¿Un error estratégico de Irán?
El ataque ha demostrado que Israel no está aislado y probablemente relegue el drama de Gaza de la agenda global
Durante unos momentos el mundo contuvo anoche la respiración, como dice el tópico periodístico, por lo que parecía el inicio de la tercera guerra mundial. Millones de hogares pasaron la noche en vilo y en vela ante el primer ataque de Irán desde su territorio contra Israel, y no a través de los grupos terroristas que patrocina, con centenares de drones y misiles balísticos y de crucero. Por un instante la destrucción de Israel, una isla democrática en un océano de regímenes dictatoriales, parecía más cierta que nunca.
Pero a medida que pasaban las horas el ataque iraní, calculado para no causar grandes daños, iba siendo desactivado por la defensa aérea israelí y, lo que es más importante, con la ayuda decidida y determinada de EEUU, Reino Unido, otras potencias occidentales y varios Estados árabes. La firmeza y resolución de los aliados de Israel en su defensa permite una primera conclusión en este análisis de urgencia: Israel, que en los últimos meses estaba quedándose cada vez más aislado internacionalmente por la despiadada carnicería en la que el Gobierno de Netanyahu ha convertido la guerra sin fin de Gaza, no estaba solo.
Aún más, como escribe Gregg Carlstrom, corresponsal de The Economist en Oriente Próximo, en su cuenta de X, la desactivación del 99% de los misiles lanzados por el régimen de los ayatolás no solo no ha servido para disuadir a Israel sino que hará parecer a Irán débil e ineficaz militarmente y probablemente desplazará el drama de Gaza de los primeros renglones de la agenda global. «Israel se retratará a sí misma como víctima, las negociaciones para restringir la venta de armas serán relegadas y el sufrimiento de la población de Gaza será secundario ante el miedo a una guerra regional mucho más grande».
«El conflicto de Gaza no se ha convertido aún en una guerra regional, pero sí ha dado un salto cualitativo»
La cuestión ahora, de hoy, mañana y pasado, es cuál será la respuesta de Israel y si su actual Gobierno, el mismo que hizo caso omiso de las señales que advertían de un inminente ataque terrorista de Hamás que desembocó en la matanza del 7 de octubre, no cometerá sus propios errores. Visto el expediente de Netanyahu en Gaza, el primer ministro israelí no ofrece ninguna confianza. Estados Unidos y sus aliados occidentales y árabes deberán dejarle absolutamente claro que no le apoyarán en ninguna iniciativa que desencadene una guerra regional de consecuencias imprevisibles.
El ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, dijo en la mañana de este domingo que el enfrentamiento con Irán «no ha acabado todavía» y lamentablemente hay que darle la razón, aunque sea por otros motivos. El conflicto de Gaza no se ha convertido aún en una guerra regional, pero sí ha dado un salto cualitativo y el peligro no ha pasado ni mucho menos. Hamás ha sobrevivido a siete meses de destrucción inmisericorde, la acción de Irán puede ser interpretada como una advertencia y un primer ensayo y se ha hecho patente que Israel necesita, pese a su extraordinaria capacidad militar, la ayuda de sus aliados. El propio presidente Biden ha afirmado que Estados Unidos contribuyó a «interceptar casi la mitad de los drones y misiles iraníes».
Queda por último una reflexión sobre el Gobierno español que ha tardado 10 horas en condenar el ataque de Teherán, un dato más de la irrelevancia internacional de su diplomacia y de su inclinación a simpatizar con regímenes autoritarios, una mezcla de malentendidos e ignorancia, que no se arregla con egotours del presidente vendiendo unilateralmente a países marginales una solución inoperante y fuera de su alcance. Lean en La Moncloa la Carta Fundacional de Hamás y decidan si están con una dictadura teocrática y sus agentes regionales o con Israel y el resto de democracias liberales del mundo.