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Opinión

Tampoco Guardiola es infalible

«Janick Sinner ha sido suspendido durante tres meses por dos ‘positivos’ y la sanción, a la carta, ha molestado en el mundo del deporte»

Tampoco Guardiola es infalible

Pep Guardiola. | Europa Press

Lo que tú oyes y lo que alguien te dice que ha oído no es lo mismo: la contradicción planea sobre las versiones, como la guadaña sobre Pep Guardiola, triunfador sobre todas las cosas. Me cuentan que el FBI y la CIA están investigando a la WADA (Agencia Mundial Antidopaje) porque no se explican la exención o bula que disfrutan más de cuatrocientos deportistas que, controlados por la Agencia y bajo prescripción facultativa, recurren a medicamentos que, plasmados en el pasaporte biológico, dibujan el perfil de un enfermo afectado por tantas dolencias que no debería salir de la cama. ¿Será verdad? En el anverso de la sospecha, la realidad cotidiana. Frase cogida al vuelo en un restaurante de Valencia: «Las historias bonitas empiezan con una copa de vino, nunca con una ensalada». Se lo decía María, la dueña, a unos amigos. Verdad palmaria. No, no debe ser fácil iniciar una relación ni un negocio separados por una fuente de lechuga, tomate, arándanos deshidratados, pipas de girasol tostadas, huevo cocido, bonito y gulas, aliñado todo ello con aceite de oliva virgen y unos pellizcos de sal. Une más el vino, acerca posturas y deja volar la imaginación.

Los prolegómenos son más importantes que la añada y en el caso de la AMA, o WADA, los indicios tienen nombre y apellidos. De ahí ese supuesto interés del FBI y la CIA en sus andanzas y las consiguientes decisiones controvertidas. Un hecho cierto: Janick Sinner ha sido suspendido durante tres meses por dos «positivos» y la sanción, a la carta, ha molestado en el mundo del deporte. El fabuloso Sinner no se va a perder ni un Grand Slam. Arrastra las infracciones desde el año pasado, ya ha jugado el Open de Australia, que ha ganado, y podrá competir en Roland Garros. Los argumentos de su defensa han colado, mas no completamente porque hay castigo… testimonial. Deportistas que sucumbieron a las horcas caudinas se quejan de las diferentes varas de medir y, como Djokovic, exigen transparencia. 

Tampoco es lo mismo presentarse ante el juez con un abogado de oficio para defender tu «inocencia» que respaldado por un bufete de campanillas. ¿La ley es igual para todos? Según. Hay casos en los que el FBI se ha pillado los dedos porque la defensa ha desarbolado al ministerio fiscal; el que se fue de rositas terminó celebrando la victoria de Don Dinero con una copa de vino y un buen habano, sin rastro de la ensalada ni del romanticismo que se percibe a la tenue luz de las velas. Ya lo dijo Chesterton: «Los arquitectos lo saben todo sobre el estilo romántico, excepto construirlo».

Los poderosos dominan el cotarro, pero a veces van tan sobrados, tan pagados de sí mismos, que les sorprende el renuncio como a la FIFA de Blatter, excepción que confirma la regla. A ver, no nos engañemos, lo normal es que el acumulador de los mayores recursos acabe ganando el combate: Trump a Zelenski, Putin a Zelenski… Pobre Zelenski, culpable de ser invadido, recibe por todos los lados mientras sus presuntos aliados se miran el ombligo. Pero eso es política. En el fútbol también hay clases, sí, que pueden llegar a un acuerdo compartiendo un sándwich de ensalada y una cerveza tostada y sin alcohol. Como el Madrid y el Barça, que necesitan de todos los demás para llenar sus salas de trofeos, aunque se saben estupendísimos y divinos de la muerte. No obstante, cualquier traspié los descoloca, de ahí que su cacareado ADN disponga que tienen que ganar absolutamente todas las competiciones o abren el libro de quejas. Entre sus filas, la causa de sus fracasos son los árbitros, el vecino, las fechas FIFA o el calendario UEFA, LALIGA, la Federación y el sursuncorda. Eso, de puertas para afuera. Por dentro se ajustan las piezas en la medida del desgaste y del tamaño de la decepción, se filtran nombres de culpables y se sitúa al entrenador, el eslabón más débil, en el umbral del cadalso. Cuestionaron los «suyos» a Flick por perder en Mónaco; dos o tres resultados negativos consecutivos señalan cíclicamente a Carlo Ancelotti, el único técnico con cinco «Champions». No hay clemencia frente a la exigencia, y perdón por el pareado. Todo lo que ha ganado “Carletto” no es suficiente para concederle un margen de confianza. En el resto de los equipos, excepto en el Atleti porque el «Cholo» es dios, no necesitan buscar culpables fuera, si acaso los pobres árbitros, porque el responsable de los desaguisados siempre es el técnico. Ejemplo de lo inconcebible: en 16 años de presidencia (1987-2003), Jesús Gil y Gil utilizó 38 entrenadores.

Hablando de Gil, con él, que trituró a seis técnicos en una temporada, Guardiola estaría en casa desde navidades. Pep, que no es infalible, ha hecho grande al City y ha aprovechado ese caudal inagotable de recursos del club, que si despierta sospechas de mala praxis la UEFA lo disimula. Con Pep ha invertido 210 millones en el reciente mercado de invierno, a Pep le ha dado un repaso Ancelotti de los que no se olvidan. La plantilla del City está quemada y Guardiola no se sorprendería si el día menos pensado el jeque le entregara el finiquito. Mientras tanto, rompe una lanza por los árbitros españoles, «dejadlos en paz», y resiste todos los envites. Es víctima de los resultados, de la lesión de Rodri, de la edad del mago De Bruyne y de su éxito. Todas las temporadas no se puede vivir en la cima. Cada cierto tiempo conviene bajar al valle para no evadirse de la realidad.

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