Una noche en 'El hormiguero'
Las maniobras políticas del Gobierno de Pedro Sánchez no han logrado mermar su capacidad para suscitar interés

Pablo Motos, Susanna Grisso y Matías Prats durante un programa de 'El hormiguero'. | Atresmedia
Espectáculo, ritmo frenético y talento televisivo confluyen cada noche en el plató de Tres60 en la madrileña calle de Alcalá. Y allí que fui. El miércoles pasado tuve el privilegio de descubrir los entresijos de El hormiguero, un programa que, tras 19 temporadas, continúa reinando en el prime time español con una firmeza inusual.
Acudí invitado por José Señarís Romay, más conocido como Frikidoctor, un tipazo. Se trata de un personaje polifacético: guionista de El hormiguero, responsable de la sección dedicada a Japón y, sorprendentemente, también médico dentro del equipo. Además, su fama se extiende a internet: su canal en YouTube, que inicialmente logró notoriedad gracias a los análisis y polémicos spoilers de la serie Juego de Tronos, hoy goza de una comunidad fiel que espera sus comentarios con expectación. Yo me incluyo entre ellos. Todo este bagaje otorga al doctor la rara cualidad de pasar sin esfuerzo de la medicina a la crítica televisiva, o de una charla distendida sobre cultura del lejano Oriente a un debate inteligente sobre la última película de superhéroes. Aceptar su invitación significaba entrar en un mundo que para mí era relativamente desconocido.
Llegué al estudio con mi amigo el periodista Gonzalo Bans y su mujer, respondiendo a la llamada de Frikidoctor, quien nos había citado con una hora de antelación. Solo así, nos explicó, tendríamos ocasión de conocer en persona a algunos de los responsables de que el engranaje televisivo fluya todas las noches. Una vez allí, nos paseó por la redacción. Acto seguido, ingresamos al despacho de Jorge Salvador –pieza fundamental junto a Pablo Motos de la producción–, amabilísimo con nosotros. Fue una suerte hablar unos minutos con este rey Midas de la televisión, que nos desveló algunos secretos de El desafío, programa también de la productora. Poco después, tuvimos el gusto de saludar a Manuel Linares, jefe de comunicación de El hormiguero, un tipo encantador que lleva a cabo labores importantísimas: cuidar la imagen del programa, su presencia en redes, analizar las audiencias o la relación con los medios.
Entre galerías con fotos de algunas de las estrellas que han acudido al programa, pasadizos que parecían sacados del tren de la bruja, cámaras, cables, camerinos, salas de maquillaje, salas de croma, platós, pudimos apreciar la compleja logística del programa, logística necesaria para hacer llegar al plató principal los objetos más insólitos, algunos de los cuales luego sacaron durante el directo. Productores, guionistas, cámaras, iluminadores y, por supuesto, ese cuerpo de actores de la casa que son las queridas hormigas, Damián Mollá y Juan Ibáñez. No tardamos en cruzarnos con ellos, caminando por los pasillos, inquietos y concentrados, de quienes saben que pronto tendrán que desplegar su vis cómica en pantalla. Vimos al Monaguillo en maquillaje, un fenómeno dotado de una simpatía contagiosa, y a Marron, danzando con paso ligero, imagino que pensando cómo nos iba a sorprender con su sección científica. Me hizo especial ilusión saludar a Fernando Acevedo, talentoso guionista, quien comparte con Frikidoctor un canal de YouTube llamado CritiCar, donde comentan y hacen reviews de películas, después de haber acudido a Kinépolis, durante el trayecto de vuelta en el coche (de ahí lo de «Car») camino de sus casas.
La culminación de nuestro pequeño tour llegó cuando Frikidoctor nos llevó a conocer a Susanna Griso y Matías Prats, invitados de honor para conmemorar el 35 aniversario de Antena 3. Aquella escena, dos de los comunicadores más relevantes de nuestro país charlando en la intimidad de un camerino, tuvo cierto interés. Matías Prats, poco amigo de aparecer en otros espacios fuera de los informativos, exhibía la calma serena de quien ha pasado por innumerables horas de pantalla. Por su parte, Susanna Griso desprendía esa elegancia natural que la ha llevado a ser uno de los rostros más reconocibles de la cadena. Estaban tan enfrascados en su conversación –imagino que asuntos propios de la profesión, o quizá alguna anécdota de la jornada– que casi pasó inadvertido el instante en que Pablo Motos hizo su aparición. Con su habitual energía, Motos se acercó para saludarlos a escasos diez minutos de comenzar el directo, intercambiando con Matías algunas palabras sobre Jávea, lugar de veraneo que ambos comparten. Se da la casualidad de que yo también veraneo allí, aunque nunca me los haya encontrado.
