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Opinión

La revisión sectaria del Ministerio de Cultura: «América no fue descubierta»

El plan de descolonización de los museos amenaza con reconstruir la historia en base a parámetros morales del presente

La revisión sectaria del Ministerio de Cultura: «América no fue descubierta»

Exposición ‘Espejito Espejito’, comisariada por Grandeza Studio. La muestra invita a la audiencia a imaginar Nuevos Mundos descolonizados y des-binarizados desde el Museo de América.

El proceso de descolonización de los museos impulsado por el Ministerio de Cultura de España, bajo la dirección de Ernest Urtasun, está generando un considerable rechazo. No se trata de oponerse a la visibilización de otras miradas y narrativas del pasado, ni de ignorar los aspectos negativos del colonialismo, que tuvo muchos. La inclusión de nuevas voces y perspectivas es necesaria y bienvenida, pero debe hacerse con cuidada pulcritud para no sacrificar la objetividad histórica. La verdadera preocupación radica en la mirada presentista que se está imponiendo, donde se reescribe la historia con un enfoque contemporáneo de oprimidos y opresores, de buenos y malos, de víctimas y verdugos… desvirtuando por completo la comprensión de los hechos históricos.

La llamada descolonización de los museos no debería convertirse en una herramienta para promover discursos maniqueos ni para ajustar cuentas con el pasado desde una perspectiva actual. Los museos, como guardianes de la memoria del pasado, han de presentar las piezas y relatos en su contexto original, con sus pertinentes explicaciones, por supuesto, pero permitiendo que los visitantes comprendan las complejidades y los ricos matices de las épocas pretéritas representadas. La museización debe ser equilibrada y crítica, evitando caer en extremos ideológicos. Sin embargo, el plan de Urtasun parece encaminarse hacia una reinterpretación sesgada que distorsiona los hechos históricos con el objetivo expreso de adoctrinarnos.

Hace poco tuve ocasión de escuchar en una conferencia que se impartió en el Museo de América (que desde 2023 dirige Andrés Gutiérrez Usillos). En esa charla, la activista Sara Mediavilla calificó a los españoles que viajaron a América como «supremacistas blancos»; también se hablaba de «genocidio que llega hasta nuestros días», de «racismo», de «saqueo», de «violencia estructural»… Con estas soflamas, el Ministerio de Cultura está imponiendo una visión polarizada y anacrónica de la historia, una visión rabiosamente sectaria. Las sociedades precolombinas, por ejemplo, no eran utopías idílicas; tenían sus propios conflictos, jerarquías y formas de opresión. Ignorar estos aspectos en aras de una narrativa que victimiza por completo a los mal llamados «pueblos originarios» y demoniza a los colonizadores europeos no contribuye a una comprensión completa y objetiva del pasado.

El peligro de esta tendencia radica en la simplificación de narrativas históricas complejas. Este enfoque presentista y confrontativo se manifiesta en la selección de artistas y obras para representaciones culturales internacionales, como la Bienal de Arte de Venecia. La elección de la pintora peruana Sandra Gamarra para el Pabellón de España con su proyecto ‘Pinacoteca migrante’, por el mero hecho de no haber nacido en España y porque su obra reflexiona sobre nuestro «criminal» legado colonial, apunta a un criterio basado más en cuestiones identitarias y políticas que en el mérito artístico. También hay un revisionismo tramposo en la perversa intención de renombrar América como «Abya Yala», un término que se sacó de la manga un activista boliviano en 1975, o la de evitar términos como «Descubrimiento de América». («Hoy en día, nadie con un mínimo de rigor histórico puede hablar de Descubrimiento de América», señala el historiador Eduardo Manzano en su último libro España Diversa. Claves de una historia plural).

Todo esto refleja una tendencia hacia la creación de una neolengua contracolonial que, más que enriquecer el debate histórico, puede alienar al público general y crear cierta indignación. Porque esta insistencia machacona en imponer nuevos términos, a ojos de muchos, no es más que una ridícula imposición dogmática y no un esfuerzo genuino por comprender y divulgar la historia. Además, surge la pregunta: ¿por qué siempre se ataca la herencia hispánica en América, y no se «problematiza», «descoloniza» o «deconstruye» la herencia romana, fenicia o íbera?

Cartela expuesta en el Museo de América. ‘Espejito Espejito’ reúne en el Museo de América a «un conjunto diverso de artistas, arquitectxs y diseñadorxs cuyas obras escenifican identidades y futuros disidentes al legado patriarco-colonial y eurocéntrico».

Me resisto a que se descolonice nuestra historia de esta manera tan simplista. Es crucial que los museos mantengan su integridad como instituciones educativas y culturales que presentan la historia en su totalidad, sin ceder a presiones doctrinarias propias del activismo más cerril. La revisión de las colecciones y la inclusión de perspectivas diversas son pasos positivos siempre y cuando se realicen con rigor académico y respeto por el contexto histórico. Sin embargo, la reinterpretación del pasado desde una óptica presentista lleva de por sí aparejada una distorsión de la historia y la creación de nuevas formas de exclusión y simplificación. La historia no debe ser juzgada desde los parámetros morales del presente, sino comprendida en su propio contexto. Los juicios históricos reduccionistas, que etiquetan a figuras y eventos como buenos o malos, sin considerar las complejidades y contradicciones de la época, no contribuyen a una comprensión profunda y matizada del pasado. Además, el riesgo de crear un discurso oficial que excluya otras interpretaciones conduce a una forma de censura posmoderna que contradice los mismos principios de diversidad y pluralidad que pretenden promover desde el Ministerio de Cultura.

La descolonización de los museos, tal como la plantea nuestro ministro Ernest Urtasun, se está convirtiendo en un torpe ejercicio de reescritura ideológica del pasado. No hay rigor académico ni respeto por la historia, solo enfermizo encono partidista.

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