Cuando los lobos pastorean al rebaño
«Las ovejas no entendemos por qué el pastor Pedro ha querido compartir su mando con los que quieren degollarnos»

Pedro Sánchez y Carles Puigdemont, en una fotografía de archivo. | Jordi Boixareu (Zuma Press)
A las ovejas españolas se nos presenta un futuro aterrador. Una manada de lobos tan catalanes como antiespañoles son los que nos pastorean hasta que decidan devorarnos. Aúllan soflamas catalanistas donde no esconden su odio a España. El que está al mando del rebaño en España no solo ha facilitado la entrada de estos lobos, sino que les ha entregado el instrumental para poder hacerlo. El pastor Pedro, y no el de la serie Heidi, ha decidido desentenderse de nosotras, tanto que se confunden dos palabras que suenan parecidas, pero que no lo son. El «linaje» de Pedro Sánchez y los suyos no necesitan de mezclarse con un «lanaje», valga el palabro, de unas ovejas de las que ya no puede sacar mucho más.
El pastor primigenio cada vez está más viejo. Le han salido canas y unas arrugas siniestras en el rostro, que le confieren, si es posible, una mayor maldad. Una de las lobas catalanas se relame de gusto en su guarida. Se apellida Nogueras, y le gusta separar los símbolos que hicieron grandes a los muchos rebaños que forman nuestro país. Detesta una tierra que como dijo uno de los viejos lobos catalanistas, Quim Torra, y maestro de esta lobita que se cree fiera, «los españoles son bestias carroñeras, víboras, hienas con una tara en el ADN».
Llamarnos todas estas cosas a unas simples ovejas como somos nosotros es algo muy feo. Nosotras no nos metemos con nadie. Casi ya ni balamos. Las balas pasan por nuestras cabezas en formas de decisiones políticas que nos acercan a una muerte de nuestra moral y de nuestra dignidad. Nuestra piel supuestamente algodonosa y suave, cada vez está más áspera y llena de heridas. No hay lana que tape la miseria de nuestras almas, cada vez más raquíticas y sin nadie que vele por ellas. Pedro, que fue elegido por las ovejas nativas, nunca quiso hacerlo y nos vendió al mejor postor para sus intereses, aunque los de estos fueran aniquilarnos sin piedad.
Las ovejas españolas no envidiamos a las catalanas. Eso me gustaría que quedase claro. Compartimos algún que otro pastor que hace que estas también sufran, pero a ellas no las odian de una manera tan visceral, cerval, animal. Odiar a unas ovejas por no haber nacido donde los lobos catalanes creen que se encuentra el paraíso es lo más parecido al nazismo. Algo racista y supremacista. Y eso que tanto aquí como en Cataluña la gran mayoría de ovejas somos blancas. Alguna negra tenemos aquí en España, no les vamos a engañar, pero ninguna con ese color en el corazón como Torra, Puigdemont o la Noguera.
Las ovejas españolas no entendemos por qué el pastor Pedro ha querido compartir su mando con los que quieren degollarnos. Nosotras ya habíamos aceptado ser explotadas de manera eterna, y que no sólo nos quitasen la leche y la lana, sino también los intestinos y el corazón si lo vieran necesario. A cambio nos dejaban con vida. Pero es que ahora estos nuevos pastores quieren hacer de nuestros rebaños lugares que nos recuerden a Auschwitz, ahora que se cumplen los 80 años de la liberación de esos campos de concentración.
Las ovejas españolas no entendemos que hayan puesto a pastorearnos a quien no desea nuestra existencia, y que eso «la ley del pastoreo nacional» lo permita. Hemos preguntado a nuestras ovejas compañeras de Francia, Italia o Bélgica, y nos dicen que allí no aceptarían que las guiase unos pastores que quisieran acabar con ellas, y que eligen a los pastores que las van a tratar mejor y que si no lo hacen pueden echarlos a coces con la ley de su lado.
Aquí los lobos catalanes se relamen ante la cada vez más cercana rendición definitiva del falso pastor español. Sentimos el aliento de sus colmillos en nuestros palpitantes cuellos. El otro día sin ir más lejos, mordieron a una compañera, y si no la mataron es porque decidieron «amnistiarla» del delito de ser española. Pero esto no va a ser así por mucho tiempo, tener al enemigo en casa hace del hogar un lugar extraño, y eso es en lo que se ha convertido España para los españoles.