Apenas concluido ese breve encuentro, nos condujeron al plató, ya con el público sentado e impaciente por presenciar el arranque del show. Nos ubicaron en un lugar privilegiado: en los primeros asientos del lateral, desde donde pudimos contemplar a la perfección la dinámica del programa. El ajetreo que se percibía tras las cámaras resultaba fascinante: técnicos ajustando los últimos detalles, un animador preparándonos para lo que íbamos a ver, DJ Valdi pinchando temazos para entrar en calor y decenas de personas intercambiando señales, comprobando que todo estuviera listo para la inminente emisión. Es imposible no admirarse ante el grado de profesionalidad y coordinación que hace posible que todos los contenidos se graben con una rapidez pasmosa. La fiesta estaba a punto de comenzar.
La velada se orientó a celebrar ese 35 aniversario de Antena 3 con Matías Prats y Susanna Griso como protagonistas. Llegaron subidos a un coche. Todo presagiaba alegría, sin embargo, pronto la entrevista adquirió un cariz triste al abordar la reciente cobertura de la dana, acontecida en la Comunidad Valenciana. Conocida es la vinculación emocional de Pablo Motos con esta región, no solo por ser natural de Requena, sino porque en dicha catástrofe perdió a un gran amigo. No extrañó, por tanto, la vehemencia con la que todos expresaron una sensación de abandono por parte de las instituciones, ni las palabras de crítica contra la escasa atención que se prestó a los damnificados. Fue un momento de sobriedad y reflexión que rompía, momentáneamente, el tono jovial al que el programa nos tiene acostumbrados.
No obstante, El hormiguero nunca tarda en retomar su atmósfera lúdica. Las célebres Hormigas, Damián y Juan, desarrollaron su espacio de juegos llenos de ingenio, provocando la risa colectiva. A continuación, El Monaguillo apareció para mostrar diversos artilugios traídos desde Japón, parte de la singular sección de Frikidoctor que nos muestra las costumbres y extravagancias del país nipón. Todo pasa muy deprisa y no se deja nada al azar.
Poco después, el doctor José Abellán, un divulgador en redes, guaperas, alto y fortachón, irrumpió con un simulador de arterias coronarias para explicar el funcionamiento de los stents, esas pequeñas mallas que salvan vidas manteniendo las arterias abiertas. Atendimos con genuino interés a una explicación técnica que expuso a la perfección entre chiste y chiste. Fue un recordatorio de que, en este programa, el entretenimiento ameno a menudo se funde con la divulgación, logrando un equilibrio poco frecuente en la televisión convencional. Y funciona a las mil maravillas. Para rematar la sección, Marron regresó acompañado del CEO de Synergy Tech España, presentando dos perros robots de la empresa Unitree Robotics. Uno de ellos ascendió las escaleras junto al público –de hecho, el perrito pasó a escasos centímetros de mis pies–. Y así, el programa llegó a su final. Salimos del plató con la sensación de haber presenciado desde dentro un fenómeno que es historia de la Televisión. Gracias, José.
El jueves nos levantamos con la guerra de cifras de share. Y fueron más que contundentes: 2.094.000 espectadores y un 15,7% de cuota de pantalla, erigiéndose en el programa más visto del día. De hecho, alcanzó los 4.432.000 espectadores únicos y un 47,2% de fidelidad, datos que reafirman la buena salud de un espacio que lleva años encabezando las preferencias del público. La Revuelta, conducida por David Broncano no ha conseguido arrebatarle la hegemonía a El hormiguero. Las maniobras políticas del Gobierno de Pedro Sánchez no han logrado mermar su capacidad para suscitar interés. Tras 19 temporadas en plena franja de máxima audiencia, las hormigas no acusan síntomas de cansancio. Enero ha supuesto el peor dato para La Revuelta desde sus inicios, mientras que El hormiguero corroboró su supremacía con casi dos millones de espectadores de media, alcanzando cerca de 4,5 millones de espectadores únicos. Alguna nueva jugarreta tendrán que pergeñar los halcones de la televisión pública sanchista, porque estas cifras no hacen, sino evidenciar que, en una televisión tan competitiva, el público sigue optando por el programa de Motos, esa mezcla perfecta de entretenimiento, talento, humor familiar, improvisación y naturalidad controlada, y celebridades de relumbrón. Larga vida a El hormiguero.