THE OBJECTIVE
El zapador

El Museo de Antropología plantea una «mirada trans» de la historia y sucumbe al indigenismo

Usa el nombre «Abya Yala», inventado en 1975, para referirse a América

El Museo de Antropología plantea una «mirada trans» de la historia y sucumbe al indigenismo

Fotografía tomada por Alberto Menéndez Engra en el Museo Nacional de Antropología.

Mi amigo Alberto, historiador con el que he coescrito dos libros, me dio un toque por WhatsApp hace unos días horrorizado después de visitar el Museo Nacional de Antropología, entre otras cosas por situar el nombre de «Abya Yala» como equivalente al del continente americano. El proselitismo indigenista prefiere el apelativo de Abya Yala al de América. Sin embargo, Abya Yala no es más que un término inventado en 1975 y popularizado por el boliviano Constantino Lima.

¿Y quién es este tipo? Pues un activista muy intenso que, entre sus muchas campañas, consiguió dar cohesión a su movimiento «indianista» y «contracolonial» con la difusión de la wiphala, inspirado en el caudillo aimara Túpac Katari. Para quien esté un poco despistado, la whipala es esa colorida bandera de forma cuadrada que Evo Morales convirtió en símbolo nacional. El término Abya Yala también se sumó a toda una colección de símbolos indianistas con el objetivo de dar un nombre propio al continente, distinto al dado en honor a Américo Vespucio, un «criminal» según Constantino Lima. 

Lima siempre quiso rebautizar América desde que comenzó su vida política, y finalmente dio con el nombre tras una visita a una de las cientos de islitas que forman el Archipiélago de San Blas (Panamá), después de que unos locales le revelaran un nombre. Ese nombre era Abya Yala. Aquellos isleños le contaron a Lima que el nombre de Abya Yala, era un nombre muy antiguo, que les había sido transmitido de generación en generación. ¡Bingo! —debió de pensar Constantino Lima—. ¿Por qué no cambiarlo por el criminal nombre colonial? Y así hizo. Tiempo después, un líder aymara propuso que se utilizase en todos los documentos y declaraciones orales: «Llamar con un nombre extranjero nuestras ciudades, pueblos y continentes equivale a someter nuestra identidad a la voluntad de nuestros invasores y a la de sus herederos». 

Y ahora nuestro Museo Nacional de Antropología se ha sumado a la disparatada narrativa indianista (o indigenista) haciendo uso de aquella feliz invención. No nos ha de extrañar. El Ministerio de Cultura ya anunció que revisaría las colecciones de los museos ancladas en un «marco colonial» o «inercias de género». Ernest Urtasun avanzó en enero de este año que esta revisión ya está incorporada como eje transversal en las programaciones temporales de algunos museos, y puso de ejemplo el Museo Nacional de Antropología.

Después de que Alberto me contase cómo era el enfoque del museo, fui corriendo a echar un vistazo a su programa de actividades. Cuál fue mi sorpresa, al descubrir que el próximo 27 de junio tienen previsto un «taller teórico-práctico desde una mirada trans y decolonial». ¿Y eso qué demonios es? En la web del Ministerio de Cultura dan más detalles: «Una observación histórica desde la práctica del travestismo, vivida por cuerpos racializados, disidentes sexuales y de género. Mediante la exploración corporal, nuestra intención es encarnar a ese ser imaginario fuera del sistema, desbordando el género como una forma de resistencia». ¿Y quién lo organiza? Dos colectivos: Migrantes Transgresorxs y Colectivo Ayllu. Al primero no lo conocía, al segundo sí.

Página web del ministerio de cultura.

