THE OBJECTIVE
Opinión

El mangoneo sigue, ahora toca Talgo

La injerencia gubernamental quita y pone candidatos mientras los accionistas son ignorados

El mangoneo sigue, ahora toca Talgo

El ministro de Economía, Comercio y Empresa, Carlos Cuerpo. | Mariscal (EFE)

Al Gobierno se le hacen los dedos huéspedes en el manejo de las empresas privadas. Son los reyes del Monopoly. De Indra a Telefónica y tiro porque me toca. Talgo. Pues eso, Talgo. El húngaro no me vale, que hablan muy raro y, además Orbán es amigo de Abascal. Vuelvo a tirar. Sale un polaco. Puede valer, pero siempre con Sidenor, que hay que tener al vasco contento, que al paso que vamos perdiendo aliados, va a ser el único que se quede; si recibe algo, claro. Luego, ya veremos que hacemos con Duro Felguera et alia. Tirada a tirada, que el tablero se calienta. 

Hay que estar en todo, porque las empresas ya se sabe. Lo mismo actúan por su cuenta, porque los empresarios que saben de la alta política y los accionistas, qué van a hacer los accionistas, pobres, sin un gobierno que los guíe por la selva de la economía de salvaje de mercado. Por eso el ministro Cuerpo se va a Polonia a pedir a dos de sus ministros que mantengan la calma, que no empujen, que es peor. Que lo razonable es conciliar los intereses del Gobierno polaco con los intereses del Gobierno español. O sea que la empresa espere a que le hagamos el traje a medida entre nosotros.

Y es allí donde el ministro Cuerpo se pone estupendo y dice que el escudo español anti-opas es una norma que los europeos deberían copiarnos, porque es un modelo, un ejemplo de cómo conseguir el equilibrio entre el fomento de las inversiones extranjeras y la protección de los intereses estratégicos españoles. Y extremando su cinismo, recuerda que la empresa (la víctima del mangoneo, diría yo) cotiza en bolsa y la decisión de los cambios de accionariado corresponde a la propia empresa.

Y con ese telón de fondo del más exagerado intervencionismo, siempre hay algún oficioso que se sube al carro para ayudar. «El Estado como muro contra la oligarquía», titula a cinco columnas un dominical asalmonado, que parece patrocinar otro muro más de los que le gustan a Sánchez, que es muy de muros, por lo que se ve. Y hasta bendice una supuesta «corriente económica en ascenso (lo que físicamente es portentoso, que la corriente ascienda) que pide a los Gobiernos que den un paso adelante para asegurar que la búsqueda de beneficios del sector privado se alinee con los intereses públicos».

Ni por asomo que sea al contrario, que los Gobiernos hagan que los supuestos intereses públicos (que por su propia naturaleza cambian según el  tinte político de los Gobiernos) aseguren o, por lo menos, no obstaculicen o impidan la búsqueda de los beneficios del sector privado. El suplemento asalmonado dedica cuatro páginas además de la aparatosa portada, a preconizar la subordinación de la actividad empresarial a los designios de los Gobiernos que son los que saben qué hacer para crear riqueza y para crear y pagar el empleo. 

Con estas aportaciones nutricias no me extraña que hasta el ministro de Transportes Puente pontifique (es un juego de palabras fortuito) sobre qué hacer con Talgo y lo bien que le vendría fusionarla con Renfe, con los ferrocarriles de vía estrecha y con los trenes chú-chú de los parques, que esos sí que ganan dinero y son monopolísticos. Aunque Cuerpo, que es de Economía, diga Sidenor y cualquier otro del equipo gubernamental les diga que tiene un primo que conoce a un amigo del cuñado de un ministro de un país europeo que sabe mucho de trenes y está dispuesto a pagar una montaña por ello.  

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