THE OBJECTIVE
Hastío y estío

Un alcalde en su salsa

«Como mandan los cánones, ese dinero ‘regalado’ hay que gastarlo de la manera más ridícula posible»

Un alcalde en su salsa

Unos 'calçots', el plato tradicional al que acompaña la salsa romesco que pretende estudiarse por vía de urgencia. | Laia Solanellas (Europa Press)

Hoy es un día perfecto para recordar la frase que dijo aquella intelectual que debería haber nacido en el Renacimiento, y que no es otra que Carmen Calvo. En su máximo apogeo de relevancia no sólo política, sino también sociocultural y económica, soltó esa perla que ha quedado para la historia: «Estamos manejando dinero público, y el dinero público no es de nadie». Tengo claro que un segundo después de escupir semejante estupidez, ella pensó que se había encumbrado como política, y que sólo el cielo le separaba de llegar a lo más alto de su partido. Pero Pedro es mucho Pedro, y su forma prestidigitadora de dirigir el socialismo español se encargó de hacerla desaparecer de la escena política hasta el día de hoy. Lo ha hecho tan bien que todavía no la han encontrado. El crimen o el truco perfecto se da cuando no hay ninguna pista del culpable o no se encuentra el cuerpo. Por suerte, Carmen Calvo está entre nosotros, vivita y coleando, y lo que es mejor aún lejos de la cosa pública. 

Decir que el dinero público no es de nadie es algo que han pensado muchos integrantes de nuestra casta política. Para que todos entendamos lo que este tipo de políticos nos quieren decir, qué mejor que un ejemplo. Usted va caminando por la calle con la mirada puesta en sus zapatos y en un suelo donde hay una probabilidad bastante alta de pisar una deposición canina o de su dueño, siempre este más guarro que el animal. Va pensando en su mala suerte, en qué ha hecho para merecer un Gobierno como el que tiene, por qué su jefe no le ha dejado cogerse unos días libres de sus vacaciones para celebrar su aniversario con su mujer cuando lleva más horas extras trabajadas que artículos escribió en vida Francisco Umbral. Pero algo ha cambiado en su suerte y ve una cartera tirada en el suelo. La abre y no tiene ninguna documentación, sólo unos cuantos billetes de 10, 20 y 50 euros. Usted no es mala persona, pero tampoco tonto y decide que es mejor que se los quede a llevarlos a la comisaría de policía más cercana. Como es un dinero que usted no se ha ganado con su esfuerzo, decide empezar a gastarlo sin ningún tipo de criterio.

Entra en su bar de siempre e invita a un par de rondas a los parroquianos habituales. Incluso su generosidad le da para pedir una ración de jamón del bueno. Antes de llegar a casa, compra unas flores y los bombones que más le gustan a su mujer y le entrega ambos regalos en cuanto la ve. Se toca el bolsillo del pantalón y ve que todavía le quedan tres billetes de 50, y se los da a ella para que se compre esos zapatos que llevaba casi un mes deseando, pero eran las cuentas domésticas la que la dejaban con los pies descalzos. Ella sabía que no dejaban de ser un capricho, y que podía calzarse de manera más austera. Su vida adulta le había enseñado que había dejado de ser la Cenicienta del cuento. Usted vuelve a tocarse el bolsillo y por fin está vacío, pues parecía que ese fuera su objetivo. Como si ese dinero le quemase en el bolsillo y tuviera que deshacerse de él cuanto antes. A dinero regalado no le mires el remitente, y malgástalo como es debido. 

Eso ha pensado el último político en llevar a cabo esta manera tan particular de gastar el dinero público. Como no es de nadie, a nadie le pidió permiso para hacerlo. Se trata del alcalde del Partido Socialista Catalán de Tarragona, Rubén Viñuales. Y como mandan los cánones, ese dinero «regalado» hay que gastarlo de la manera más ridícula posible. Y es que ese Ayuntamiento ha licitado por vía de urgencia un contrato para investigar sobre la salsa romesco, indispensable para realizar los calçots, plato tradicional de esa zona. 

A un servidor no le parece mal que un Ayuntamiento ayude a incentivar cualquier cosa que sirva para publicitar y mejorar lo que es típico y autóctono de la localidad. Siempre que la partida presupuestaria sea la adecuada y lo que se vaya a realizar tenga un sentido tanto práctico como lógico. Un servidor no entiende la urgencia de llevar a cabo esta investigación, y mucho menos que haya costado 130.000 euros. Uno no conoce el mercado inmobiliario de Tarragona, pero estoy convencido de que un vecino de esa ciudad, si no puede comprarse un piso normalito con ese dinero, estará bastante cerca de hacerlo. El pliego de condiciones asegura que la organización de un congreso sobre esta salsa «será una oportunidad para posicionar Tarragona, como ciudad de referencia en materia enogastronómica, potenciando la identidad propia y cultura autóctona gastronómica».

Un servidor no entiende por qué asciende a esa cantidad dicho estudio sobre esa sacrosanta salsa. Me gustaría saber si el alcalde intentó que la partida presupuestaria fuera más baja abaratando costes o haciendo uso de su generosidad infinita con el dinero de los demás soltó el fajo de billetes de manera displicente. La falta de empatía con el dinero del contribuyente de políticos como este, y con el esfuerzo que tiene que hacer para poder vivir de manera digna y acorde a muchas de las leyes e impuestos absurdos aprobados por estos, habla de lo separados que están con lo que ocurre en la calle. Mientras tanto se seguirán sabiendo el perejil de todas las salsas.

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