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El zapador

El legado de Bernardo de Gálvez en Estados Unidos

La cultura hispana sigue presente, y cada vez más presente, en todos los aspectos de la vida norteamericana

El legado de Bernardo de Gálvez en Estados Unidos

El almirante Bernardo de Gálvez, quien ayudó a los estadounidenses a independizarse de Inglaterra.

Bernardo de Gálvez y Madrid, nacido el 23 de julio de 1746 en la pequeña localidad de Macharaviaya, en la provincia de Málaga, constituye una figura fundamental en la historia de España. Pero también de Estados Unidos. Este ilustre militar y político dedicó su vida al servicio de la Corona española y jugó un papel crucial en la guerra de Independencia estadounidense. Pese a haber nacido en una familia de militares, sus logros no se limitarían a la continuidad de una tradición, sino que merecen, por derecho propio, un capítulo aparte por su inteligencia estratégica, su valentía y su habilidad diplomática, que le permitieron destacar como uno de los personajes más relevantes de su tiempo.

Desde muy joven, Bernardo de Gálvez demostró su talento en el campo de batalla, iniciando su carrera en el norte del virreinato de Nueva España. Era el año 1765. Allí, en las inhóspitas fronteras con los territorios indígenas, entre fieros apaches y «gloriosas fatigas» fue adquiriendo experiencia militar. Volvió a cruzar el Océano y en la desastrosa expedición de Argel de 1775, bajo el mando de Alejandro O’Reilly, tuvo un cara a cara con la muerte tras impactar una bala en su pierna izquierda, pero sobrevivió. Dios le tenía preparado otro destino más grandioso. Tras la Guerra de los Siete Años y la firma del Tratado de París de 1763, acuerdo por el cual Gran Bretaña arrebata la Florida a España, cambiaría su sino.

En ese arreglo no todo fueron pérdidas para la Corona española, pues obtuvo un extenso dominio al oeste del río Misisipi de manos de Francia. En 1776, el Rey Carlos III nombró a un joven Gálvez, de tan solo 30 años, gobernador de aquella nueva región conocida como Luisiana. Allí, nuestro protagonista comenzaría a forjar su leyenda. Su misión no solo consistió en garantizar el dominio español sobre esas tierras, sino también en equilibrar las tensiones entre las diversas comunidades locales, desde los colonos franceses hasta las poblaciones indígenas y los británicos, que veían amenazados sus intereses en la región.

Justo acababa de estallar el conflicto de las Trece Colonias. La Corte de Madrid vio en aquel enfrentamiento el pretexto perfecto para reabrir un conflicto con Londres. El plan: recuperar La Florida, Gibraltar y Menorca. España, titubeante al principio, se meterá de hoz y coz en el conflicto. Y la contribución de Bernardo de Gálvez apoyando a los patriotas que luchaban por liberarse del yugo británico será decisiva, un capítulo notable que merece ser recordado con justicia. El nuevo gobernador se convirtió en un aliado esencial para la causa revolucionaria. A través de su posición, proporcionó armas, suministros y apoyo financiero a los insurgentes, estableciendo redes de colaboración que trascendieron los intereses inmediatos de España. Esta alianza consolidó a Luisiana como un baluarte fundamental en la lucha contra las fuerzas británicas.

La acción más destacada de Gálvez contra los ingleses será la conquista de Pensacola en 1781, la capital administrativa y militar de la Florida Occidental, enclave estratégico que representaba una amenaza para el Virreinato de Nueva España y un obstáculo para el comercio con Luisiana. Pensacola era el bastión final del control británico en el Golfo de México, y su caída significaba un golpe irreparable al poderío enemigo en la región.

Pero antes había que entrar ahí con los barcos. Ante las dificultades naturales —destacando el escaso calado de la bahía, que impedía el acercamiento óptimo de navíos fuertemente armados—, surgieron tensiones dentro del mando y la necesidad de encontrar una solución audaz. Encima amenazaba temporal, lo que podía dar al traste con todo. Fue en este contexto cuando se consagró la figura de Bernardo de Gálvez como el hombre que lideraría la empresa de forma ejemplar. El 18 de marzo, conscientes de que el éxito del asalto dependía del control de la bahía, Gálvez tomó la decisión de su vida: se embarcó prácticamente solo a bordo del bergantín Galveztown.

