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OPINIÓN

Los culebrones del verano huelen sospechosamente a montaje

«Maite Galdeano y su prole, por un lado, y Frank Cuesta con su ex, por el otro, han acaparado la conversación en redes»

Los culebrones del verano huelen sospechosamente a montaje

El extenista y naturalista Frank Cuesta. | Europa Press Reportajes

Frente a quienes afirman que la mejor defensa es un buen ataque, aquí ensalzamos el escepticismo como imprescindible escudo protector. Nada como cogerlo todo con pinzas. Y guantes de látex. Y mascarilla. Aun así, nos la cuelan, vaya que si nos la cuelan. Entre las olas de calor que derriten nuestras meninges y la avalancha de personajes que surgidos de la nada han llegado a la cumbre de lo viral, los veranos llevan camino de ser desiertos informativos en los que se han perdido los oasis y se multiplican los espejismos. Si echamos un vistazo a las redes vemos que más allá de las ya habituales batallas campales por el relato ideológico, los protagonistas de este estío que agoniza son criaturas marcadas por los conflictos familiares y las broncas en streaming o televisadas, pero siempre bien remuneradas, que demuestran que la «maquinaria del fango» puede ser un modelo que se replica en todos los campos, incluso en algo tan intrascendente como la actualidad social.

Maite Galdeano y su prole, por un lado, y Frank Cuesta con su ex, por el otro, han acaparado la conversación en redes con su goteo constante de mezquindades, exabruptos y titulares castastrofistas sobre las desgracias que les ha tocado vivir. Y a nosotros padecer. Pero, de verdad, ambos culebrones huelen a montaje que tiran para atrás.

Maite Galdeano es, cuanto menos, una criatura peculiar con cierta querencia por lo escatológico: antes de revelarse como estrella mediática en Gran Hermano —esa fábrica de monstruos que eclipsa cualquier sueño de la razón— era conductora de autobuses. Una mujer echada p’alante. Una vez en la cresta de la ola, nos dejó momentos como la ruptura tras un supuesto romance con Amador Mohedano («Decían que tenía el don de ventosear… No tengo ningún interés en conocer a esta mujer… En fin, una loca más», aseveró el hermano de la más grande para desmentir el desaguisado) o su confesión en Sálvame sobre sus rituales de limpieza anal, que incluían un intensivo repaso de lo más profundo de su ser. Vamos, que se metía un dedo para su particular «prueba del algodón». Un cuadro. La personalidad de Maite, con sus gritos, aspavientos y excesos verbales, pareció eclipsar durante un tiempo a su hija, Sofía Suescun: de profesión, creadora de contenido. Hasta que la niña soltó lastre y logró hacerse un hueco en el mundillo influencer. Ese es un enigma para el que no se encuentra respuesta.

Ambas han pergeñado un viaje del amor al desamor materno-filial que necesitaba de un nuevo vértice para generar un triángulo, que siempre vende más: la aparición de Kiko Jiménez, ex tronista —una de las profesiones más absurdas pero más codiciadas por los alérgicos al trabajo duro— y perejil de distintas salsas petardo-sexuales (Suhaila Jad, Belén Roca, Gala Caldirola… Todas ellas muy conocidas en su casa. Su gran mérito sentimental fue el noviazgo con Gloria Camila, la hermana de Rocío Carrasco), el yerno que conquista a la hija y se enfrenta a la suegra, ha hecho saltar por los aires todo el tinglado. Que hasta hablamos de querellas criminales, órdenes de alejamiento, desahucio, problemas de salud mental…

Incluso hemos descubierto que la casa de la playa de la que tanto presumía Sofía ahora resulta que es de su madre. Son ganas de enredar. Que este juego de «ahora te quiero, ahora te odio» parece un buen negocio lo demuestra el tema del patrimonio inmobiliario del clan, que tiene su misterio, porque la famosa casa de la playa no parece barata, precisamente. Y Kiko presume de tener un pisazo de un millón de euros que ha podido pagar con semejante currículo. ¿De dónde sacan para tanto como destacan? Bueno, Sofía se sienta esta noche en DeViernes para encender el ventilador. Maite, que cuelga stories buscando un hogar a cambio de pasear perros o cuidar ancianos, probablemente le responda en el programa de la próxima semana. Y se cierra el círculo. Mientras, Kiko llora de plató en plató de Telecinco, último reducto de esta fauna. Y así, queridos lectores, se monta uno un negociete con sus seres más cercanos.

Otro que lleva semanas dándonos la turra es Frank Cuesta. ¡Qué pesado con su refugio de animales, él, que desprecia los medios, se burla de ellos y no para de alimentarlos con sus llantos de plañidera viral! Recordemos que, rodeado de lagartas, víboras y Cristina Seguí, se montó una gracia para desprestigiar a quienes habían publicado una noticia sobre la supuesta detención de la coleccionista de condenas. Decía el tipo que nadie había contrastado la información, cuando lo que se hizo fue citarle como fuente de la noticia que él mismo se había inventado. Ahora, como el cuento de Pedro y el lobo, lo tenemos suplicando casito para su guerra con su ex, Yuyee, la traficante de cocaína a la que defendió hasta el hastío cuando fue condenada, pena que por cierto fue ampliada por carecer de los permisos necesarios para los animales que tenía en cautiverio.

Al parecer, como la propiedad está a nombre de su ex, Frank se encuentra al borde de perderlo todo. Eso nos cuenta, a ver qué hay de cierto en todo este drama naturalista, porque lo único claro aquí son sus mensajes de ayuda económica para rehacer su sueño en otro lugar. Eso de acordarse de los demás solo cuando vienen mal dadas es un clásico, pero a uno le pilla ya mayor para ir mandando dinero al primero que llega con sus penas. Ahora salen los hijos acusando la madre de todos los males, ella anuncia que se casa con otra mujer, Frank monta pollos y pasa la gorra para recaudar. Ya tenemos culebrón y show business. Aquí el que no corre, vuela.

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