVE
Viento nuevo

El lujo barato de la verdad

«La UE mantiene el tipo gracias a Borrell. Esto de decirse las cosas unos a otros, sin cosmética, limpia mucho»

El lujo barato de la verdad

Josep Borrell. | Europa Press

Un hombre bueno, un político cabal, miope y patizambo, desde los halles de Bruselas, dice la verdad. Un grito de verdad entero y al peso. Josep Borrell le dice a Joe Biden ‘El distraído’: deja ya, tronco, de vender armas a Israel. Basta ya de demagogias. Basta ya de negocio en crudo por debajo de la mesa. Basta ya de inmoralidades. Es la voz pero también el eco: un aviso para navegantes, porque de la venta del vil metal chupan muchos, unos a plazos y otros a granel. 

Un hombre dice la verdad, con todas sus letras, en el mejor tono, y Washington afila los colmillos, colorea sus arrebolas de bochorno, y viene a susurrar: esta me la pagas, por gañán, porque esto no se hace. La comunidad internacional es muy graciosa: todos por arriba condenan los conflictos bélicos y, sí, justo ahí donde hemos dicho, a la altura de la andorga, engorda cada país por separado con su mercado de armas y muertes blancas, blanqueadas para la ocasión, porque la pela es la pela, el dólar es el dólar y el euro es el euro. Los jurdós, el pastizal.

Fue Joe Biden quien quiso sacar pecho: «Israel ha matado demasiada gente». Fue Borrell quien rompió la baraja, cuando pintaban bastos, para que dejasen de pintar oros. Vino a decirle al Distraído que él y sólo él tiene la posibilidad de un embargo y dejar de cobrar al peso. El buen tono estuvo cercano a las Confesiones de San Agustín: «Si piensas que demasiada gente ha muerto, quizás tendrás que dar menos armas para evitar que mueran más». Joe Biden, arrebolado y espantapájaros, no pudo menos que tragarse el sapo. Pero cómo me haces esto a mí, coño, y además delante de todo el personal. La seca aprieta y el campo amarillea, amigo mío, aquí estáis todos a lo de siempre: repartir el botín.

Borrell mantiene que los países europeos no están suministrando armas al Gobierno hebreo y que solo Washington, sí, sufrió una amnesia en el 2006, y dejó de enviar armas a Israel debido al conflicto del Líbano. Creemos a Borrell pero toda la industria armamentística europea remonta, vende más, y habrá que sacar la lupa para saber quién compra, quién es el pagador, quién se lleva el chocolate metálico, la chaqueta metálica, el verde color lona y también verde papel moneda. El tono, siempre el buen tono de Borrell, estuvo cercano a las jarchas mozárabes: «Es contradictorio decir que hay mucha gente asesinada. Hay que parar de pedir las cosas por favor y empezar a tomar medidas». Un hombre dice la verdad, el lujo barato de la verdad, y se busca problemas. La verdad nos hará libres. Verdad frente a bulos y rumores, primer mandato del periodismo serio, lo contrario del viejo Luis de Apostúa, decano del periodismo nacional, cuando recetaba entre copazos: «El rumor es el florón de las sociedades silenciosas».

Ursula von der Leyen, mientras Borrell va de Quijote, se esconde debajo de la mesa (¡Pero, cómo se te ocurre, Pepe!). El mismo problema que tienen con Israel lo tienen con Ucrania. Lo que no puede ocurrir es que, cuando un problema erosiona las libertades propias, lleguen los listos a hacer caja. Lo vimos en la pandemia con las mascarillas. Un lío, una grieta, y llegan las garduñas con el carro para cargar lingotes, bien de papel por las tapabocas, bien de metal por los cañones. Todo muy gracioso, boss. Europa es ese club parecido a una feria del libro gigante, donde los libreros en principio quieren bajo la carpa una caja única donde cobrar los títulos y luego repartir, pero mientras, sí, todos se miran de reojo y quieren saber lo que vende cada cual, en plan micro y no macro. Europa, como el Perú de Varguitas, se joderá por lo micro. Seguimos con el ángelus de nuestro amado Papa Borrell: «La UE piensa que el balance de muertos es demasiado alto. ¿Hay alguna posibilidad de reducir? La UE cree que la única posibilidad es no mandar armas mientras otros lo hacen». Inmejorable Borrell. Grande, Pepe.

Entre medias, entre primer y segundo plato, abrimos la ventana, y llega un viento nuevo y una sorpresa inesperada por el aire. Varias ONG denunciaron ante la justicia holandesa la venta de piezas de repuesto de aviones de guerra F-35, ante el temor de que fueran utilizadas justo ahora, y los altos tribunales les han dado la razón. El Gobierno en funciones tiene siete días para recurrir el fallo.

Al cerrar la ventana por el frío, tras los postres, a la hora de la satiriasis literaria y la bruja verde en vaso corto y con un hielo, nueva sorpresa. Netanyahu le quita la batuta de la orquesta a Borrell y, desaforado y afónico, grita como un pollo: «¡Aquí lo que hace falta es evacuar!». Pepe Borrell se descose entonces por arriba y no por abajo, porque las flatulencias son multadas por estas cumbres del protocolo: «Evacuar, vale. ¿Adónde? ¿A la luna?». Ese fue el fin de fiesta, irónico y carnavalesco, tras la reunión de los ministros de Cooperación de la UE. A la luna no, Pepe, porque está llena de gallegos por las elecciones. Hay un gallego peligroso en la luna, y lo sabes, que solo tiene pensado bajar el domingo. La verdad de la vida, el lujo de la verdad, va por otro camino que la pasta gansa y la bolsa llena. Nada nuevo bajo el sol. La UE mantiene el tipo gracias a Borrell. Esto de decirse las cosas unos a otros, sin cosmética, limpia mucho. Los diplomáticos andan a la gresca, pero basta ya de vivir y soplar del cuento, siempre los mejores. Tiene mucha razón Borrell. Tenemos todos una mala reputación que hay que cuidar sin demoras. Gracias, Pepe.

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