El suicidio, Karla Sofía Gascón y Albert Camus
«Fue maltratada, sobre todo, por los que se asustaron ante esa turba de ‘dictadores de andar por casa’»

La actriz Karla Sofía Gascón. | José Oliva (Europa Press)
El suicidio es el descanso merecido de los martirizados por la vida. Albert Camus, premio Nobel de Literatura, dijo que sólo hay un problema filosófico verdaderamente serio, y que ese es el suicidio. El suicidio es que la sociedad y la soledad confundan sus significados en la mente de quien está pensando llevarlo a cabo. Palabras que se escriben de manera muy parecida, sobre todo para los que la oscuridad no es un apagón puntual.
La actriz española Karla Sofía Gascón, nominada a mejor actriz en los Oscar, ha roto su silencio tras sufrir durante las últimas semanas a la inquisición woke occidental. Y es que en el resto del mundo no están para estas tonterías de gente tan pija, acomodada y blanda, como alienada. Cuando una bomba puede caer en tu casa o no sabes si mañana tendrás algo que echarte a la boca, problemas tan graves como que alguien diga algo que no puedas soportar que sea lo contrario a lo que tú opinas se convierte en algo tan absurdo como peligroso. Una inquisición hecha de algodón de azúcar, regaliz y nubes de colores.
Karla Sofía Gascón fue maltratada, sobre todo, por los que se asustaron ante esa turba de «dictadores de andar por casa», que cortan cabezas sin necesidad de haberse quitado el pijama y las pantuflas. Señoras y señores despeinados, legañosos, de cerebros costrosos y saliva corrosiva. De dedos infinitamente más rápidos que unos pensamientos a los que pasaría por encima una tortuga. Los caparazones los utilizan como sustitutivos de sus corazones inexistentes. La productora Netflix, el director de la película, un francés racista que criticó nuestra lengua de Cervantes, demostrando ser el reverso tenebroso a la capital de su país, aquí en España, los medios pertenecientes a la «secta» y también los líderes de opinión del «movimiento» como por ejemplo Bob Pop, todos ellos decidieron ajusticiarla, y desearle todas las muertes menos la física.
Pero para pensar en esa muerte parece que ya estaba ella. En estas declaraciones, que por fin se ha atrevido a hacer, y que la honran, además de demostrar su fortaleza y, por tanto, que se encuentra bien, dijo lo siguiente: «Por mi hija y por las generaciones futuras, quiero abrir una reflexión sobre la salud mental. He atravesado momentos oscuros, episodios en los que la desesperación me llevó a lugares insospechados. Se crearon cuentas falsas con mi nombre, se lanzaron acusaciones absurdas, incluso delirantes, que dañaron profundamente mi espíritu. Hubo instantes en que el dolor fue tan abrumador que llegué a contemplar lo impensable. Y si yo, con toda mi fortaleza, estuve al borde, ¿qué habría sido de alguien con menos recursos emocionales para resistir? Como dijo Camus sólo hay un problema filosófico serio, el suicidio, porque nos enfrenta al sentido mismo de la existencia. Sólo a través del entendimiento, la compasión, y la empatía podremos construir un mundo donde la diferencia no sea sinónimo de condena, sino de riqueza».
Nada mejor ante un linchamiento injustificado –todos lo son, pero si lo que lo provocó fueron unos tuits escritos hace mucho tiempo y en caliente…– que esta respuesta tan medida, elegante, perfecta. Ella está claro que ha aprendido la lección, si es que tenía que aprender alguna. Lo que no lo está tanto, por no decir que no lo estará nunca, es sí, los que le lanzaron las piedras con el fin de lapidarla lo habrán hecho, o mirarán para otro lado. Un servidor sabe que ya están a otras cosas, en busca de su siguiente víctima. A Karla Sofía la olvidaron a la misma velocidad que se limpiaban sus manos grasientas en el sofá una vez le dieron al «enter» para proclamarla culpable. Una filosofía y forma de vida de mujeres mal teñidas y hombres que se hinchan a comer Cheetos Pandilla. Esta gente es la que decide lo que está bien y lo que está mal, y los que en caso de que se estropee mucho la cosa en lo geopolítico tendrán que ponerse en el frente de batalla a defender algo y a atacar a alguien, que como con todo lo demás no saben lo que es, pero que tampoco les importa. Una existencia vacía. Otro concepto que a Camus le llenó el pensamiento y el tiempo. Que tomen nota los que no lo harán.