Esta acción pasaría a la historia: Gálvez, acompañado únicamente por un puñado de hombres, dos lanchas cañoneras y una balandra, trató de adentrarse en la gran boca de agua, cruzando un estrecho canal desde el que se entreveía una peligrosa barra de arena en la que ya había encallado el navío San Ramón. Allí, bajo una implacable lluvia de artillería enemiga, realizó lo insólito: penetrar hacia el interior. Brindó, de esta manera, ejemplo a los demás barcos. Sí, era posible hacerlo. Él lo había logrado. Y previamente había mandado un aviso a los suyos: «El que tenga honor y valor que me siga. Yo voy por delante con el Galveztown para quitarle el miedo». 

El general malagueño, satisfecho con el trabajo bien realizado, envió salvas de artillería, un grito de mando y autoridad, una señal que proclamaba a todo el mundo —tanto a sus tropas como a los británicos— que, en ese momento, al mando de la operación, estaba don Bernardo de Gálvez, el hombre que, en solitario, había decidido tomar la iniciativa y romper el cerco enemigo. Las salvas de Pensacola se convirtieron en el símbolo de su arrojo, un gesto cargado de determinación que insufló nueva energía a las fuerzas españolas y comprometió al enemigo, que entendió de inmediato la magnitud de la amenaza. Gracias a esta arriesgada, pero brillante maniobra, el grueso de la escuadra española, la que embarcaba a las tropas, penetró a primeras horas de la tarde del día 19, marcando el comienzo de un asedio que, tras dos intensos meses de combates, culminó con la caída definitiva de Pensacola. Este triunfo significó la eliminación de la última presencia británica en el Golfo y también permitió a los insurgentes estadounidenses consolidar su independencia, al desviar las fuerzas enemigas y debilitar la posición británica en el continente.

En reconocimiento a su inestimable contribución, el rey Carlos III añadió al escudo de armas la imagen del bergantín Galveztown junto al lema «Yo Solo», celebrando la valentía y el liderazgo singular de Gálvez que permitieron cambiar el curso de la historia. El legado de Bernardo de Gálvez se hizo patente ante los estadounidenses prácticamente desde los primeros pasos de su nuevo gobierno nacional. La contribución de España a la independencia de los Estados Unidos era un hecho incuestionable. El Tratado de París de 1783, había consolidado la victoria de las Trece Colonias, sin embargo, los nuevos Estados Unidos no reconocieron oficialmente la deuda adquirida con los españoles. No importa, en su patria natal se le colmó de honores. El mismo año del Tratado de París que condujo al cese de las hostilidades, el rey Carlos III le otorgó a Bernardo de Gálvez la merced de un título de Castilla bajo la denominación de Conde de Gálvez —precedido por el Vizcondado de Galveztown—, además de concederle la Encomienda de Bolaños de la Orden de Calatrava. Fallecería tres años después. 

Hoy su nombre perdura en la toponimia norteamericana: la bahía de Galveston, en Texas; la isla, la ciudad y el condado del mismo nombre; y St. Bernard Parish, en Luisiana, son testigos de la huella que dejó en el continente. Sin embargo, la percepción de su figura y, en general, la aportación española a la independencia estadounidense cambió abruptamente en 1824. Ese mismo año, por invitación del presidente James Monroe, el marqués de Lafayette emprendió un célebre grand tour por los Estados Unidos para participar en la conmemoración del quincuagésimo aniversario de la Declaración de Independencia. La figura de Lafayette, símbolo del crucial apoyo de Francia durante la guerra, alcanzó una notoriedad inmediata, mientras que la memoria del papel desempeñado por España —incluida la destacada contribución de Bernardo de Gálvez— quedó prácticamente relegada y borrada de la historia oficial.

