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Opinión

Brahim, el oro y el moro

«Marruecos persigue la final del Mundial 2030 con la determinación de Shahriar tras la cabeza de Sherezade»

Brahim, el oro y el moro

Brahim Díaz. | EP

Marruecos persigue la final del Mundial 2030, que va a organizar junto a España y Portugal, con la determinación de Shahriar tras la cabeza de Sherezade. La idea del tripartito fue de Pedro Sánchez, a sugerencia de Luis Rubiales, posiblemente; la compartió con el resto del mundo el 19 de noviembre de 2018. Con posterioridad, la FIFA repartió más porciones de la tarta y concedió a Uruguay un partido inaugural (8 de junio en el estadio Centenario de Montevideo), otro a Paraguay y uno más a Argentina. Mientras tanto, Mohamed VI jugaba sus bazas aprovechando, quizás, la información privilegiada del móvil de PS que le consiguió el Alí Babá de turno; en su horizonte, el colofón del campeonato en Casablanca (21 de julio), en un estadio con capacidad para 113.000 espectadores.

El monarca suele conseguir todo lo que se propone. Contrató para su selección femenina a Jorge Vilda, entrenador proscrito de la campeona del Mundo destituido por la mala cabeza de «Rubi». Su última adquisición es Brahim, quien ha optado por competir con los colores del país de sus abuelos paternos. Carlo Ancelotti resume la decisión de su pupilo: «Brahim ha elegido jugar donde le quieren. Ha elegido bien». Además de mucho cariño quién sabe si le habrán prometido el oro y el moro, ofrendas que podrían ser exageradas e inalcanzables, según el dicho, o tal vez no.

La cronología es el marcapasos de la historia. No sólo en el fútbol. El 6 de enero de 2021 seguidores de Donald Trump, jaleados por el presidente derrotado, asaltaron el Capitolio. En España dejamos de desenvolver regalos porque las noticias que llegaban desde Washington DC nos mantenían hipnotizados frente al televisor. El 24 de febrero de 2022 Putin invadió Ucrania. Avanza 2024 y llegamos a la triste conclusión de que el mundo se ha vuelto loco, loco: por donde pisa Trump no crece la hierba, es el imbatible líder republicano, pese a esos 91 cargos distribuidos en cuatro casos penales, y apunta directamente a su segundo mandato. Para darle réplica, los demócratas confían en Joe Biden, un anciano de 81 años cuyo problema principal no es la edad sino sus consecuencias. Otra fecha para la posteridad: 5 de mayo de 2021, en torno a las 23.30 leíamos el siguiente comunicado de Pablo Iglesias, tras haber sufrido una cornada de doble trayectoria en las elecciones madrileñas: «Dejo todos mis cargos. Dejo la política, entendida como política de partido e institucional». Un trienio después no ha seguido el ejemplo ni de Trump ni de Biden, nada más lejos, ¡ha abierto una taberna!, consciente, tal vez, de que el odio es un borracho que vive al fondo de la cantina y que constantemente renueva su sed con la bebida. Lo dejó escrito Baudelaire en el siglo XIX. Con Iglesias en el reservado o en la barra de la tasca, Isabel Díaz Ayuso percibe la multiplicación de sus enemigos, muchos más que ministros en el Gobierno y algún millón menos que seleccionadores de fútbol pululan por España, y el fútbol es lo que se ve, no lo que te ordenan que veas.

Ejemplo práctico de ilusionismo político: cuando los diputados de Castilla-La Mancha votan en el Congreso lo que parece contrario al pensamiento de Emiliano García-Page –sí, la increíble Ley de Amnistía que él no concibe–, corroboran que la política ha dejado de ser «arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados» (RAE), para convertirse en herramienta de pensamiento único al servicio de los partidos. Se transforma en arma arrojadiza cuando genera controversia, como en el fútbol, pero «a lo bestia». Volvemos a Marruecos, paradigma con más influencia sobre España que el Sacro Imperio Romano Germánico. Rondó a Brahim Abdelkader Díaz, le calentó la oreja, le dijo que le quería más que al Sahara y ya lo tiene en nómina. Comunicado oficial del futbolista vía FIFA: «Elijo jugar en representación de las selecciones nacionales del Reino de Marruecos por motivos personales». Las razones «personales» permanecen ocultas. Lo obvio es que allí, en las fronteras de Ceuta y Melilla, le quieren más (Ancelotti dixit).

Luis de la Fuente no le cerró las puertas de la Selección, pero ni él ni la Federación Española le garantizaron oro ni moro, ni siquiera la convocatoria, aunque estaba avisado. Más fechas significativas: 1 de marzo, su nombre aparecía en la prelista española para jugar los amistosos contra Colombia y Brasil. Ocho días después, 9 de marzo, oficializó el cambio de camiseta, no esperó a que De la Fuente le convocara. Lo tenía decidido. De no jugar en el Real Madrid no se habría levantado tanta polvareda. Es un excelente futbolista, el jugador 12 o 13 de Ancelotti, lo cual agrava el problema donde no debería haberlo. Al fin y al cabo, sólo es una elección. Marruecos sigue ganando batallas y la catequización de Brahim, aunque anécdota, abunda en el sentido de la expansión alauita a costa de los parientes españoles, o sea los primos.

P.D.: El Madrid ganó 2-4 en Pamplona. Brahim, en el puesto de Bellingham, jugó 72 minutos y marcó el tercer tanto. Está en racha.

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