Al frente de Migrantes Transgresorxs, iniciativa fundada en 2009, están Leticia Kimy Rojas y Alex Aguirre. Rojas es Doctora en Sociología y Antropología por la Universidad Complutense de Madrid, «activista trans, cuerpe no binario (enchaquirade) y migrante. Es una de las referentes dentro de los activismos migrantes que trabajan en España, ya que lleva años alzando su voz y poniendo su cuerpo en los espacios públicos para derribar barreras racistas, colonialistas y pro sistema». Tanto Leticia Kimy Rojas como su «compañere» Alex Aguirre se posicionan como «transfeministas y transfronterizas sudakas». 

https://twitter.com/ctxt_es/status/1674146308897095680

El Colectivo Ayllu se fundó en 2018, año en el que publicaron un libro coral titulado Devuélvannos el oro. Entre los autores figuran Leticia Kimy Rojas y Alex Aguirre. También la peruana Daniela Ortiz de Zevallos, una activista que se define en Twitter como «anticolonial, abolicionista de las leyes de extranjería, artista, de corazón andino, antiimperialista, radicalmente antirracista y felizmente antipatriarcal». También resalta, cómo no, que es una abanderada de la «resistencia del pueblo palestino». Daniela no se ha cansado de pedir que los españoles devolvamos el oro: «españoles que dicen que no se beneficiaron del colonialismo porque sus antepasados ni ellos pisaron Abya Yala. Por favor, ¿a dónde creen que fue y aún va todo el oro y las materias primas explotadas en el sur global? ¿Cómo creen que Europa tiene ese estado de bienestar?». 

La «oprimida» Daniela proviene de una familia adinerada peruana y estudió en universidad privada. Su CV es envidiable. En 2007 se afincó en Barcelona, consiguió hacerse hueco exponiendo su obra en museos como el MACBA —difundiendo la teoría pseudohistórica de que Colón era catalán— o el Reina Sofía, y fue entrevistada en muchos medios. En 2020, después de que pidiese en Espejo Público (Antena 3) que se retiraran algunas estatuas que ella consideraba molestas, como la de Colón en Barcelona, explicó en su cuenta de Twitter que había recibido muchas amenazas en redes sociales y que, por ello, víctima hasta el juicio final, se marchaba de España, que considera «un país racista»: «Una cosa que me alegra de haber tenido que volver a mi país es que puedo decir lo que me da la gana sobre la supremacía blanca y el fascismo español y la policía de esos pedazos de mierda ya no me puede tocar». 

Los Ortiz de Zevallos descienden de la blanca nobleza española y se han desempeñado en Perú como marqueses, terratenientes, senadores, magistrados, fiscales, empresarios, ministros, presidentes de la Corte Suprema de Justicia del Perú… En Twitter circula un hilo demoledor —con un montón de datos— poniendo en su sitio a esta caradura: «La interseccionalidad es esto, una niñata burguesa universitaria descendiente de las élites coloniales mudándose a Barcelona para decirle a una chica de Badalona, reponedora del Carrefour y de abuelos jornaleros, que le está oprimiendo por un color de piel que comparten. Y cuela. Gente rica y privilegiada que desearía haber nacido indígena en la Amazonía del Perú o campesino pobre iletrado, resultan ser ricos que han encontrado en la teoría interseccional una forma de hacerse pasar por oprimidos y representar a los pobres. En el 99 por ciento de los casos es así. Todas estas cosas no serían posibles sin medios tipo Eldiario, Elsalto, Ctxt, etc. Estos diarios y magazines digitales son el primer escalón hacia la fama para este tipo de personajes». 

Así reza la introducción a modo de manifiesto del Colectivo Ayllu en el que participan Leticia Kimy Rojas, Alex Aguirre y la oprimida Daniela:

«Los españoles nos cambiaron oro por espejos en la conquista y colonización. Los colonos españoles intentaron engañarnos con un plan que consistía en eliminar nuestras formas de vida, la explotación del territorio, el robo del oro, la plata, el cobre. Aplicaron la esclavización, la extirpación de idolatrías y la imposición de la modernidad blanca occidental como proyecto al que acceder. Nos robaron el oro y nos quisieron robar la vida.

