THE OBJECTIVE
Viento nuevo

Nunca desmientas un elogio

Cascajosa, por mucho que cobre, abarata el medio. Los que saben del filo del cuchillo dicen que igual le sale mal el apaño

Nunca desmientas un elogio

Concepción Cascajosa, nueva presidenta de RTVE.

Es divertido el culebrón de nuestra televisión pública cutre, bolivariana, arruinada, propagandística, mediocre y ful. Mucho lucharon los históricos de RTVE, el grandísimo Juan Ignacio Tirado de Informe Semanal, que presentó un libro mío, o José Ramón Patterson en sus corresponsalías del lujo gramático y la profesionalidad sin débitos, por otros micrófonos. Entra Concepción Cascajosa a dirigir el chiscón, y todos los locutores a capela (ese bochorno de la Intxaurrondo cuyo eco todavía dura por las letrinas) recitan el «currículum magíster» como el mejor pregón de los arrobos lelos y la información basura, el engañabobos y la simpleza clásica.

Solo Miguel Tellado con sus ojos de listo de la clase y lengua de navaja echó leña al fuego recién inaugurado: «Concepción Cacajosa es una militante socialista  con el carnet entre los dientes que ha nombrado el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para politizar RTVE, en una estrategia de colonización de los organismos públicos». Los locutores del panegírico, a capela y desgañitados, fueron el coro palmero en su máximo esplendor. Tellado resolvió el rumor de sables sin perder canto ni comparsa con los músicos: «No la han nombrado por su extenso currículum sino simplemente por su militancia política». Se lo dijo Luis Calvo a Luis María Anson, cuando gastaba pantaloncitos cortos, bozo y ya despacho en la calle Goya, con secretaria: «Es más eficaz el elogio que la crítica: si no lo quieren tragar por lo menos lo paladean». Los elogios a Cacajosa hacen bola, no pasan de la glotis y todo dios denuncia el tongo.

Sigue el culebrón, sin perder vértigo, con una información adelantada por este periódico. El Gobierno, en mayúsculas, no se acaba de fiar de Cascajosa y busca ángeles custodios que velen, desde las sombras brillantes y lujosas, por la labor encargada. Cascajosa presume de carnet, no oculta su filiación, saca pecho, eleva el tono y omite sus 2,35 puntos sobre 10 en la respectiva escala para dirigir el ente, cuando el comité de expertos destrozó su proyecto para entrar en el consejo de administración debido al barullo a granel y en plato frío de generalidades de garrafón. Cascajosa estrena sillón, los espejos rotos le devuelven una sonrisa y la nómina mensual puede con el sapo, esa bola dura que no pasa por la garganta propia, porque lo malo del regalo envenenado es que sabe a eso, puro placebo, ganga, trono del sistema habitual de pesebres, victoria de los vividores legos de la camorra cultural donde la empresa siempre pasa hambre.

Concepción, Conchi, Cascajosa anda como loca por los pasillos con tacones nuevos. Su enemiga es ella misma, porque todo lo que enseñó como profesora de Comunicación Audiovisual española, ahora no lo puede practicar. La vida gasta estos guiños, estas zancadillas, estas patrañas. Daba clases de series de ficción y televisión cuando en este momento la mayor mentira es ella misma. Que no, coño, que no puedes politizar un medio: Anson, por algo llenó de rojos el viejo Abc, y todo periódico sin pluralidad queda en un vozarrón de aire, viento, nada. Cascajosa no puede meterse ahora a cortarle la cabeza a Pablo Motos, porque se lo dicen, ni a Broncano, ni a estrenar cancelaciones que no van con la casa, todo por encargo de arriba, con mucha felación explícita, y pleitesía sin disimulo, y tortícolis de tanto agachar la testuz, y afonía que es la voz toda de su amo.

¿Siempre fue así? No lo creo. El señor Cebrián tuvo firmas de derechas honrosas, meritorias y de mucho abolengo, en el diario El País. El señor Pedro J. Ramírez tuvo firmas de izquierdas artísticas, relumbronas y pirotécnicas, en el diario El Mundo. Eso que pretende Cacajosa, sin la menor duda, es propaganda. La libertad de prensa, opinión e información, no existe en ninguna dictadura bien embridada. El elogio sin crítica, como bien supieron en Le Monde, que no leía Luis Calvo, carece de sentido.

Cascajosa, por mucho que cobre, abarata el medio. Mal negocio el suyo. Los que saben del filo del cuchillo dicen que igual le sale muy mal el apaño, y que todo puede ser provisional, y que a los seis meses del invento se acabó Cacajosa Virino con la flamante llegada de un Administrador único solo ocupado de lo que importa, que la vaca empiece a dar leche de una vez porque los números desconocen las soflamas. Era divertido ver a los monos del circo repetir el currículum de la galardonada con la lotería nacional. Algunos leían como si recitasen, otros cantaban el chivatazo, los apuntadores gesticulaban tanto la papela que los platós pedían patios de butacas y fosos para dicha representación.

En la cascada de ditirambos, en el sonajero de distinciones, en plena laudatio de la recién llegada, nadie desmintió un elogio. Es lo que siempre se dijo en las familias bien y fetén: «Hijo mío, nunca desmientas un elogio». Las mejores añadían algo muy sucinto: «Hijo mío, nunca desmientas un elogio y no te signifiques». Cascajosa Virino empezó por lo segundo (significarse), cuando tenía garantizado lo primero (prestigio) y así se jodió la marrana (esa fama tan barata). RTVE siempre contó con carnés de partido velado pero no explícito: luego ponían a los jefes de la cosa de redactores, por provincias, pero al menos sonreían y negaban el carné aunque no la filiación. Entrar con el carné mordido entre los dientes es muy paleto. Aunque no desmentir ni un solo elogio suene tan fresco y desinteresado.

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