THE OBJECTIVE
Análisis

Había una vez sindicatos libres en España

CCOO y UGT han enajenado su autonomía a cambio de su entronización institucional

Había una vez sindicatos libres en España

Manifestación de sindicatos en Asturias.

Esta semana se produjo una huelga general del sector de transporte por carretera, con la que los trabajadores pretendían presionar al Gobierno para conseguir que rebaje su edad oficial de jubilación a los cincuenta años dado lo penoso del trabajo que realizan y la responsabilidad que implica manejar vehículos de viajeros y mercancías sin estar en óptimas condiciones físicas.

El éxito o fracaso del seguimiento de la huelga, como es habitual, no lo conoceremos nunca. Las cifras jamás coinciden y creo que, además es una cuestión secundaria, porque el éxito real sería que obtuvieran esa jubilación a la edad que proponen los trabajadores y el fracaso sería que no lo consiguieran. Ya veremos

Pero voy a aprovechar esta movilización para hablar del papel de los dos principales sindicatos, Comisiones Obreras (CCOO) y Unión General de Trabajadores (UGT), al socaire también de la buena serie de televisión Las abogadas que nos trae recuerdos difíciles de olvidar, pero que, sobre todo, pone en evidencia a los sindicatos actuales, por su pastueña adhesión a las directrices del Gobierno y por su renuncia a la libertad de acción.

Desde hace varios años, los sindicatos, que durante la transición jugaron un papel social relevante, necesario, transformador, se han convertido en entes burocráticos que administran las posiciones institucionales que han alcanzado, alejándose de los intereses que dicen defender. Su afiliación es prácticamente irrelevante, su deseable autonomía económica es imposible y las nuevas hornadas de trabajadores ni siquiera cuentan con ellos.

La dependencia económica de las administraciones y hasta de los fondos europeos les hace rehenes operativos, especialmente del Gobierno central. La adhesión acrítica a todas las propuestas de la ministra de Trabajo, el seguidismo a sus políticas desiderativas les deja con frecuencia en la estacada, pero las direcciones de los sindicatos llamados bochornosamente más representativos siguen dócilmente alineados con la errática señora Díaz Pérez.

Con qué pasmosa facilidad han renunciado CCOO y UGT a su autonomía, a su libertad de acción, a su capacidad de negociación con los empresarios. Se refugian en su institucionalidad, en las declaraciones enfáticas, para simular lo que no son, sindicatos de trabajadores que aprovechan su poder de captación de afiliados y la ejemplaridad con los no afiliados para avanzar en aquellas aspiraciones legítimas de los trabajadores. Pisan más moqueta cuanta menos calle, menos taller, menos obra, menos fábrica pisan.

Uno de los ejemplos más chocantes de estos últimos tiempos es la propuesta de reducción de jornada que ha realizado la señora Días Pérez. Los dos sindicatos, dizque mayoritarios, siguen esa senda sin reparar siquiera en que ese objetivo de recorte de horas de trabajo está en buena parte conseguido a través de los convenios colectivos con la patronal y de manera negociada y pacífica. CCOO y UGT abogan porque una ley santifique lo que ellos son incapaces de negociar. Actúan como lobbistas de sí mismos.

El desempeño de los señores Álvarez Suárez y Sordo Calvo ha reducido a un rol de comparsa a los sindicatos. El Gobierno, generosamente, los riega de recursos (algunos como los Ere de Andalucía son ya cosa juzgada y sentenciada) y hasta les repara las sedes con fondos europeos, cuyo destino no parece que sea tal.

El Gobierno los utiliza como supuestos arietes sociales, pero si la curiosidad les mueve, vayan a alguna de las frecuentes manifestaciones por la sanidad pública o por la vivienda o por cualquier otro motivo y comprobarán que grupos sociales heterogéneos, asociaciones vecinales y profesionales autónomas nutren dichas reclamaciones y las pancartas sindicales, si las hay, quedan relegadas al montón.

Uno comprende que el amparo de un decreto ley es más seguro que la negociación, pero para eso, que se afilien a los partidos y devuelvan a los sindicatos su autonomía, su libertad. Su verdadero ser.

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