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Opinión

Milei, año uno: sus principales logros no son económicos

«El éxito cultural es haber iniciado una defensa desacomplejada de las ideas de la libertad»

Milei, año uno: sus principales logros no son económicos

El presidente de Argentina, Javier Milei. | Europa Press

Cada vez se destacan más los resultados económicos que va obteniendo el gobierno de Javier Milei. No es para menos, dado que son sorprendentemente positivos. Mencionaré solo tres.

Uno es la cotización del dólar. Lo habitual en Argentina es que al tipo de cambio oficial le acompañe una cotización «paralela» o informal, mucho más alta. La brecha entre los precios oficial e informal del dólar es uno de los termómetros de confianza usuales en Argentina. Cuando Milei llegó al gobierno, un dólar oficial costaba 400 pesos, pero en el mercado paralelo había que pagar un 150% más, es decir, 1.000 pesos. Hoy, ambos precios prácticamente se igualan en 1.100 pesos. Comprar un dólar «informal», es más barato ahora que en enero pasado.

Milei consiguió lo que se creía imposible: recortar el gasto público un 30% en un año, de forma de eliminar, desde el primer mes de su gobierno, un déficit fiscal de 5% del PIB. Por ejemplo, se eliminaron diez ministerios, cien secretarias y subsecretarías, se echó a 34.000 empleados públicos, se suspendió toda obra pública y se cerró la agencia de noticias oficial, entre muchos otros organismos. La única partida importante que aumentó de forma significativa fue el programa de asistencia a los más pobres. 

La inflación, que el kirchnerismo dejó en 211% (la mayor en más de 30 años) pese a tener muchos precios controlados, comenzó a bajar rápidamente aun tras suprimir todos los controles. En noviembre fue 2,4% mensual, la más baja en cuatro años y medio. Esta es la clave del sostenido apoyo popular a Milei y también explica por qué eliminar la inflación es su primera prioridad.

Con todo, creo que los dos mayores éxitos del primer año del gobierno de Milei no son económicos. Uno es político; el otro, cultural.

El logro político es simplemente haber completado un año de gobierno, cuando el kirchnerismo y la izquierda esperaban agazapados el menor traspié para alentar caceroladas, disturbios y las varias veces probadas maniobras para hacer caer un gobierno democrático. Un logro que es imposible subestimar si tenemos en cuenta que Milei no tenía un partido propio hasta hace pocas semanas y que apenas cuenta con el apoyo del 15% de los diputados y el 10% de los senadores. 

El éxito cultural es haber iniciado una defensa desacomplejada de las ideas de la libertad y un ataque inmisericorde al consenso globalista y socialdemócrata. Haber hecho comprender a la gente de a pie, aunque sea a los gritos, la necesidad de eliminar el déficit fiscal, es revolucionario. La gente común entendió la cadena de consecuencias: a un mayor gasto público le sigue un mayor déficit que hay que financiar con emisión monetaria (pues Argentina sigue excluida de los mercados de deuda); la emisión provoca inflación. Por lo tanto, para eliminar la inflación, hay que eliminar el déficit fiscal bajando el gasto público. 

Como hablamos de un líder argentino, el territorio nacional le quedaba chico; el terreno de la ofensiva de Milei es el mundo entero. Eso permitió que el globo tomara nota y asistiéramos al inesperado espectáculo de un presidente argentino bien recibido y escuchado en Washington, Roma, Davos y tantos otros sitios, que además estrecha vínculos con Elon Musk, quien públicamente recomendó invertir en Argentina.

La experiencia del primer año del gobierno de Milei ratifica que la convicción de un presidente con ideas claras (y, en este caso, correctas) es suficiente para superar obstáculos y conseguir lo «imposible». Una lección ya conocida en España, aunque por motivos diferentes: la determinación de Pedro Sánchez para mantenerse en el poder, con la que viene superando dificultades que ya hubieran hecho caer a cualquier otro gobierno.

Los argentinos reaccionaron tras 15 años de estancamiento económico y el fracaso de los dos grupos políticos más importantes (el kirchnerismo y el macrismo), cuando la situación era terminal y la corrupción llegaba a límites escandalosos (incluso para los estándares argentinos). Ojalá los españoles no necesitemos hundirnos tanto antes de reaccionar.

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