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Capital sin reservas

¿Quién teme a Pedro el Feroz?

«La única regeneración democrática que puede imponer Sánchez es la que empieza y termina en él mismo»

¿Quién teme a Pedro el Feroz?

Pedro Sánchez. | Agencias

Una vez que Pedro Sánchez se definió hace tiempo como ‘ateo a secas’ ni siquiera cabe esperar que atendiese al Todopoderoso de producirse una llamada del cielo reclamando su fulminante dimisión, tal y como ha ocurrido finalmente con Joe Biden en la carrera presidencial de Estados Unidos. Está visto que a pesar de todos los pesares, y son muchos, la torre de marfil que se levanta en lo más alto del Palacio de La Moncloa ofrece aún suficientes comodidades como para no creer absolutamente en nada que no sea seguir al frente de una legislatura incapaz de poner en valor ese pretendido Gobierno de progreso hacia ninguna parte. Un gabinete ministerial donde sus componentes, más numerosos que los consejeros de cualquier sociedad cotizada del Ibex, se tambalean de un lado a otro de la escena pública, movidos por las cuerdas que maneja a su antojo el titiritero mayor del Reino.

Pasado un año del 23-J el Gobierno acumula fracaso tras fracaso en su menesterosa alianza con sus presuntos socios parlamentarios. La última semana ha sido pródiga en decepciones, sobresaliendo el rechazo al techo de gasto con que Puigdemont ha puesto en solfa los Presupuestos para 2025.  En realidad, el único gran acuerdo realmente válido que ha conseguido sacar adelante el jefe del Ejecutivo ha sido el suscrito con el Partido Popular para la renovación del Poder Judicial. Un pacto del que tampoco parece muy convencido y nada orgulloso, como demuestra el hecho de que ni siquiera acudió a la sesión plenaria del Congreso que certificó la reforma del máximo órgano de gobierno de los jueces. Pedro Sánchez estaba tan ensimismado en hacerse la foto de rigor con el nuevo presidente del Consejo Europeo, el portugués António Costa, que no solo renunció a presentarse en Las Cortes, sino que tampoco encontró hueco para refrendar con un voto telemático su apoyo a un asunto que se suponía prioritario en su agenda política desde hace más de cinco años.

Este significativo gesto es una prueba indubitable del talante que inspira las actuaciones del truchimán socialista, sabedor del techo de cristal que cobija su extravagante mandato. Las imputaciones consecutivas de su mujer y de su hermano, la interminable escandalera del caso Koldo y el exministro Ábalos o la amnistía catalana de la infamia con su alambicado correlato judicial abocan al presidente del Gobierno a caminar con pies de barro durante todo el tiempo que tenga a mal prolongar una legislatura que nació de nalgas y está tarada desde el mismo día de su alumbramiento. La acción gubernamental ha quedado totalmente desguarnecida, al socaire de chalaneos políticos y sin mayor legitimidad democrática que la que pueda certificar el Tribunal Supremo en contradicción con esa némesis ataviada de cándido organismo jurisdiccional que responde por el nombre de Tribunal Constitucional.

El uso alternativo del Derecho

Gobernar bajo el estigma del indolente chantaje es un esfuerzo inútil que conduce a la melancolía de todos los que lo intentan, exceptuando al jefe supremo que se basta y sobra como soberano en Palacio, presumiendo de tacón mientras pisa con el contrafuerte en los cenáculos internacionales. Los edecanes socialistas y la troupe de corresponsales en las principales delegaciones exteriores con presencia en nuestro país no pierden ripio en trasladar el pase de invitación a Moncloa cada vez que algún ilustre dignatario visita Madrid. La residencia oficial y el despacho de Sánchez están abiertos para todas aquellas celebrities del mundo de la política, las finanzas, la cultura o el deporte que contribuyan a engrosar el álbum oficial del presidente, avalando con su distinguida presencia los poderes de andar por casa que confieren seña de identidad al primer ministro de España.

