The Objective
Hastío y estío

Decreto ómnibus: no votar como acto democrático

«Lleve usted el ticket de lo votado a Sánchez y cuando termine de reírse, si es que lo hace, me dice lo que le ha dicho»

Decreto ómnibus: no votar como acto democrático

Ilustración de Alejandra Svriz.

Algunos amigos me siguen preguntando si sigo sin votar. Mi respuesta sigue siendo afirmativa desde que dejé de hacerlo en el año 2011. No sé si vi la luz o el deslumbramiento. Pero fue el año en que dejé de ser un sujeto pasivo y que, por tanto, compraba la mercancía establecida por el sistema, y pasé a ser una persona curiosa por saber cómo funcionaba en parte nuestro entramado jurídico-político. La verdad absoluta nunca estará expuesta al pueblo, ya que no le interesa a los que se benefician de que así sea. 

Ustedes pueden pensar que tengo un ego tan enorme que vengo a escribirles sobre lo que pienso de nuestro sistema democrático. En parte será así, pero debido a una noticia tan de actualidad como es el decreto ómnibus. Lo que yo piense tiene la misma importancia que la de cualquiera que se haya preocupado en intentar conocer el sistema en el que vive. 

En un supuesto país democrático como es España, a nuestros representantes políticos se les elige mediante el voto. Un voto que en las Elecciones Generales no vale lo mismo si usted vive en Zamora, Barcelona o Huelva. Un sistema electoral que busca claramente beneficiar a las regiones donde el nacionalismo es mayoritario. Partidos como el PNV, Junts, Bildu o Esquerra Republicana, con apenas 300.000 votos, tienen alrededor de 10 escaños, y partidos que han obtenido en los últimos años el doble, el triple o más que éstos, como Podemos, Vox, UPYD o Ciudadanos, necesitaban fácilmente hasta cinco veces el número de votos para conseguir un escaño. Esto si no cambia es porque beneficia al bipartidismo y a estos partidos nacionalistas. Al PSOE, porque así tiene socios para conseguir mayorías que si no, no conseguiría de ninguna manera. El PP porque es un caladero de votos que sólo se mantiene si ese supuesto enemigo con el que se quiere acabar, se le mantiene lo suficientemente vivo para presentarse como el único partido que quiere finiquitarlos. Una mentira que les sale muy rentable electoralmente.

Los políticos se dicen nuestros servidores políticos, es decir, que somos nosotros los que mandamos sobre ellos, que igual que les ponemos al votarlos, podemos echarles si no cumplen, y bien saben ustedes que no es así. Si el partido político al que usted ha votado no cumple sus promesas y hace políticas totalmente contrarias, vaya usted a reclamar a ver qué les dicen. Se reirán de ustedes y les trataran como si estuvieran locos. Vayan a pedir explicaciones de manera personal y a ver si les dejan entrar al ministerio de turno o la Moncloa. Usted vote cada cuatro años y luego calle y acate. Intente devolver el voto como lo hace con un pantalón al darse cuenta en casa de que no le quedaba tan bien. Lleve usted el ticket de lo votado a Sánchez y cuando termine de reírse, si es que lo hace, me dice lo que le ha dicho. El pueblo ni pincha ni corta en esto que llaman democracia. 

En las democracias también se supone que los poderes funcionan por separado. Dígaselo a Pedro, y pregúntele de paso de quién depende la fiscalía general del Estado. Por no hablar de un poder legislativo que uno piensa en él de manera abstracta, como si fuera un cuadro de Rothko. Un servidor pensaba que cuando un partido que está en el poder no tiene mayoría, tiene que negociar con el resto de partidos para alcanzarla y poder sacar adelante leyes que quiera llevar a cabo. Lo normal es que si no se llega a un consenso y no se consiguen esos votos necesarios, esa proposición de ley no saliera adelante. Pero para eso se creó ese concepto discutido y discutible que es el «decreto ley», que es lo mismo que decir que esto lo hago por mi cara bonita y porque me sale a mí de las narices. Algo muy democrático, como se pueden dar cuenta. 

El gobierno de Pedro Sánchez tiene el récord de llevarlo a cabo. Lo ejecuta con la misma soltura que pintaba Velázquez o componía Mozart. Unos artistas de hacer las cosas por sus santas gónadas. En este periodo «sanchista» se han aprobado más decretos que leyes, siendo el único gobierno de nuestra «democracia», llamémosla así para entendernos, que obtiene esa meritoria plusmarca. Lo que da miedo es que son las reglas las que permiten ese sindiós. Ojalá esto se solucionase simplemente con un cambio de gobierno. Pero esto no tiene que ver con las ideologías, sino con ostentar el poder. Y ningún partido político que lo ha logrado lo ha cambiado. En España, sólo lo ha podido hacer el PP, y no ha pensado en ejecutar esas modificaciones que controlen los aires de grandeza de esas formaciones. Feijóo, cuando llegue, cambiará alguna ley del «sanchismo», tampoco se crean que muchas, y sobre todo sacará adelante las nuevas que su equipo haya pensado. Pero las reglas del juego seguirán siendo las mismas. Por esto, y otras muchas cosas que quedarían demasiado largas en un artículo, no voto, amigos y lectores. Porque antes que la ideología está la libertad y una democracia que sea justa, o por lo menos mucho más de lo que lo es ahora. Eso de que lo importante es que ganen los míos hagan lo que hagan no va conmigo. Llámenme romántico, iluso o lo que quieran, pero tener un poco de respeto por uno mismo sienta muy bien.   

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D