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Viento nuevo

Luis Planas paga al contado

«El ministro de Agricultura saca 700 millones del ala y se acabó el pollo»

Luis Planas paga al contado

El ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas. | EP

A este señor le falta algo de noche en la mirada, echar el humo de a poco como los personajes de las novelas alucinadas de Montero Glez, llevar el cuello del abrigo sobre las orejas, peligro en el alma, mojar el gañote, caminar sin rumbo noche adentro llevado por la multitud. A este señor le falta vida, arte, crear algo, lo que sea, en lugar de pagar la cuenta, que está muy bien pero aburre.

Las tractoradas por las calles incendiadas eran peligrosas. Las consignas repetidas sin tregua disparaban a donde dolía. Había que cortar el concierto desesperado como fuera. El desafío era provocar una epidemia de mudez. Mucho altavoz se mete dentro como un gusano (el gusano de la conciencia) y luego no sale, y muta en cuanto brilla una urna nueva enfrente. Luis Planas saca 700 millones del ala y se acabó el pollo. No hay más. A este señor –sigo- le faltan sótanos de palmas, humo y jaleo; muchos calaverones trasnochados que como en los cuentos de Montero Glez (La vida secreta de Roberto Bolaño) formen parte del mobiliario pegajoso, voces roncas de anís y vino malo, tabaco negro y güisqui de garrafa. Golferío.

El Ministerio de Agricultura reparte 700 kilos en los respectivos créditos ICO, repartidos entre 200 millones para jóvenes agricultores con apoyo al relevo generacional, y otros 500 para garantizar operaciones de crédito dirigidas al ramo agrario. Los tractores no se van de vacío: consiguen cambios decisivos en fiscalidad, flexibilidad y simplificación de la llamada Política Agraria Común (PAC). Los tractores dejan paso a los caniches por las grandes avenidas que mean sentados, sin ganas de levantar la pata ni ladrar.

Luis Planas reenvía sus modificaciones del Plan Estratégico de la PAC a todas las organizaciones que ya aplauden la medida y firman al dorso o al costado. Lorenzo Ramos (UPA) lo ve un logro magnifico y Pedro Barato (Asaja), un poco más pesimista, señala picos y hoscas por provincias todavía sin resolver. No hay nada como salir con un tractor a la calle para cobrar al contado. Miguel Padilla (Coag) quiere hablar de las exportaciones y acabar de una vez con el solapamiento de productos de terceros en las campañas nacionales. Mucho jito, jito hortera y adinerado, sigue por ahí con kiwies neozelandeses, que cuando le preguntan si los quiere españoles responde faltón: «No voy a hablar con ellos, guapa». Eran tristes y graciosos esos reportajes en Valencia donde el personal compraba naranjas rumanas.

La papela ministerial ya lleva un rótulo específico, un membrete nuevo en los folios veloces, producto de las voces y las cabras sueltas por encima de los adoquines donde el mar duerme debajo: «Buenas Condiciones Agrícolas y Medioambientales». Chachi. Guay. Fetén. Estrenan siglas y mayúsculas con mucho ambiente bancario: BCAM. Todo queda ahí fijo, muy regulado, la erosión de los suelos, la rotación de las tierras de cultivo, los porcentajes mínimos de superficies de elementos no productivos, la eliminación de controles y penalizaciones en materia de condicionalidad reforzada a explotaciones con menos de diez hectáreas, los ecoregímenes y los espacios de biodiversidad. Todo. Hasta los tiempos y temperaturas en que algunos cabreros se la meten a la bicha en las noches frescas de asueto primaveral. Un día Umbral confesó en la Fundación March que no le gustaban las novelas de Delibes, y explicó el motivo: «Nunca he sabido si las vacas tienen los cuernos delante de las orejas o detrás». Genial.

Celebramos el éxito de las luchas del agro profundo, y brindamos ya por esa digitalización que llegará pronto al campo, según Planas. Nadie volverá a perder una oveja en el centro comercial de las peñas rocosas, nadie será atacado por un lobo al doblar una esquina sin paso de peatones, nadie quedará sin hierba para comerla o fumarla junto al lago de todos los patos parlanchines. Festejamos todo el aparato que el grandísimo Luis Planas ha montado en pocos meses, 700 millones del ala, uno a uno sobre la mesa, sin despeinarse ni subir el tono, menudo genio. En el caso de los bovinos (muchos en La Sexta y Cuatro) se prorroga un año el Plan Sanitario Integral y se flexibiliza a toda marcha la ordenación del sector. Luis Planas, sin cervezas frías en la hora gris de las madrugadas insomnes, ni ecos de bronce en la garganta, ni secretos a los oídos mojados, es un hacha, un crac, el mejor ministro de la cosa.

Llegarán hasta las cláusulas espejo para los productos de terceros países, el seguimiento de las importaciones con sabueso, las fronteras vigiladas con tres ojos y los residuos con drones. Más inspecciones, con multas bravas y actualizaciones de costes sin clemencia, jamás vistas en los abastos. Apoyos del 70 % en seguros agrarios y las respectivas modulaciones destinadas a jóvenes. Un 35% menos en toda clase de carburantes, combustibles y fertilizantes. Todas las medidas del Plan Estratégico nacional, especialmente las vinculadas al BCAM, entrarán en vigor con carácter retroactivo desde el 1 de enero de 2024. Qué tío. Luis Planas nos deja boquiabiertos. No volveremos a ver a un solo tractor cabreado en muchas décadas. Luis Planas ha frenado de golpe las mayores arengas, las peores afrentas, los gritos más pelados con una cabra al lado. Qué monstruo. Igual no es tan aburrido como imaginamos. Tal vez el triunfo sea ese: pagar y cobrar en silencio. Por dinero hasta el perrito lulú baila. Qué fiera.

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