¿Será el cambio de hora la nueva víctima de Trump?
«Dijo que acabaría con el horario de verano, pero la presión del lobby golfista le hace dudar. Sánchez monta guardia»

El reloj de las horas del mundo en el Grand Palais de París. | Reuters
En la madrugada del sábado al domingo que viene, el tiempo demostrará ser más relativo aún de lo que creyó descubrir el pobre Einstein. Las dos de la mañana, por la magia de la autoridad más o menos competente, se convertirán en las tres de la mañana. Usted habrá perdido una hora de sueño (o lo que sea que haga usted un sábado por la noche), pero su patria, dicen, ganará productividad y ahorrará energía: con más horas de luz por la tarde se consume menos electricidad.
Aunque la edad del tiempo se remonta al principio de los ídems, la idea de toquetearlo con tal descaro tiene poco más de un siglo. Se le ocurrió, como casi todas estas excentricidades, a un inglés. William Henry Willett, nacido en 1856 en el condado de Surrey, se hizo rico con la empresa de construcción y promoción inmobiliaria de su padre. ¿Le suena el perfil? Quédese con el dato. Tuvo la brillante idea de construir «viviendas de calidad» en zonas entonces en la periferia de Londres que quizá le suenen: Chelsea, Hampstead…
William tenía arrobas de tiempo libre y dinero para aprovecharlo. Le gustaba mucho el golf. La Chislehurst Society, voz oficial del pueblo del condado de Kent en el que vivió sus últimos años, cuenta orgullosa la leyenda de que «disfrutaba de un paseo matutino por la Cámara de los Comunes y solía observar que las contraventanas y persianas seguían cerradas mucho después de la salida del sol en primavera y verano. También observó que, especialmente en primavera, las tardes oscurecían relativamente pronto, por lo que se desperdiciaban las noches más cálidas. Ojalá se pudiera convencer a la gente de levantarse más temprano…» Su gozo golfista vespertino podría dilatarse de forma harto satisfactoria.
Como tenía tiempo y dinero, en 19097 se autofinanció la publicación de un folleto titulado El derroche de luz solar, que sugería adelantar los relojes 80 minutos (los ingleses y sus desencuentros con los estándares…) en verano y calculaba en 2,5 millones de libras el ahorro en iluminación. William invirtió en publicidad hasta vender 19 ediciones del panfleto traducido a varios idiomas. También hizo lobby en el Parlamento, llegando a captar a un joven prometedor llamado Winston Churchill.
La idea, sin embargo, fue rechazada hasta que las necesidades de la Primera Guerra Mundial la resucitó: paradójicamente, Alemania y Austria la habían adoptado adelantando una hora desde el 30 de abril de 1916. El 17 mayo, el Parlamento británico aprobó la Summer Time Act. La moda corrió como la pólvora. Hoy se apuntan al truco la mayor parte de Europa (Menos Rusia, Bielorrusia e Islandia), la mayor parte de Norteamérica y algunas zonas de África y Asia durante el verano septentrional, y de Sudamérica y Oceanía durante el austral.
El asunto, no obstante, ha seguido siendo objeto de polémica. Por aquí ya explicamos los argumentos en contra de Agustín Peralt, experto en productividad y gestión del tiempo, por los efectos en los niveles de energía física, emocional y cognitiva. En el muy británico e irónico (valga la redundancia) semanario The Spectator, de orientación conservadora, Bill Kauffman describe la «exigencia de Donald Trump de eliminar el horario de verano» como «un inesperado doble eagle«: el mejor golpe posible del golf. El presidente de EEUU, que hizo su fortuna a partir de la inmobiliaria de su padre, también es un adicto al golf, como el viejo William. Y también tiene mucho dinero, pero vive en el siglo XXI: puede iluminar artificialmente sus campos de Mar-a-Lago, en Florida, si le apetecen unos golpes nocturnos.
Quizá por eso, y por cosas que le habían contado expertos en salud y economistas, en diciembre de 2024 dijo en Truth Social, su Twitter particular, que acabaría con el horario de verano porque es «inconveniente y muy costoso» para su nación. Pero, como publicó recientemente Business Insider, los lobbies de la industria del golf no están por la labor. Y ahora Trump duda. De hecho, su secretario de Estado, Marco Rubio, presentó en 2022, cuando aún era senador por Florida (donde el golf es una mina de oro) una Ley de Protección del Sol para todo lo contrario (o no, según se mire): que el horario de verano fuera permanente. Fue aprobado por unanimidad en el Senado en 2022, pero fracasó en la Cámara de Representantes. De momento, EEUU (menos Arizona y Hawái, que van a su bola) cambió la hora como siempre a principios de mes, pero la cosa está en el alero.
¿Cómo nos afecta eso a nosotros? En España, la crisis del petróleo motivó al Gobierno del Tardofranquismo a imponer el horario de verano desde 1974. En 1981 se comenzó a aplicar por decreto, pero revisándolo cada cuatro años. Todo siguió igual hasta 1996, cuando una directiva de la UE mantuvo el comienzo en el último domingo de marzo, pero retrasó el final del último domingo de septiembre al de octubre. El último decreto que actualiza la situación es de 2022, pero mantiene la revisión cada cuatro años, luego caduca el año que viene.
¿Qué hará el Gobierno (si llega al 29 de marzo de 2026)? Si Trump lo quita, mantenerlo supondría una heroica maniobra de resistencia antifascista. Si lo mantiene, quitarlo supondría una heroica maniobra de resistencia antifascista. Etcétera.
Además, habrá pasado ya el Año Franco, con toda su cosecha de teoría del antifascismo. Veamos cómo anda al respecto la genealogía del cambio de hora. En nuestro país comenzó a aplicarse en 1918, con la monarquía constitucional de Alfonso XIII. Bien. Se quitó desde 1920, aún con monarquía parlamentaria, y hasta 1925, con la dictadura de Primo de Rivera. Regular. Volvió en 1930, con la dictablanda del general Berenguer, durante la República y hasta el fin de la Guerra Civil. Regular, bien y mal. En 1940 Franco cambió la hora en general (nunca peor dicho) para tener la de Alemania, una más que la de Greenwich: antes teníamos la de los ingleses. Muy mal, pero ahí seguimos. Aunque desde 1974 la cambiamos en marzo por lo del petróleo. ¿Mal, pero con un poquito de bien o regular? Y ahora tenemos que cambiarla porque lo dice la UE. ¿?
Un lío.
En 2018, la Comisión Europea presentó una propuesta para eliminar el cambio de hora en la UE. A pesar de contar con el respaldo del 84% de los votos en la consulta previa, los euroburócratas, suponemos que bastante liados, han ido aplazando la tramitación de la directiva correspondiente. Pedro Sánchez, gran adalid de la Europa antitrumpista, estará muy pendiente de la hora en Mar-a-lago, Florida.