The Objective
Hastío y estío

10 de marzo, el día de Ana Pardo de Vera

«Eso de que la verdad no te estropee una buena noticia ni tu marcado sesgo ideológico, lo ha cumplido a rajatabla»

10 de marzo, el día de Ana Pardo de Vera

Ana Pardo de Vera durante la celebración de la 'Uni de otoño' en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid, a 5 de noviembre de 2022, en Madrid | Europa Press

No es fácil tomárselo todo a chufla cuando es lo que deberíamos hacer. Todos tenemos problemas, dificultades, en esta sociedad que prefiere que nos acerquemos al abismo que a su cara luminosa. Nos saben y nos quieren enfadados, encabronados como monos rabiosos lanzando plátanos o improperios contra la pared. Darnos cabezazos contra ella cuando ninguno de nosotros somos ni Cristiano Ronaldo ni Haaland. La del entrenador de este último se quedó calva de tanto intentar justificar el nazi-onalismo catalán y la falta de derechos humanos en los Emiratos Árabes, «cada país decide por sí mismo cómo quiere vivir» dijo, mientras se le desprendía la última pelusilla. Y es que deberíamos aprender a reírnos de todo, aunque duela, y se nos caigan los dientes ante la razón que lo haría injustificable. Hacerlo de la manera más ostentosa posible cuanto más grave sea la afrenta a la que nos enfrentamos. De forma tan enloquecida que parezca que han conseguido sus objetivos los que nos han provocado con sus actos que nos manifestemos de esta manera. Reírse hasta de lo que no tiene ninguna gracia. Pero sobre todo reírse de quien se toma demasiado en serio. 

Aquí es donde aparecen nuestros dos protagonistas. Comisiones Obreras de Galicia y Ana Pardo de Vera. La primera es una organización que dice que defiende a la clase trabajadora cuando solo se defiende a sí misma. Una justificación de sus privilegios en nuestro nombre que debería hacer que se les caiga esa cara y esa boca llena de manjares caros, de vergüenza. Vivir de sus afiliados y de las subvenciones públicas para trabajar aún menos que el hermano de Pedro Sánchez y Jésica, la mujer enamorada hasta las trancas de Koldo y Ábalos, pues era consciente de ser tratada a cuerpo de rey. Ella por lo menos está agradecida a ambos por no ponerla a trabajar una vez contratada y por disfrutar de un piso más decente, y donde hay más decencia que en una sede sindical. Luego está Ana Pardo de Vera, que como todos sabemos es una adalid del periodismo libre e independiente. Yo soy la justicia no era sólo una película de Charles Bronson, sino, sobre todo, la forma vehemente de ejercer el periodismo por parte de ella. Siempre de manera sentenciosa, como si fuera un emperador de Roma con el dedo pulgar siempre hacia abajo con los que considera sus enemigos. Eso de que la verdad no te estropee una buena noticia ni tu marcado sesgo ideológico, lo ha cumplido a rajatabla, y en honor a la verdad, hay que decir que es lo que mejor hace, y puede que también lo único en este noble oficio. 

Y es que si un servidor ha decidido escribir este artículo es porque el sindicato Comisiones Obreras de Galicia va a darle el premio ’10 de marzo’ a Ana Pardo de Vera, gallega universal a la altura de Rosalía de Castro o Emilia Pardo Bazán. El comunicado del sindicato para otorgarle dicho honor dice textualmente: «Su obra valora la independencia periodística y la memoria histórica, aspectos claves para una información plural y de calidad». Y es que, si no nos reímos después de estas palabras, ¿qué nos queda?

Los premios ’10 de marzo’, día de la clase obrera gallega, tienen por objetivo, según ellos, «reconocer trayectorias de vida que ejemplifican el compromiso con la lucha sindical, los derechos sociales y la igualdad». Ahora se entiende por qué la directora corporativa y de relaciones institucionales del periódico digital Público ha logrado ese merecidísimo galardón. Todos conocemos la lucha contra el racismo de los distintos sindicatos, incluido, como no, Comisiones Obreras, y de que los trabajadores de otras razas en nuestro país no sufran ningún tipo de discriminación incluida la agresión física o verbal. Puede que, por tanto, uno de los puntos a favor para recibir el premio fuera su actuación con Bertrand Ndongo, cuando este trabajador negro de un medio de comunicación, quiso hacerle a ella unas preguntas, y la galardonada le respondió llamándole mono y tirándole el micrófono como si fuera un plátano. Representó con su actuación la lucha de clases mejor que nadie.

Y es que la nobleza de esos apellidos bien lo merece. Debe ser fácil hacerse un lío cuando tu padre perteneció a Alianza Popular y lo que quería ser era un nacionalista gallego. Siguiendo la coherencia, es lógico que ella se convirtiera en la «Reina Roja» El otro gran punto a favor de este premio por parte del sindicato sería la defensa del feminismo y, por tanto, de la mujer trabajadora. Ella que dijo que el caso Errejón era algo que se sabía desde hace tiempo, pero de lo que no se escribió nada en su periódico. Supongo que es de las que piensan que más vale tarde que nunca, pues ha vuelto a repetir el patrón con Monedero, al que decidieron cancelar su colaboración en Público cuando el ruido de la marabunta se hizo insoportable hace apenas un mes. Seguro que tiene más méritos para haber conseguido ese reconocimiento, pero estos dos me parecen un buen ejemplo de los muchos restantes. Me alegro mucho por ambos, por el sindicato y por Ana Pardo de Vera, los dos salen muy fortalecidos, pues el prestigio de ambos alcanza la cima que se merecen.    

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