THE OBJECTIVE
Opinión

Elon Musk es un pirómano peligroso

Desde que adquiriera y renombrara Twitter en 2022, la red social se ha convertido en un altavoz para el magnate

Elon Musk es un pirómano peligroso

El magnate tecnológico y propietario de X, la antigua Twitter, Elon Musk. | Kay Blake (Zuma Press)

Hace un tiempo, en pleno subidón, Elon Musk soltó un mensaje contundente con aires de amenaza: «No te anuncies. Si vas a intentar chantajearme con la publicidad, con el dinero, vete a tomar por culo. ¡A tomar por el culo! ¿Queda claro?» Ahora, en pleno bajonazo por las millonarias pérdidas de la empresa, el dueño de ese cortijo que es X, la antigua Twitter, ha publicado un llamamiento a la revuelta: «Recomiendo encarecidamente a cualquier empresa que haya sido boicoteada sistemáticamente por los anunciantes que presente una demanda». Los multimillonarios son así: parece que no les importa el dinero hasta que alguien les toca el dinero.

Elon, al que no hace falta presentarse como consagrado terapeuta para diagnosticarle un trastorno narcisista de la personalidad, lleva un tiempo convirtiendo su carísimo juguetito en un reflejo de sus turbias ambiciones personales. Para ello, ha ido moldeando un algoritmo que premia la bronca sobre la serenidad, que incita a la publicación de mensajes catastrofistas, xenófobos, violentos o insultantes frente a la valoración moderada de los complejos fenómenos sociales que nos afectan. No hay más que leer los tuits encuadrados en la sección ‘para ti’ para descubrir que, en realidad, son ‘contra ti’, porque tienen un tufo a supremacismo blanco, casi nazi, que echa para atrás.

Cuando en 2022 pagó 44.000 millones por la red, todo apuntaba a que se trataba de otro negocio del dueño de Tesla, pero no, esa compra se ha demostrado más un capricho para desarrollar una agenda personal: convertirse en líder de opinión mundial y utilizar toda la red para la propagación de rumores, noticias falsas y discursos tóxicos al servicio de su ideología, que se va revelando poco a poco para disgusto de muchos usuarios.

Poco le ha importado que en ese viaje egocéntrico la empresa haya perdido un 72% de su valor. Sigue siendo su mejor escaparate: como juega ventaja y posee descarados privilegios, sus mensajes llegan a todo el mundo y quedan posicionados con una ventaja que nadie más puede permitirse. Cuenta la leyenda que Nicolás Maduro le bloqueó, pero Elon ejecutó su poder como dueño del cortijo para anular esa decisión y obligar al dictador venezolano a seguirle a pesar de todo.

Elon tiene mucho dinero, pero le faltaba el sueño al que aspira todo magnate, el poder. Ahora tiene ambos y, la verdad, da un poco de miedito. Lejos de adoptar un rol de neutralidad en la red, Elon se ha decantado hacia el trumpismo más salvaje: ha puesto su empresa al servicio descarado de la candidatura del expresidente condenado y ha llegado a acusar a Kamala Harris, la candidata demócrata, de ser una peligrosa comunista.

Su actitud frente a los disturbios en el Reino Unido ha sido la de pirómano, publicando una batería de mensajes apocalípticos sobre el advenimiento de una inminente guerra civil. Mientras tanto, se ha demostrado que los bulos que generaron las protestas nacieron en X, que los organizadores de las violentas manifestaciones se organizaron a través de ella, confirmando cómo puede una red social promover peligrosos movimientos sociales basados en el miedo y en las mentiras más burdas. 

Su operación le está pasando factura, porque algunas encuestas confirman que su posicionamiento radical está afectando la imagen de sus otras empresas. Ensimismado en su guerra demagógica y cegado por los efectos que provoca su obra, por ahora no parece importarle.

Pero, la verdad sea dicha, más allá de lo oscuro de sus ambiciones, Elon Musk es un tipo raro. Raro de cojones. Aunque su patrimonio está valorado en 205.000.000.000 de euros, vive en una casa prefabricada de 20 metros cuadrados por la que pagó menos de 50.000 euros. Ha presumido mucho de ello, obviando que, paralelamente, se está construyendo en los Alpes una mansión de 1.500 metros cuadrados con 15 dormitorios, 15 baños, una piscina de cristal suspendida de 30 metros de largo y una cámara de frío para prepararse para sus viajes al espacio. Vamos, que lo de la vida de monje trapense no aguanta un asalto.

Acaba de ser padre por decimosegunda vez. Lo de la familia numerosa tiene un motivo: «la civilización va a desmoronarse. La gente cree que la población crece fuera de control, pero es completamente lo contrario». Así que él solito se ha puesto como objetivo repoblar en planeta. Además de narcisista, que no falte el toque mesiánico. Y puestos a demostrar que se la suda lo que pueda sufrir su prole, a uno de sus hijos lo bautizó con el nombre de X AE A-Xii, y a otro, Techno Mechanicus. Dos serios candidatos al acoso escolar.

La relación con sus hijos se ha demostrado complicada, al menos con uno de ellos, Xavier, ahora Vivian, cuya transición ha terminado como el rosario de la aurora. Su padre la considera ‘muerta’ para él porque ha sido víctima de la ideología ‘woke’ que tanto machaca en su red, y ella —que ahora reniega de su apellido y usa el de su madre, Wilson— le ha pagado con unas declaraciones explosivas: «No eres un hombre de familia, eres un infiel en serie que no para de puto mentir sobre sus hijos. No eres cristiano, ni siquiera has puesto un pie en una iglesia. No eres un bastión por el progreso o la igualdad».

Nadie podrá negar que Elon Musk es todo un prodigio de los negocios, pero hay algo en él que nos lleva a sospechar que también tiene algo de villano de cómic. Uno se lo imagina en plan Nerón, tocando el violín y disfrutando del dantesco espectáculo de sus redes ardiendo con cada hashtag. Un consejo: silencien su perfil. O, mejor aún, bloqueen. Bloquear trolls da gustirrinín. ¡Da una paz interior! Y es el único poder que tenemos los pobres.

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