Absentismo: un motor oculto del empleo
«En vez de crecer 2,5%, el aumento interanual de la afiliación a la Seguridad Social rondaría el 2%»
Según la Encuesta Trimestral del Coste Laboral, en el primer trimestre de 2024, cada asalariado perdió, de media, 30,6 horas por absentismo. El dato es preocupante: es una cantidad prácticamente igual que la del segundo trimestre de 2020, el peor de la pandemia, mientras estábamos recluidos en nuestras casas. Es un incremento del 13,3% con relación a las 27 horas del primer trimestre de 2021, cuando el absentismo ya era altísimo: su promedio de 2000 a 2017 fue de 19,1 horas por trimestre.
Casi el 80% de las horas perdidas por absentismo se explica por «Incapacidad Temporal», donde se incluyen las enfermedades comunes, las bajas por accidentes, etc. ¿Esto quiere decir que ahora la gente se enferma tanto como durante la pandemia, cuando además de los enfermos tampoco podían ir a trabajar los confinados por haber estado en contacto con un contagiado? No. Significa, entre otras cosas, que las listas de espera se han alargado.
Por ejemplo, en diciembre de 2021, el tiempo medio de espera de consultas externas era de 89 días; dos años después era de 101 días. Los peores casos se dan en Neurología (130 días de espera promedio) y Dermatología (124 días), cuyas listas de espera se extendieron en al menos 30 días en solo dos años.
La relación entre la longitud de la lista de espera y el absentismo es directa: si el empleado no recibe el alta médica, no puede volver a trabajar. Por eso, cuando la espera se extiende demasiado y/o cuando las bajas alcanzan a una parte amplia de la plantilla (de media, el absentismo llega a más del 7% de los asalariados), es difícil que el empleador se quede de brazos cruzados, porque perdería producción y ventas. Para evitar esa pérdida, puede contratar personal de reemplazo o pagar horas extras. Si bien esto supone un coste adicional, no es tanto como el que ocasiona la caída de la producción.
Cuando el absentismo alcanza una dimensión muy grande, como en la España actual, la contratación de personal de reemplazo podría tener un impacto significativo en la «creación» de empleo, porque quien está de baja también cuenta como «ocupado». Así, se cuentan dos «ocupados» por un mismo puesto. Los datos lo confirman.
Con algunas diferencias según la fuente utilizada para hacer la estimación (Cuentas Económicas o Encuesta de Población Activa, además de la Encuesta Trimestral del Coste Laboral, única publicación con la que puede medirse el absentismo), el aumento del absentismo entre los primeros trimestres de 2021 y 2024 equivale a que unas 300.000 personas más no van a trabajar (al comienzo de 2021 los absentistas eran 1,1 millones; ahora son 1,4 millones). Si esos 300.000 nuevos absentistas fueron cubiertos por personal de reemplazo, podemos decir que entre el 15% y el 20% de la creación de empleo asalariado se explica por el mayor absentismo. Un poco más en la Industria (podría llegar al 25%) y algo menos en la Construcción (donde rondaría el 10%). Recuérdese: es un cálculo conservador, pues está medido sobre un período, 2021, cuando el absentismo ya estaba disparado.
El aumento del empleo asalariado no agropecuario, de 12,7% a lo largo del trienio analizado, habría sido 10,7% si el absentismo se hubiera mantenido en el mismo nivel de 2021. En lugar de 1,9 millones de empleos asalariados no agropecuarios, se hubiesen creado 1,6 millones.
En vez de crecer 2,5%, el aumento interanual de la afiliación a la Seguridad Social rondaría el 2%. Probablemente no se hubieran alcanzado sucesivos máximos históricos de afiliación; la tasa de paro sería 13,5% en lugar de 12,3%.
Esa es la verdadera traba que impide corregir el absentismo: que al gobierno le permite mostrar datos del mercado laboral mejores que los reales. En otras circunstancias, sería una hipótesis ridícula. Pero nunca olvidemos que este es el mismo gobierno que durante la mayor emergencia sanitaria en décadas, inventó la existencia de un «comité de expertos» para justificar sus decisiones. Al lado de esa aberración imperdonable (aunque aceptable para los 8 millones que lo respaldaron con su voto), demorar la corrección del absentismo por una conveniencia estadística parece una cosa de niños.
Lástima que la economía tiene sus leyes, que no entienden de tacticismos políticos de corto plazo. Si las empresas son menos rentables (por tener que contratar y capacitar al personal de reemplazo y/o por la mayor cantidad de horas extras) invertirán menos, perderán competitividad, se debilitará la creación de empleo, y con eso el consumo, la recaudación tributaria, etc.
«Qué más dará, si podemos seguir emitiendo deuda pública para inflar la demanda con ayudas y gasto público», pensarán en La Moncloa.