The Objective
Hastío y estío

Crónica de una gala anunciada

«Las reivindicaciones políticas se lanzaron al aire o contra un enemigo exterior. Como si en España no gobernase nadie»

Crónica de una gala anunciada

Equipos de 'El 47' y 'La infiltrada' recogiendo el premio a mejor película. | Alex Cámara (Europa Press)

La gala de los premios Goya nunca nos sorprende, pero igualmente la vemos con la esperanza de que esto cambie. O puede que la veamos justamente por eso, porque nos da lo que esperamos. Sesgo ideológico, una pretendida superioridad moral y cierta esperanza porque la cultura cinematográfica de nuestro país represente nuestras costumbres, tradiciones y formas de ver la vida de la España del siglo veintiuno. Las tres se dieron en la ceremonia del pasado sábado y acudieron fieles a su cita. 

La gala cambió de ciudad y eligió Granada. Un acierto indiscutible. Pocas ciudades en nuestro país pueden competir con ella en arte y cultura. Sólo en el barrio del Albaicín hay más belleza, gracia y sensibilidad que en la industria del cine, en la que sobra el miedo y una falsa valentía. De la Fuente de los Leones brota un agua cristalina que canaliza la belleza natural de la ciudad. Un rugir y un «quejío» feliz, nada acomplejado por el qué dirán. El «duende» les crece dentro a los de esta tierra hasta provocarles un estirón a su cuerpo y a su alma. 

Presentaron la gala Maribel Verdú y Leonor Watling. Con esta última ya me gustaría a mí «hablar con ella», aunque me escuchara de la misma manera que en la película. Un servidor, que es un simple mortal y terrestre, se siente en una isla desierta cuando la ve en pantalla. Nada más existe que disfrutar de su oleaje «al son de mar». La Verdú es mi debilidad. La mirada de la verdad hecha cine. La quietud en el tiempo. Guerra y paz en mis ojos de espectador. Cogería el metro hasta Vallecas y volvería a fumar hasta arruinarme los pulmones si fuera ella quien me lo vendiese. Me sacaría el carné de conducir sólo para circular por sus «carreteras secundarias». «Amantes» cada uno en su lugar, yo tocando la pantalla y ella traspasándola hasta provocar el corte que llene de sangre la boda que es cada una de sus actuaciones.

Después comenzó la vulgaridad. Seres humanos salían a recoger sus premios. Daban las gracias como si les hubieran acabado de salvar la vida. Reivindicaciones políticas y sociales. «Ningún ser humano es ilegal», «la vivienda es un derecho», y alguna otra soflama fueron las elegidas en esta edición. La diferencia con otros años, es que en los últimos estas proclamas se lanzan al aire o contra un enemigo exterior. Como si ahora en España no gobernase nadie, o quien lo hiciera no tuviera culpa de lo malo que nos pasa. Eso sí, cuando gobierna un partido que no es el admitido por el sesgo ideológico obligado a seguir, ahí sí que se dan los nombres y apellidos del partido en cuestión y de su presidente y ministros. 

Aitana Sánchez Gijón recibió el Goya de Honor siendo una mujer de poco más de cincuenta años. La eternidad de sus actuaciones no necesita de tener más para convertirla en una clásica. Sobriedad, talento y belleza perfectamente medidas por el mejor de los científicos. Aunque haya nacido en Roma, y sea una amante de la literatura, ella es la mujer a la que hay que saber leer. De atrás hacia delante, pero también a la inversa, y convertir esa ciudad italiana, en la capital de lo que ella ofrece cuando actúa. La «regencia» del cine español será suya mientras ella quiera.

C. Tangana fue el mejor de la noche. El más listo de la clase volvió a ejercer de ello. Es el que mejor lee la industria del entretenimiento mezclándolo con el arte y la cultura. «Regreso al futuro» no es el título de una saga de películas protagonizadas por Michael J.Fox, sino el día a día de Antón Álvarez, Puchito. Su cosmovisión de España y del mundo tienen la esencia de lo más auténtico. De la verdad aunque duela. De saber ver el talento antes que nadie, ya sea en Rosalía o en Yerai Cortés, y tener que convertirse en director de cine para contar la esencia de un artista de la guitarra flamenca. En su discurso, sin nombrar a Karla Sofía Gascón, dijo que él era el primero que se había equivocado muchas veces y que había que saber perdonar. A los menos inquisitivos no les quedó otra que aplaudir ese mensaje.

A Richard Gere se le otorgó el Goya internacional, aprovechando que ahora vive en nuestro país, pues su mujer es española. Ofició de caballero, y de «pretty man». Aprovechó para atacar a Trump y olvidarse de Pedro Sánchez. Eso sí, hay que reconocerle lo concienciado que está con acabar con el «sinhogarismo». Un servidor escribió una novela, Todo Exterior, donde este tema es uno de los principales, y en mi investigación llegué hasta la asociación «Hogar Sí», donde Richard Gere y su mujer hacen una labor fundamental.

Por primera vez el premio a la mejor película fue compartido por dos obras, El 47 y La infiltrada. Cuando salió a hablar una de las productoras de La infiltrada, María Luisa Gutiérrez, el auditorio enmudeció de manera sorda. Se olían una tostada que no estaban acostumbrados a comerse. Hizo otra defensa de Karla Sofía Gascón, pero si ha sido de lo más destacable de la gala junto a la actuación musical de Lola Índigo y Dellafuente, granadinos de pro y las únicas realmente emocionantes, fue por su defensa de las asociaciones de víctimas del terrorismo de ETA. Los aplausos llegaron, pero de manera tímida, como si no supieran si a ese ente abstracto poderoso llamada Academia/Gobierno eso le iba a parecer bien. Pues señoras y señores, que no haya duda de que bien está lo que bien acaba, y ese final lo fue. El próximo año Dios dirá, pero como dice el visionario de C.Tangana en una de sus canciones, «está todo escrito». 

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D