El trastorno de personalidad fiscal múltiple del PSOE
Los pactos tributarios del PSOE con Sumar no tienen nada en común con los acuerdos con el PNV para el País Vasco
El trastorno de identidad disociativo (TID), antes conocido como trastorno de personalidad múltiple, ataca con virulencia a las personas, pero por lo que voy viendo, también a los partidos políticos. Por decirlo de forma más clara, los dirigentes de los partidos, que padecen TID de manera casi generalizada, insuflan esta anomalía de la personalidad a toda la organización partidista que lideran. Si hablamos de fiscalidad e impuestos, la disociación de identidad es clara y persistente.
Me he tomado un tiempo para poner negro sobre blanco las propuestas fiscales del PSOE-Sumar que andan perdidas en los vericuetos del Congreso en busca de alguien que las adopte o, al menos, las acepte con resignación. Las he comparado con las medidas fiscales pactadas entre el PNV y el PSOE para el País Vasco (mejor dicho, para los territorios históricos o más modestamente las provincias vascas). Nada que ver.
PSOE y Sumar llaman pomposamente a sus frágiles acuerdos nada menos que reforma fiscal, pensando que colará fácilmente en los despachos de Bruselas y que los euroburócratas soltarán la entrega correspondiente de los fondos Nueva Generación, condicionados a una reforma fiscal. Los partidos del Gobierno llevan semanas posponiendo el debate de este estropicio fiscal porque sus veleidosos apoyos parlamentarios no están por la labor. Acaso el próximo lunes hayan conseguido retorcer aún más sus argumentos para obtener los imprescindibles apoyos parlamentarios. Veremos.
Al grito de guerra de «¡Que paguen los ricos!» PSOE y Sumar lo que proponen es una subida intensa de impuestos y el rescate de aquella mamarrachada de gravar los signos externos de riqueza, que alguna vez estuvieron en nuestras leyes fiscales. El PSOE se sacude la torpeza y dice que es una aportación de Sumar. Sumar se ufana de ello y asegura que si gravan hasta la extenuación la compra de yates, coches de lujo, aviones privados y otros sujetos pacientes suntuarios no determinados, lo hacen «para mejorar el reparto y la equidad de renta y riqueza», frase que podrían suscribir José María el Tempranillo, Joan Sala i Ferrer, alias Serrallonga o Diego Corrientes.
Ahorradores, asegurados en sanidad privada, entidades financieras, usuarios de alojamientos turísticos, sociedades cotizadas de inversión inmobiliaria, quizás herencias y donaciones serán objeto de persecución fiscal agravada. Todas estas amalgamas fiscales con frecuencia tienen un costo de gestión que supera los ingresos previsibles. Hacienda lo sabe, pero hay que llevarse bien con su socio de Gobierno, por torpe que sea la pretendida reforma fiscal.
Por supuesto, ni una sola mención a la contención del gasto como fórmula para equilibrar las cuentas públicas que, en definitiva, es lo que pide la Unión Europea.
Una de las personalidades múltiples del PSOE actúa en el Gobierno de coalición en el País Vasco. Y en ese territorio, las propuestas fiscales pactadas con su socio el PNV, también llamadas abusivamente reforma fiscal, recogen medidas que son radicalmente contrarias a las pactadas con Sumar para toda España. Cito, por ejemplo, la elevación del mínimo exento en el IRPF de 14.000 euros a 19.000; el mantenimiento de las deducciones por vivienda, tanto por compra como por alquiler; el apoyo fiscal al vehículo eléctrico en Sociedades y en IRPF; incentivos del 35 por ciento por inversión en activos para la descarbonización industrial y, para no cansarles o excitar su envidia si no viven en el País Vasco, el tratamiento generoso de los planes de pensiones, en cuanto a las aportaciones y los rescates.
La coalición vasca, al igual que el Gobierno central, necesita ayuda parlamentaria en dos de las tres provincias, Guipúzcoa y Álava, pero aquí sus expectativas de pacto se inclinan más hacia la derecha que hacia Bildu, por razones obvias de contenido. Pero el PSOE atiende a Bildu en el Congreso de los Diputados con toda solicitud.
Si su paciencia le ha permitido llegar hasta aquí, comprobará que mi apelación inicial al Trastorno de Identidad Disociativo referido al PSOE no es una figura retórica ni una frivolidad. Es la vida misma.