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Viento nuevo

Meloni: las noches crudas y los amores diurnos

«Alababa en 1996 a Benito Mussolini, como se ha publicado, pero le cuenta a Ursula que es centrista»

Meloni: las noches crudas y los amores diurnos

El primer ministro de Italia, Giorgia Meloni. | Reuters

La noche profunda nos confunde. El amor diurno nos despeja. Marine Le Pen, vimos ayer, llama a Giorgia Meloni, encelada y supersónica por sus tratos con Ursula von der Layen, tan próximos a las coyunturas elementales. Meloni, primera ministra italiana, sonríe en frío, ríe con los ojos, niega la mayor. Toda Europa lo cacarea: Meloni será el gozne, tiene la llave del 9-J, calla y secretea, pasea el uniforme intrigante, sonríe con los labios finos, cada vez está más cerca del gran éxito gordo. 

Preside el Consejo de Ministros Italiano y le gusta que la llamen «Presidente». Alababa en 1996 a Benito Mussolini, como se ha publicado, pero le cuenta a Ursula que es centrista, cuando tiene razón Pedro Sánchez al calificarla del «Vox europeo». Berlusconi, otro Mussolini, fue quien maquilló su figura internacionalmente, pero ahora no toca, y no pasa nada, porque siempre hay maquillaje disponible, cosmética a granel y garrafa, el caso es seguir diciéndole a Ursula una cosa y a Marine, otras, mientras pasa el tiempo y llega nuestro tiempo. Quiere –es gracioso- una OTAN contra el aborto, la inmigración y los derechos LGTBI, para todo ello lo primero es disimular.

Giorgia Meloni sufre la crudeza de la noche salvaje y la limpieza entera del amanecer blanco. Marine Le Pen, al anochecer, con las llamaditas, se pone muy pesada, y Úrsula en plena albada, sí, siempre está recién y bien desayunada, lo que ayuda un potosí. No, Meloni ya no es Berlusconi, qué va, ni tampoco Matteo Salvini, ella es otra, baila con Antonio Tajani (Forza Italia) lo que toque, pero va a su bola, a su aire, sin más descafeinados, otro pasito adelante y atrás con Manfred Weber, y el fin de fiesta heroico con Ursula von der Layen y lo suyo, lo nuestro, mientras sea europea la discusión es amplia, lo que toque, pide otra en la barra, no pasa nada.

Feijóo aprueba a Meloni. Nadie desaprueba a Meloni, y ella es lista mientras ve el mapa entero del 9-J como lo que es, la gran alianza entre las tres fuerzas italianas (Liga, Forza Italia y Hermanos de Italia). Gobiernan catorce de las veinte regiones italianas. A Putin no lo quiere ver ni en pintura, lo que aplaude Ursula, aprueba Ursula y, sí, la UE está dabuti, precisa unos ajustes de nada, hasta la UE alta y rubia, pero todo llega, paciencia y barajar. Guiña el ojo que le queda libre (uno para Marine, otro para Úrsula) a Trump, y ello levanta todas las suspicacias del mundo, aquí hay tomate, nadie lo ve sobre el papel, una posible alianza Italia/Estados Unidos, pero no es eso, qué va a ser eso, la única cuestión es que ella se coma a los burócratas de Bruselas, y ya entonces quede la línea libre con la Casa Blanca. Por el ribete de la inmigración, sí, empiezan los problemas, pero hasta el 9-J no se habla de ello, porque pueden cazarla por estas lindes, igual que con su alianza con Vox o el PiS polaco en el ECR (Europeos Conservadores y Reformistas). Ella lo sabe bien: o Marine o Meloni; Ursula o Meloni; es todo igual y diferente. Orbán la necesita, en cualquier caso, para hacer bisagra. A todos les cuenta lo mucho que estudió las libretas mojadas de Mario Draghi durante la pandemia. Ello les chifla. Será la motosierra, carajo, de la transición verde. Qué guapos salían los obreros de las fábricas de Peugeot y Renault en París, viejas películas humeantes, mientras Marine, ayer lo contamos, fantasea con cine e industria de mono. 

Meloni quiere frenar las migraciones masivas: explicó con micrófonos hasta su plan para frenar a los barcos por el mar imprevisto, y Salvini está con la mosca detrás de la oreja, esta tía me cuenta una cosa por la mañana y otra por la tarde, sin saber que solo habla con Úrsula y Marine. Meloni tuvo la receta en frío: acuerdos con Albania, y deportaciones masivas, con envíos de hasta tres mil tíos, que pueden ser cuarenta mil al año. Le salen las cuentas: nada le dice a Ursula, Marine, Salvini ni Orban, porque este tema es una cosa de ella con los albaneses, punto pelota. Meloni sueña con ser la dueña de Europa por medio de la repoblación masiva en primera ronda, sí, y la deportación selectiva como postre. Marine Le Pen le cuenta los históricos auges en natalidad de su país, con incentivos, mucha propaganda, y lo fuertes que pueden llegar a ser si todo el mundo empieza a follar a la hora. Meloni sabe cómo los radicales libres sirven solo para tomar aire, empuje, pero sin mucho tiempo ahí, porque ya lo vio con Berlusconi y Mussolini, demasiada pompa. 

Ella, realmente, no prohíbe abiertamente nada, ni el aborto, ni la patera, porque los votos pueden venir del sitio que menos piensas, y el giro es exclusivamente preventivo, tratado como tal, una incógnita o interrogante más en el tablero de la oca. Meloni sonríe, sí, porque Ursula von der Layen no habla con Le Pen por teléfono, y ello es un paréntesis, como tampoco habló nunca Berlusconi con Mussolini. Toda Europa le da la llave, el gozne político, y ella solo piensa en la cerradura, entrar para no salir, entrar para cerrar la puerta. Poco a poco saborea las mieles del éxito, los propios la ven como una enemiga o chaquetera al descafeinarse, y los enemigos o adversarios empiezan a acercarse con los brazos abiertos y la lengua fuera, con ganas de repartir besos como la mejor manguera. La fortuna está aquí, no puede ser otra cosa, entre la niebla amable, donde la noche cruda nos tortura y el amor diurno nos fortalece, mientras nos limpia babas y virus. Los mayores tóxicos son afectivos, en la oscuridad ardiente, quienes desaparecen al encender el nuevo día con el próximo engaño cruel.

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