Reafirmado con las cartas credenciales de todos esos hijos de vecinos que, por devoción u obligación, desfilan a diario por Moncloa, su sanchidad se ha propuesto sacar brillo a los correajes aprovechando el control que le faculta como editor del Boletín Oficial del Estado (BOE). La aprobación a martillazos de la citada ley de Amnistía ha servido como prueba piloto de una fantasía animada de acoso y derribo con la que pretende desbrozar todos los obstáculos que surjan en el camino y ni siquiera la citación como testigo en la causa penal contra su mujer puede infundir el menor propósito de enmienda. Al contrario, Pedro Sánchez parece decidido a morir matando mediante lo que podríamos denominar un uso alternativo del derecho, cuyo principio esencial se resume en que el Gobierno no está obligado a colaborar con la Justicia porque es la Justicia la que tiene que colaborar con el Gobierno. 

La anulación de las condenas de los ERES en Andalucía para rehabilitar a Manuel Chaves y evitar la entrada en prisión de José Antonio Griñán es únicamente el principio de un programa de actos al que están invitados en calidad de figurantes todos los altos cargos responsables de la Administración central del Estado, con sus organismos autónomos y sus deficitarias empresas públicas. Ha llegado el momento de reforzar la guardia de corps sin dejar fisuras al adversario, una tarea en la que sobresale el superministro Félix Bolaños, que últimamente está robando plano al mismísimo Óscar Puente en el papel de policía malo dentro del comisariado instalado en Moncloa. Así, se entiende que José Luis Escrivá se mantenga como nominado para gobernador del Banco de España en un claro desplante al Partido Popular que, de prosperar, dejará por imposible el pacto de renovación en el resto de los reguladores económicos.

Gritos de intimidación desde un callejón sin salida  

Algunos de los llamados a filas no se han enterado todavía por dónde va la fiesta y siguen invocando el más estricto uso de la ley como probos servidores públicos. El presidente de la CNMV, Rodrigo Buenaventura, se lleva la palma en la categoría de ortodoxos replicantes que están poniendo en riesgo la cruzada sanchista. El comisionado en jefe del mercado bursátil ha salido al quite de las especulaciones que el Gobierno y sus expertos en derecho administrativo tratan de propiciar para que el caballero blanco de Skoda se fusione con Talgo en un intento desesperado por abortar la OPA que en abril presentaron los húngaros de Magyar Vagon sobre el histórico fabricante español. La Comisión de Valores ha desvanecido las falsas ilusiones antes de que nadie se haga los dedos huéspedes, recordando que la única alternativa efectiva del pretendiente checo pasa por una contraopa mejorada en precio que, de momento y salvo mejor opinión de Criteria, no figura dentro del guion.

Lo que sí forma parte del libreto es el intento de eliminar cualquier disidencia que ponga en riesgo el engaño de las apariencias con que se adorna el jefe del Ejecutivo. Una vez que su autoridad quedó malparada el mismo día de la harapienta investidura, solo falta por descubrir el alcance de la potestad con que vaya a desenvainar su tarjeta de visita. Como un animal político acorralado, los gritos procedentes del callejón sin salida donde reside el presidente del Gobierno ejercen un poder intimidatorio que debe ser repelido con un compromiso de resistencia superior incluso al que el propio líder socialista viene esgrimiendo desde que ganó las primarias de su partido hace siete años. De nada sirve confiar en la intercesión del Altísimo en busca de una dimisión que, conociendo al personaje, es imprevisible. Basta la convicción de que la única regeneración democrática que puede imponer Sánchez es la que empieza y termina en él mismo. Para ello le ha pedido cita el juez Peinado este martes en La Moncloa. Una visita especial y muy diferente de las que tanto gustan en Palacio pero que sirve de altavoz a una pregunta cada vez más pertinente: ¿Quién teme a Pedro El Feroz?

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