Devuélvannos el oro. Cosmovisiones perversas y acciones anticoloniales es un libro que refleja poco más de un año de trabajo como colectivo Ayllu, donde hemos intentado poner en valor voces, imágenes y cuerpos de personas migrantes, negras, sudacas, disidentes al régimen heteroblancocéntrico español. Devuélvannos el oro es un grito de dolor desde nuestra aún no cicatrizada herida colonial. Es el grito también que muestra que estamos vivxs, que hemos sobrevivido aunque los colonos y neocolonos no lo esperaran, y que hermanadxs en el ayllu, gritamos el dolor, bailamos la rabia —si hace falta, echando maldiciones mientras bailamos— y resistimos desde el goce. […] Confrontamos la imposibilidad del habla impuesta por el colono como una forma de afrenta de quienes migramos y decidimos no agachar sumisamente la cabeza. «Devolver el oro» no es entonces una confrontación al reino de España desde la lectura capitalista de los metales preciosos robados del Sur global, sino que una necesidad de devolución de todas las vidas, cosmologías, epistemologías y sexualidades que Occidente, y en particular el Imperio español, nos ha querido robar. Al gritar «Devuélvannos el oro» queremos la recuperación de lo arrancado, la presencia de lo que no existente, de lo que intentaron borrar, de las vidas fugitivas, los cuerpos desterrados, los penachos, elekes y dioses secuestradxs, las ánimas perdidas, los frutos prohibidos, los manatíes y aves enjauladas, la sangre derramada, los cantos silenciados, el oro, la plata, los diamantes, la caña de azúcar, la papa, los vicios, las idolatrías extirpadas. Devuélvannos el oro es entonces recordarle al blanco que le conocimos a partir del rapto, el saqueo, la violación, y que esta violencia se reactiva cada día. No hay perdón ni olvido. La reparación que exigimos no es moneda de intercambio».

La constante victimización puede suponer grandes ventajas para la persona que se considera víctima: obtención de atención, simpatía, subvenciones y apoyo institucional. La cultura de la queja ha reportado grandes beneficios a activistas avispados que se han dedicado a medrar persiguiendo el lucro personal, valiéndose de herramientas como la mentira, la cancelación y la dramatización hipócrita. Esta retórica funciona, los activistas lo saben y los políticos y las instituciones se sirven de ello para lavar sus conciencias (en el mejor de los casos) dando la espalda a los verdaderos dramas de la vida. De esta manera, se explica el surgimiento de agitadores de izquierda radical como Daniela, defensora de grandes tiranos como Fidel Castro, Hugo Chávez, Evo Morales, Cristina Fernández de Kirchner.

El mismo 27 de junio, después del taller impartido por Migrantes Transgresorxs y Colectivo Ayllu se realizará una ‘performance’/desfile por parte de Casa Drag Latina en el exterior del museo.

Desde su tierra natal, Daniela Ortiz de Zevallos se permite el lujo de seguir hablando mal del país que la acogió con los brazos abiertos y donde se labró su fama. Y no duda en apoyar que se cometan actos de delincuencia en España, eso sí, siempre por una causa justa, no sean ustedes malpensados: «Si hay jóvenes migrantes entre quienes saquean tiendas lujo, cadenas y multinacionales en Barcelona se merecen todo el apoyo político colectivo. Expropiar esas zapatillas y ropas es un acto mínimo de reparación ante la violencia económica que viven esos jóvenes».

Esta es la visión decolonial que pretende imponernos el ministro de Cultura Ernest Urtasun. Y yo me pregunto: ¿Somos conscientes de que nuestras instituciones culturales se están convirtiendo en vehículos para manipular y dividir? ¿Debemos aceptar pasivamente estas revisiones que solo fomentan el conflicto y la discordia? ¿Estamos dispuestos a sacrificar los hechos históricos en favor de narrativas que solo benefician a unos pocos? ¿Hasta cuándo permitiremos ser rehenes de estas ridículas agendas ideológicas? 

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