El ministro gendarme del Cuerpo de Economía
«El Gobierno de este PSOE y sus convecinos tiene que amedrentar, reprimir, inmovilizar todo lo que se mueva»
Salvaje mañana de jueves. Todo porque el BBVA, en consonancia con las leyes vigentes, en pleno uso de sus capacidades, en puesta en práctica de su estrategia y asumiendo los riesgos que entraña una decisión financiera de gran importancia, lanzó una opa hostil sobre el Banco de Sabadell.
No ulularon las sirenas de alarma como en Gaza, no zumbaron los misiles como en Járkov, no sonaron a rebato las campanas del Apocalipsis. Se trataba sólo del anuncio de una operación financiera de altos vuelos que afecta a dos entidades bancarias españolas, pero los sabuesos del Gobierno se lanzaron en tromba a las televisiones para reafirmar quién manda aquí.
La vicepresidenta segunda (en lo sucesivo V2), como es habitual, anunció su oposición a este acto legal entre particulares, haciendo unas extravagantes declaraciones que ponen sus conveniencias por encima de la legalidad vigente, sin esperar, por supuesto, a que nadie competente en la materia se pronunciase. Por supuesto, sus corifeos sindicales pusieron en marcha sus lamentaciones, en las que tan entrenados los tiene, allí donde se encuentre un micrófono o una cámara. ¡Hay que erradicar este capitalismo salvaje!, grita María Pita V2. Y los pobres Álvarez y Sordo lo repiten y lo hacen repetir a sus exiguos seguidores.
Tampoco tardó el ministro de Economía en significarse, poniendo por delante su autoridad y la del Ejecutivo para vetar dicha operación. En su caso, tiene más delito, porque, teóricamente, conoce los pasos que el cumplimiento de las normas de opa requieren, atropellando las competencias hasta del Banco Central Europeo, que es quien debe determinar la idoneidad financiera y la solvencia de la operación resultante. Para qué, si él es el Cuerpo de Economía.
La irrupción del presidente en funciones de la Generalitat, también beligerante ante la opa pone de relieve el desinterés del mismo por los dineros de los ciudadanos-accionistas que todavía no hayan huido de Cataluña y la intención de forzar al Banco Sabadell a que devuelva su sede a la región. Todo rectas intenciones, como se ve.
Resulta que una opa es una oferta pública de adquisición. Es decir, tú, ustedes, vosotros tenéis unas acciones de una empresa y yo os ofrezco que me las vendáis a un precio que me parece justo. Perdonen que descienda a este nivel elemental para explicarlo, pero es que la mañana salvaje del jueves parecía que el BBVA (que lleva en sus siglas tres bancos) lo que quería era arrebatar por la fuerza las acciones de particulares, empresas y fondos presentes en el capital del Sabadell (que también es fruto de fusiones y adquisiciones) a los que les basta con decir que no aceptan la oferta.
Pero claro, el Gobierno de este PSOE y sus convecinos tiene que amedrentar, reprimir, inmovilizar todo lo que se mueva, salvo que sea él mismo quien lo haga. Puede entrar a saco en el accionariado de Telefónica por sus quiñones. Puede dar entrada a sus oughourlians en el capital de Indra y puede subvencionar con largueza líneas aéreas quebradas o en trance de estarlo. Pero lo hace el Gobierno, que para eso tiene una mayoría raspada en el Congreso.
Seamos sinceros. En España, la economía de libre mercado no rige ni ha regido nunca. No ha habido gobierno que no haya gozado con las partidas de Monopoly (en mis tiempos se llamaba El Palé). Unas veces salía peor que otras, pero no se resistían los generalotes de antaño ni se resisten los civiles de hogaño.
A menos que nos creamos la buena fe de la vaporosa V2 y la pericia neutral del Cuerpo de Economía, estamos ante otro episodio de despotismo, de beligerancia contra los ciudadanos, de soberbia sin límites.