No sería hasta el siglo XX cuando esta percepción comenzó a revertirse, propiciando un renovado interés por la participación española en la independencia. En 1976, con motivo del bicentenario de la independencia estadounidense, el rey Juan Carlos I inauguró una majestuosa estatua ecuestre de Gálvez en Washington, D.C., situada en Virginia Avenue junto a otros libertadores de la historia americana. Sin embargo, el verdadero auge de la figura de nuestro héroe no llegó sino hace apenas dos décadas, gracias a distintas iniciativas que reivindicaron su legado. Entre ellas destacan dos hechos de diciembre de 2014. El día 9, un retrato de Bernardo de Gálvez, copia de una obra de Mariano Salvador Maella, fue colgado en el Capitolio estadounidense, cumpliendo una resolución del Congreso de 1783 que había quedado relegada al olvido hasta ser rescatada gracias a los esfuerzos de Teresa Valcarce (apodada «The lady of the portrait»), una investigadora y activista comprometida con la memoria histórica.

Para rematar la faena, el día 16, el presidente Barack Obama nombraba a Bernardo de Gálvez «Ciudadano Honorario de los Estados Unidos» mediante una resolución conjunta firmada por las dos cámaras del Congreso norteamericano, un reconocimiento que hasta entonces solo habían recibido siete personas. Ello ha contribuido a que, hoy en día, el nombre de Bernardo de Gálvez sea cada vez más apreciado en el imaginario estadounidense, como uno de los héroes extranjeros que colaboraron decisivamente en la independencia de la nación. 

La figura de Gálvez ha sido reivindicada también mediante iniciativas educativas que buscan dar a conocer su historia a las nuevas generaciones. Guillermo Fesser, célebre periodista y escritor, amén de cómico (es una de las mitades de Gomaespuma), publicó Get to Know Bernardo de Galvez, un libro ilustrado dedicado a la vida de Gálvez que se utiliza en los colegios de Estados Unidos. Esta obra didáctica y amena, trata de demostrar que la memoria de este prohombre trasciende las fronteras del tiempo y sigue siendo relevante en el presente.

En una entrevista Fesser afirmó: «España les encanta a los estadounidenses. Está vendida. Sold out. Solo hablan maravillas de España y de los españoles. Les gusta todo: la gastronomía, el clima, la historia, la amabilidad de la gente… Lo que les confunde es que, cuando van a comprar el ticket, en lugar de una taquilla de España se encuentran 27. Uno que le dice: ‘Ah no, nosotros solo vendemos morcilla de Burgos’; otro que le dice: ‘Ah no, nosotros solo somos Barcelona’; otro: ‘Nosotros solo vendemos vino de Madrid’. La famosa Marca España… No necesitamos ningún genio pensante que venga a inventarla, porque la hemos inventado los españoles solitos. Lo que hace falta es que aprendamos a venderla juntos, que perdemos el tiempo en vender trocitos».

Para terminar con los reconocimientos, recientemente supimos que una nueva fragata de la Armada de los Estados Unidos, perteneciente a la clase Constellation y designada como FFG 67, llevará el nombre de «USS Galvez». Estará lista para 2030. Este homenaje honra al militar y político malagueño, convirtiéndose en el primer buque de la Marina estadounidense en portar el nombre de un español.

https://twitter.com/USembassyMadrid/status/1809127630110658746

Bernardo de Gálvez encarna ahora los valores de valentía, dedicación, compañerismo y visión estratégica, valores que lo convirtieron en una ilustre figura que sirve para estrechar los lazos históricos entre España y Estados Unidos. Su vida y legado continúan inspirando a quienes buscan gestas épicas. Además, su papel en la independencia estadounidense ha quedado sobradamente acreditado, prueba de que no hay ninguna directriz dentro de la angloesfera que impida reconocer las contribuciones de figuras hispánicas. La influencia de España en la conformación de los Estados Unidos es un testimonio elocuente de la riqueza de nuestra herencia compartida. Como afirmó el historiador Felipe Fernández-Armesto: «La cultura hispana sigue presente, y cada vez más presente, en todos los aspectos de la vida norteamericana. Por supuesto que todas las comunidades que forman parte de Estados Unidos —sobre todo los judíos, italianos, alemanes, polacos— han aportado sus propias contribuciones. Pero la aportación hispana tiene la ventaja de ser muchísimo más larga que cualquier otra, con la única excepción de los indígenas».

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